Rechazo las romanzas de los tenores huecos.

Años 90. Me dio por escribir cuentos para presentarlos a Concursos Literarios. A lo loco.

En una de las ocasiones, solo una, me premiaron, aunque mi premio fue compartido con otro autor. Resultó ser un escritor experimentado, muy culto, amante de la escritura y del arte, en general.

Mi amigo escritor, me“tuteló”, durante un tiempo, por carta. Yo le enviaba textos y él me los corregía y, lo más importante, los criticaba con gran acierto. Aprendí mucho de todo lo que hacía mal.

En una de esas cartas, lo que dice del arte de escribir, condensa muy bien lo que es la comunicación de hoy en día, lo que oímos tan a menudo, en tantos auditorios, en tantos discursos. Palabras vacías, sin tripas, que no dicen nada. Frases huecas.

Él, con elegancia, lo remata con Antonio Machado. 

El buen despertar.

De momento y , como primera cosa positiva del día, alégrate de estar despierto.

Tiene algo de mágico eso de abrir los ojos cada día,  y ver que el mundo sigue donde lo dejaste ayer. Habrá un día en que no te despertarás y entonces, entenderás ( supongo!) lo perfecto y maravilloso que es hacerlo día tras día.

Parece fácil pero tiene su mérito…Como te decía, sonríe pues estás despierto, vivito y coleando y con un día por delante. Desperézate lentamente y disfruta del cappuccino ( café con leche, café, té…) de la mañana.

Una ojeada al periódico y la voz del señor de la tele que te dice que «han aumentado los contagios pero se han estabilizado las hospitalizaciones gracias a la vacunación «te situarán en este universo.Cuando lo tengas todo un poquito más claro , estarás preparado para la ducha matinal.

Con tus neuronas funcionando, ya estás preparado para vivir este día. Ahí estás, con los ojos abiertos , dispuesto a no perderte nada.

Practica con regularidad el «buen despertar»: no dejes de felicitarte ni un día por haber abierto los ojos, por tomarte ese café, por la ducha, por el día que empiezas y vas a caminar…

Y si el día que viene es complicado, piensa que en algún momento volverás aquí , te sacarás la ropa del día y el día habrá pasado. Lo dejarás atrás y, de nuevo, dormirás. Y como por arte de magia, al día siguiente , abrirás los ojos y te darás cuenta que sigues aquí, que es un nuevo día.

Estarás preparado para disfrutarlo, de nuevo y si se deja.

Estas aquí y ahora y este día te pertenece.

Y no olvides coger tu mascarilla y el gel hidroalcohólico …

NB: Este texto es una actualización del «Buen despertar» que , en realidad, es un cuadro que surgió de una improvisación con un bastidor y un rotulador negro. Lo tengo a la vista cuando me despierto…

Despacito Week

«Ir despacito». Este es el objetivo de esta semana:   la desaceleración consciente.

No se trata de ir a dos por hora y dejar de cumplir con tus obligaciones. Es casi imposible dedicar una semana a una «vida slow» sin que la dura realidad te reclame -y con prisas- pero si que es posible aprender a pararse un poquito. Como ejemplo : No vayas al centro comercial tipo Hiper en el que encuentras de todo aunque sea «plasti-masificado». Dedícate a comprar por las tiendas de tu barrio o en el mercado. Ese pan del horno de tres calles más abajo, el queso de la charcuteria de la esquina, esas cosas que nos gustan y que sabemos que son excelentes pero que dejamos de disfrutar «por no ir hasta allí».

Es muy difícil esto del «ir despacio», pero ya se adivina que es bueno. Extrapolando el concepto de la vida a la comida, el llamado «Slow Food» significa disfrutar de la comida y del placer del rito, en sí mismo. No es lo mismo abrir un paquete de ensalada mezclum que comprar tres o cuatro tipo de lechugas , frescas y crujientes. Esa cebolla tiernaaaa, el tomate que huele a tomate y frutos secos de todo tipo… Creas una obra de arte, una ensalada de colores que no debes comerte rápido. Te sientas, te recreas con el aliño ( un vinagre de jerez o Módena, aquel aceite de oliva casero o ese que te han regalado que está emulsionado con albahaca).

Y cada bocado , lo disfrutas y olvidas que la palabra engullir , existe.

La semana del Despacito Week promulga que te comas la vida igual que esa ensalada , paladeándola.

Buen  (y lento) provecho !

NB : Ilustraciones de Leif Parsons, NY. Un descubrimiento.

 

Extintos.

