Primera vez.

Lluvia.

Siempre me ha gustado la lluvia. A mi padre le encantaba y, de niños, cuando paraba de llover, nos hacía salir al bosque (uno que ya no existe y es un barrio residencial) para que pudiéramos oler el aroma peculiar de la tierra y la hierba mojada, de los pinos frescos… A mi abuelo también le gustaba la lluvia y él, además, salía a coger caracoles, lo que a nosotros nos parecía lo más divertido del mundo.

La casa donde veraneábamos tenía terrazas con barandas de hierro y, cuando llovía, se oía un tintineo que siempre percibíamos como una melodía relajante. 

El sábado llovió en Barcelona. Me alegré, como siempre que llueve, pero, también me sentí aliviada por la lluvia. Deseé que lloviera más y más días porque tiene que llover para que se pueda solucionar el abastecimiento de agua en este período de sequía severa.

Ya hay más cemento que bosque. Caracoles, pocos, pero la lluvia sigue siendo confortable y reparadora. Y, ahora, más necesaria que nunca.

Por primera vez, la lluvia no era una coreografía de sonidos y aromas con los que disfrutar sino un salvavidas que lanzan al mar cuando ya no quedan fuerzas para seguir nadando.

La próxima vez que llueva, ya no será una primera vez de alegría porque los pantanos se vayan llenando y las cabeceras de los ríos tengan un buen caudal. Serán -espero, deseo, ruego- muchas más veces. Segunda, tercera, cuarta y así hasta la octava vez. Según ha dicho el hombre del tiempo, nos hacen falta ocho lluvias…  

Lo triste es que el agua de esta primera vez ha llegado para avisarnos: sequía, cambio climático, exceso de consumo y desidia política en la gestión hídrica. 

Espero que sepamos hacerlo mejor para que la lluvia vuelva a evocar lo de antaño: aromas, melodías y vida.

Tierra y semillas.

Ante la imposibilidad económica de cursar “Licenciatura de la Felicidad”, decidí ser escritor.

Pasaron los años e, inexplicablemente, mi profesión me hizo feliz. Escribir me complacía y me permitía vivir decentemente. Formé una familia y fui feliz hasta que un día, los del Departamento de Intrusismo Profesional llamaron a mi puerta.

Ser feliz, sin la licenciatura correspondiente, se consideraba Intrusismo Profesional. Tuve que pagar una multa y dedicarme a escribir, camuflando lo mejor que podía, mi extraña felicidad intrusa.

Mientras la vida transcurría, la Licenciatura de Felicidad dejó de existir. Ya podía escribir y ser feliz sin esconderme pero el mundo, sin felicidad alguna, no me acompañaba.

Se declararon guerras entre países por acuerdos comerciales; entre civilizaciones, por creencias religiosas. Líderes estrambóticos empezaron a dominar nuestro destino. Lo peor, por eso, fue lo previsible. Lo anunciado pero no atendido.

Cuando yo era niño, se hablaba de la extinción de las abejas. Del incremento de la temperatura en la zona ártica, del descenso de krill en la Antártida , del peligro en el que se encontraban las cadenas tróficas tan bien diseñadas por la naturaleza para que el ecosistema subsistiera. Eran cosas pequeñas, que parecían insignificantes y no iban con nosotros. Pero ocurrió . La naturaleza se rebeló para intentar equilibrarse de nuevo: subió el nivel del mar, hubo terremotos, tsunamis, sequías, inundaciones, huracanes… La felicidad se secó, se ahogó, voló por los aires.

En mi vejez, veo a los jovenes buscando la felicidad. Una extraña felicidad. Su gran sueño es tener un pequeño campo dónde cultivar trigo o guisantes o cualquier planta comestible de las que se salvaron de la catástrofe climática en el planeta. No hay tiempo para leer o escribir. Hay que sobrevivir.

La felicidad , sí, se reduce a tener un trozo pequeño de tierra y unas cuantas semillas.

Y , por primera vez en mi vida, escribir esto no me hace feliz…

Los pingüinos vuelan.

¿Pueden volar los pingüinos?. En principio, tu mente analítica recupera la información que tienes sobre el pingüino y te dices, «nadar, sí . Volar, no«.  Respondes que lo que tienen son aletas y no alas. El pingüino no vuela, por supuesto.

Entonces, te informan que los estragos del cambio climático son tan graves que científicos en una base de la Antártida han grabado unas imágenes en las que se observa que los pingüinos , vuelan. El deshielo del planeta, a una velocidad vertiginosa y no evolutivamente «normal», ha modificado aspectos y conductas de los animales que habitan en la tierra. Para evitar la extinción, el pingüino ha utilizado sus aletas para volar. Sólo ha ocurrido en la especie de pingüinos Pygoscelis adeliae.

ping1

Así que si ves un pingüino volando, no te alarmes. El calentamiento global está empezando a cambiar las cosas , se está convirtiendo en algo tan peligroso que ha conseguido hacer surcar el cielo, a una de las aves vivientes que no vuela por definición ( y por genética).