Cuando mi abuelo me decía que llegaría un momento que serían especies en extinción, yo no le hacía caso. ¿Cómo va a pasar eso? ¡Es imposible, abuelo! Nos hablaba de especímenes únicos, muy valiosos, que deberíamos preservar para poder conservar sus características.

Espero que con lo rápido que está evolucionando todo, los podáis clonar. Si no, querido nieto, estáis perdidos.

Noto la mano de mi hijo, encerrada en la mía. Está ejerciendo un poco de presión. Noto su calor y la sudoración que le provocan los nervios. Yo también estoy nervioso. Nunca, hasta hoy, habíamos visitado este Museo

El mundo no ha cambiado tanto como predijo el abuelo…Conflictos, conflictos y más conflictos. Nuestro planeta está en conflicto permanente y…ya hemos aprendido a vivir así. Nos hemos vuelto egoístas y muy superficiales. Lo único importante en estos tiempos es sobrevivir en esta jungla…Sea como sea.

Seas como seas…

Ya estamos en la sala de los Especímenes Únicos. Desgraciadamente, han desaparecido de la tierra. Cada espécimen aparece en un holograma a tamaño real. En la pantalla táctil y flotante que hay en el lateral, se informa que tipo de ser humano es y su característica principal.

1-. Ser Humano Empático

  1. Identificación mental y afectiva de un sujeto con el estado de ánimo de otro.

extinto

Observamos con atención al Ser Humano Empático. Mi hijo me mira inquieto.

Nos quedan más de diez especímenes por observar. El resiliente, el paciente, el justo, el generoso, el responsable, el solidario…

Todos ellos extintos…

Compro prisa.

 

serious running businessman and big white clock in dark room

-¿Tienes prisa?- Más que una pregunta es una constatación de un hecho. Yo estoy sentado, tranquila y serenamente, en mi sofá amarillo mientras él, me habla desde la cima de su altura, paseándose casi como un péndulo. Aquí, allí, aquí, allí… Tiene prisa.

-Sí, mucha.

Yo no tengo prisa. Estiro mis piernas y las relajo encima de los  cojines. Dejo que mi espalda se amolde suavemente al respaldo del sofá. Cuando ya estoy en una posición agradable, me quedo unos segundos suspendido en la nada, deleitándome con el paisaje que me ofrece la naturaleza desde mi ventana…Eso sí que es un  privilegio. Observó ese campo de trigo, aún muy verde, que la brisa mueve y ondula como si fuera un mar. Casi puedo oír el susurro delicado que te arrulla como la más exquisita de las nanas…Lo único que me resulta molesto, es este tipo con prisa…

No me voy a sentar en este sofá, ni voy a perder el tiempo tomando un café contigo. Te repito que tengo mucha prisa.

-Cuando dices “mucha” ¿De cuanta hablamos?– Le dejó que calcule una cifra. Normalmente, la transacción se realiza de esta forma: ellos me dicen cuanta tienen y yo le pongo un precio. Si interesa, bien. Si no… no pasa nada. Hay mucha oferta.

Se me antoja un buen momento para hacerme una infusión relajante. Creo que voy a probar el té de frambuesa que me trajeron de Nepal. Me lo tomaré, sorbo a sorbo, dejando que el calor inunde mi cuerpo y el sabor de las fresas silvestres me conforte. Las nubes cambian de forma y se deslizan por el cielo, empujadas por un suave viento que esparce el aroma de este verano ya moribundo. Me apetece abrir las ventanas…

Yo creo que un par de kilos.– me responde  el hombre que tiene prisa– ¿Te van bien? Necesito el dinero y, de verdad, me tengo que ir ya.

No es mucha, pero con eso puedo pasar-Calculo cual sería el precio justo según los índices de cotización de la prisa en el mercado. Le digo la cifra y el asiente, moviendo enérgicamente la cabeza,  y me doy cuenta que estoy comprando prisa de una gran calidad. La necesito para cuando viajo a la ciudad o cuando me convocan para reuniones de negocios. Desgraciadamente, yo nunca he tenido prisa y, por eso, me veo obligado a comprarla.

Cuando estoy cerrando el gran tarro de cristal en el que he guardado la prisa recién adquirida, oigo como hierve el agua de la tetera. Me dirijo al hombre que acaba de venderme su prisa y le invito a probar el té de frambuesas del Nepal.

Nos sentamos los dos.  Estamos cómodos y relajados y nuestra mirada se pierde en el baile del trigo y en las montañas que se adivinan en la lejanía. El contraste cromático es de una delicadeza exiquisita: las pequeñas cimas se recortan contra un cielo de un azul turquesa casi imposible que se une a la franja del verde, fresco y chispeante…

Este té está delicioso-me dice mi proveedor de prisa.

Le agradezco el comentario y doy otro sorbo. Las fresas silvestres estallan en mi paladar y lo acarician.

Sí. Está delicioso…

Viva el ASCII ; – )

 

El otro día, un amigo me preguntó por qué dejaba espacios entre los «emoticonos». Ya sabéis que si no los dejas, la combinación de punto-coma/guión/paréntesis ( ; – ) ) se convierte en un smiley tal que esto:

 

Los dos símbolos expresan una emoción ( la misma, es cierto) que enriquece el texto, dotándolo de intencionalidad. Si lo pensáis, el concepto , en sí mismo, habla  de nuestra incapacidad para expresar emociones utilizando las palabras ya que en según que ocasiones, sin el emoticono, el significado «objetivo» del texto puede variar sustancialmente.

Pueden evitar un malentendido, por ejemplo. No es lo mismo escribir : Tonto,  que escribir Tonto ;-).

Justamente fue por una interpretación literal de un mail que pretendía ser irónico en un foro de la Universidad de Carnegie Mellon ( Pittsburg, USA), por lo que que el investigador Scott Fahlman creó está combinación de carácteres ASCII para expresar cuando algo iba en broma : – ) o en serio : – (   . El segundo símbolo, más tarde se utilizó para expresar enfado o disgusto.  Este fue el origen de su utilización en la red .

Con el tiempo se fueran sofisticando y haciéndose más numerosos. Incluso hay una división en dos «escuelas» : el emoticono occidental ( el del Fahlman) que es para leer inclinado a la izquierda ; – ) y el emoticono oriental o kaomoji, no requiere de esta «inclinación» ya que se leen en horizontal ^_^   `_^

Pasados los años y con el auge de las mensajerías instantáneas, estos emoticonos evolucionaron hasta los formatos que hoy inundan nuestros textos en todos nuestros dispositivos…

Yo , muchas veces, no los utilizo y dejo el espacio de forma totalmente consciente como un tributo a la creatividad del que con tres cositas de nada ha podido traducir la alegría, el disgusto,el coqueteo…Si lo intentamos expresar con palabras, entenderemos la grandeza de esta pequeñez tipográfica.

Me fascina el hecho de que la combinación de signos de puntuación , pueda ser un signo universal ( lo entendemos todos) que expresa una emoción.

Dos puntos, un guión , un paréntesis y te estoy diciendo que estoy contenta, que sonrío. Una maravilla.

Así que permitidme que reivindique el emoticono en ASCII … ; – )

N.B : La ilustración inicial de este post es de la revista satírica Puck , publicación americana ( 1871-1918) que en 1881 , publicó «Typographical  Art». Se creía que esta era la primera aparición escrita de los emoticonos pero se encontró una cara-guiño, en un texto de un discurso del Presidente Lincoln , en 1862.

 

 

 

 

 

Escapar…

Este es un post para escaparse un poco…

Durante unos pocos minutos, puedes poner los pies en polvorosa y escapar.

Pero no “escapar” así, a secas…No.

Escapar, con estilo.

Miras el camino y te dices: Voy.

camino

Levantas tu vista hacia el cielo e inspiras.

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Puede ser que quieras escaparte aquí.

cottage

O…aquí…

cabaña blanca

Difícil elección, ya que este es un escape cortito y enseguida vuelves…

¿Qué tal aquí?

cabaña lago

También aquí es posible…

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¿Eres más moderno? vale, puedes escaparte…aquí.

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Entra, en cualquiera de estos “escapes “encantadores. Siéntate y disfruta del fuego.

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O de la lectura…

sofa

Sólo o en compañía.

perro

Escápate… relax

 

 

Humor nimio.

Estas son cosas de Álvaro Carmona,  un multi-artista español ( según wikipedia : «cómico, guionista, músico, compositor e ilustrador») que no es nuevo en este blog. Me encanta su humor.

Es una sorpresa grata,  que nace de la simplicidad absoluta . Hoy, Ilustraciones.

Por ejemplo : El Pódium de las abuelas de los atletas.

O este cerdo, ahogándose.

O este cerebro tan, tan humano…

La vejez…

 

Y para finalizar,  este texto «ilustrado» titulado : Duelo.

 

(Henry y Charles se citaron para celebrar un duelo)

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(Empezaron a alejarse mientras contaban: «uno, dos…»)

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(«Tres, cuatro…»)

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(«Cinco, seis…» Y Charles sacó su revólver)

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(Sin esperar a llegar a diez, Charles disparó contra Henry)

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(Henry, al oír el disparo, se giró y desenfundó su arma. Desgraciadamente, había ido con prisas esa mañana y, en lugar de un revólver, había cogido un boomerang)

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(Henry, consciente de que la bala se acercaba, lanzó el boomerang con toda su alma contra Charles)

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(Por desgracia, Henry no tenía mucha fuerza y el boomerang empezó a volver antes de lo que hubiera deseado)

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(Henry intentó huir del boomerang y de la bala de Charles, aunque como no hay tres dimensiones en estos dibujos, lo hizo en la dirección a la que iban tanto el boomerang como la bala)

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(Henry corrió con todas sus fuerzas, pero no fue suficiente, el boomerang primero y la bala después impactaron contra su cuerpo)

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(Henry cayó al suelo)

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(Charles se acercó lentamente a Henry)

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(Cuando estuvieron cara a cara, Henry dijo: «¡Puto boomerang! Mira que equivocarme, desde luego llevo unos días que no doy pie con bola. Y a ti ya te vale dispararme cuando solo íbamos por el seis»)

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(Charles respondió: «Ostras, es verdad que era a la de diez. ¿Sabes qué pasa? Mi familia tiene gallinas y, como contamos los huevos por docenas, he pensado que contaríamos seis o doce. Y doce, me ha parecido mucho, ¿sabes?)

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(Henry no dijo nada y finalmente murió)

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(Charles, apenado por su error numérico, se apuntó con su revólver y disparó)

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(Fin)

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Moraleja: Por favor, contemos los huevos por decenas, comos los demás productos. Si no lo hacemos, mucha gente podría morir.

 

Romance.

Photo by AbsolutVision on Unsplash

Ya sé que pensaréis que padezco algún tipo de obsesión. Sin conocerme, igual me tildáis de maniática, o neurótica, o esas otras etiquetas que utilizáis cuando algo no se ajusta a los parámetros normales. Pero a mí me da igual. Siempre he creído que nadie puede medir la normalidad. ¿Cómo van a hacerlo si todos somos diferentes?…

Mi diferencia, lo que me aparta de ese patrón de los seres humanos normales, es algo que no hace daño a nadie. Ni siquiera a mí misma. Al contrario, me reconforta. No entiendo por qué mi cuñada me mira de esa forma tan extraña cuando me apresuró a ubicar la pila de revistas de decoración, en el lugar exacto de la mesita de centro. ¡Me encanta la decoración!

Colecciono todas las publicaciones sobre el tema y me encanta dejar unos ejemplares con lo que más me ha llamado la atención en mi preciosa mesa de centro (es un antiguo telar restaurado). Mis cosas, deben estar situadas en las coordenadas exactas. En los lugares correctos. Soy yo la que determina cual es la posición de las revistas, los platitos incas, el jarrón japonés, las velas aromáticas, el mando de la televisión… Mis libros están ordenados por orden alfabético del autor y con un suborden por tamaño del ejemplar para no desequilibrar la armonía de la estantería… Mis víveres están clasificados por tipo y fecha de caducidad y todas las latas y envases deben situarse con las etiquetas en la zona frontal.

Todos los objetos están en dónde deben estar en La República Independiente de Mi Casa. Y cómo bien dicen los señores de IKEA, mi casa es m-i   c-a-s-a y si quiero tener el cajón de la lencería ordenado por tonos cromáticos y ocasiones de uso (para diario, para sexo, para la regla, para ir ceñida, para el gimnasio…), lo tengo. Y punto. ¿Qué más da? Así que cuando llega mi cuñada, de exuberantes piernas rematadas por tacones que joroban mi preciosa tarima y se sienta en mi sofá, no sin antes lanzar los cojines (que le molestan) aquí y allá, debo contar hasta diez para no volver a colocarlos en su sitio. Cuando se pone a manosear mis revistas que deja por encima de la mesa, encima de los platitos incas, me sumo en un estado zen para no lanzarme sobre ellas (las revistas) y volverlas a apilar en la esquina derecha del cuadrante inferior… Nunca consigo que esas técnicas de relajación surjan efecto y acabo marcando de cerca a mi cuñada, reubicando todos los elementos y sintiendo su mirada de “estás como una cabra” en mi nuca.

Y este extraño día que estoy pasando, me hace pensar que mi cuñada puede estar en lo cierto. He perdido la chaveta en algún lugar del camino…

Todo ha empezado esta mañana. He abierto el cajón de la cubertería para coger la cuchara de dimensiones perfectas para mi cappuccino, cuando he observado que había un tenedor en el compartimento de los cuchillos. ¿Qué hacía un t-e-n-e-d-o-r en el lugar de los c-u-ch-i-ll-o-s.? Es más, ¿Qué hacía un cubierto mal puesto en un cajón de mi cocina? Inmediatamente, he alargado la mano para coger el tenedor y ponerlo en el lugar correcto. He notado un leve tirón y una cierta resistencia por parte del tenedor, así que me lo he puesto a la altura de los ojos y lo he observado con atención. Lo he agitado en el aire y he comprobado que todo era normal. Cuando lo he dejado en el cajón, me ha parecido que el cuchillo se había desplazado hacia la derecha, así que también lo he colocado bien. Al cerrar el cajón, he oído unos sollozos tristes y desesperados. He mirado hacia el televisor, que creía que estaba apagado. Y lo estaba. Los sollozos se habían convertido en un llanto desgarrado y provenían del cajón. Parecía increíble, pero…abrí el cajón y el llanto cesó de repente.  El tenedor había avanzado posiciones y ya estaba con las cucharas. El cuchillo se había desplazado hacia el extremo del compartimento. ¡Qué raro! pensé en ese momento. Me habré equivocado al ponerlo antes– me dije mientras volvía a poner el tenedor rebelde con los otros tenedores…

Estaba dejando mi taza, perfectamente limpia, en la estantería de las tazas de por la mañana, sección colores fríos (me había decantado por la azul), cuando escuché unos quejidos entrecortados… y el llanto, de nuevo.

Abrí el cajón y se hizo el silencio. El maldito tenedor, había quedado perpendicular al hueco de las cucharas y los otros tenedores. Me enfurecí. El tenedor, por lo que fuera, se rebelaba al orden preestablecido. Me prometí concederle una última oportunidad –dijo el maestro Zen– y lo coloqué con una fuerza superior a la que era necesaria, en el puto compartimento de los putos tenedores. Y cerré el cajón con delicadeza, para evitar posibles desplazamientos no deseados.

Y venga el lloro… He pasado el día intentando olvidar el episodio del tenedor. He ido a comprar al mercado del barrio y cuando he llegado a casa, me he visto obligada a entrar en la cocina. Tenía que colocar los productos frescos en las repisas del refrigerador correspondientes (las había etiquetado con mi Dymo) y no podía romper la cadena de frío. Me he sentido aliviada al comprobar que sólo se oía el zumbido de la nevera. He organizado mi compra y he necesitado un cuchillo para cortar la malla de las naranjas. Cuando he abierto el cajón: ¡El tenedor con los cuchillos!

Si en algún momento se me había pasado por la cabeza que había algo raro en el cajón de mi cubertería, ahora se veía confirmado.

El tenedor se movía-autónomamente- por el cajón.

Pero lo que más me impactó de este descubrimiento, no es que se moviera… No. Lo más importante era que rompía mi estructura del orden de mi casa (“casa” incluye el cajón de la cubertería). Para comprobar mi teoría de que el tenedor tenía vida propia, lo cogí, le dije “Ahora verás” y lo puse en su sitio. Fue cerrar el cajón y oír los sollozos. Abrí el cajón y cogí, de nuevo, el tenedor insumiso, lo miré con asco y lo tiré al cubo de la basura. Alguien lloraba, cada vez con más fuerza, en mi cocina. Tenía que acabar con él. Bajé la bolsa de basura y la tiré al container. Satisfecha con mi acción de pura venganza hacia el tenedor, entré en la cocina. Ya no era un lloro, eran alaridos desgarradores…

No entendía nada. ¿No había exterminado al tenedor? Abrí el cajón y…tengo que ir más rápido. No me quedan fuerzas y el tiempo se acaba, por lo menos para mí.  Me he extendido demasiado explicando cómo he llegado hasta aquí y por qué tengo un cuchillo viviente (que no para de llorar desconsoladamente) clavado en mi pecho.

Ha sido un crimen pasional. El cuchillo y el tenedor se amaban locamente y no podían soportar estar separados. El exilio forzoso al que condené al tenedor despertó al monstruo interior del cuchillo, que se abalanzó sobre mí y se ha quedado insertado en el centro de mi corazón. Mi final está siendo mucho más terrible ya que el cuchillo solloza, grita y llora por su tenedor perdido.

El llorón era el cuchillo…

Noto que esto ya se acaba… Por lo menos, dejaré de oír a este cuchillo quejica…

Yo lo único que quiero, en estos segundos de lucidez, es dejar clara mi última voluntad.

Que este cuchillo sea entregado, como herencia, a mi cuñada.

Gracias.

Photo by Stoica Ionela on Unsplash

 

NB : Este es uno de los «Objetos Sencillos que tienes en casa»...