NB : Por sí alguien se ha quedado con la duda ; – ), los pingüinos voladores fueron una brillante inocentada de la BBC , en el Día de Los Inocentes del 2008. Cada año lo vuelvo a oír. Y dudo ¿Será el mismo fake o, realmente, pasado este tiempo y con lo que le vamos haciendo al planeta… hay pingüinos que vuelan? Ahí lo dejo…

 

Exluna de escarcha.

Me avisan que hay luna llena. Hay nubes pero el espectáculo es precioso. Aunque estemos en el mes de noviembre, hago las fotos con una sudadera de algodón. La temperatura ambiental me permite observarla tranquilamente. Sin tiritar ni tener que moverme para entrar en calor.

Esta vez, se llama la Luna del Castor o la Luna de Escarcha. Todo es por el frío .

Los cazadores sabían que esa era la última luna antes de que se congelaran los lagos para poder ir a capturar castores . Anunciaba, también, las noches de escarcha.

A nuestros antepasados les daba una información bastante aproximada pero, las cosas han cambiado y también van a tener que cambiar los nombres lunares. Ya no sirven. No se congelarán los lagos y no sé que será de los castores. Pronto, la sensación de frío nos asombrará…

Cualquier día, un astronauta activista se pega con pegamento de contacto a la superficie lunar , mientras lanza el contenido de una lata de sopa de tomate ( por el contraste del color rojo con el gris), que claro, flotará en la atmósfera lunar. En vez de la bandera del país de turno, lo que pondrá es una pancarta con el 1’5 ºC.

Será muy espectacular y hablaremos de ello un ratito. Después, seguiremos con nuestras rutinas y el año que viene, si no hay un pirado que ha pulsado uno de esos botones rojos tan peligrosos, las fotos las haré en manga corta, en el mes de noviembre.

Pasan cosas.

Sentada , delante de un paisaje natural, un ser inquieto me dice que allí no pasa nada. Ya he utilizado el recurso de las nubes y sus formas cambiantes así que pasamos a la observación más intensa. “Sí que pasan cosas, solo hay que saber mirar”.

Vemos danzas de mariposas blancas, unas aves cruzan el cielo (graznan como patos por lo que deben ser patos) y otras se adentran en la zona boscosa. Detectamos un hueco entre los árboles por donde van pasando. Hay viento, así que las nubes siguen su juego y nos llega el sonido de las copas de los árboles, susurrando. Oímos disparos. Parece que ya se ha abierto la veda de caza. Nos sobrecogen. ¿Ves como pasan cosas? Después, oímos las motos que , supongo, están haciendo las rutas de las bicicletas de montaña. Menos mal que no nos llega el aroma a gasolina. Y un avión. Se ve muy pequeñito y lejano pero se oye la estela atronadora, amortiguada, pero ahí está, destrozando la coreografía del cielo.

También hay cosas que no pasan y deberían estar pasando. Hace mucho tiempo que recalo en esta zona y, en octubre, me sentaba a ver ese paisaje con algo que me protegía del frío. Hoy, sigo con camiseta de manga corta .

Y cuando miro la montaña, recuerdo lo bonita que estaba , cubierta de nieve.

Planetización.

Leo en La Vanguardia (18/07/22), una entrevista a Eudald Carbonell, arqueólogo , codirector de las excavaciones de Atapuerca. Entre otras muchas cosas, habla del concepto de “planetización”.

“Conciencia planetaria de especie.El sistema humano y el sistema Tierra no estamos separados.Somos un mismo sistema. No puede haber sistema humano sin sistema natural.”

Somos una especie sin conciencia global. Nos quedamos en la conciencia individual como la prioritaria ( “Todos van a lo suyo, menos yo que voy a lo mío”). Después, vamos alcanzando otros niveles de conciencia y cuando los enumere, veréis lo difícil que es la cosa : conciencia de familia ( tribu), local ( dónde vivimos, barrio, ciudad), de país, de nación, de continente, etc. En ningún caso tenemos conciencia de planeta. Eso de que la tierra es de todos, que somos todos, que es una sola cosa , que nos pertenece a todos , parece un slogan banal pero no lo es. “Si no desarrollamos una conciencia colectiva, colapsaremos como especie”

Y acabo con otra frase en la que como el sistema somos todos, todos estamos representados : “La inacción contra el cambio climático demuestra que somos una especie imbécil”.

NB : Mientras escribo esto, hay 30 incendios activos en España y una súper ola de calor…

Para refrescar…

Pues sí. El calor ha sido bestial.

Ahora, cuando escribo, noto que la cosa está mejorando y es posible que pueda dormir más apaciblemente.

He recordado que , en el pueblo, este año también nevó cuando no tenía que nevar según las fuentes históricas del lugar. Todo se está desequilibrando…

Esa tempestad de nieve, dejó unas imágenes preciosas que, en esta ola de calor, relajan al cerebro, engañándolo y refrescando…en general.

Probad a mirarlas…

Inusual.

Casi mediados de junio y a 30 ºC. Eso , en mis tiempos, era en Agosto…

Hay muchas cosas inusuales que, sin darnos cuenta , están dejando de serlo. Y eso es lo peligroso : cambio climático sin vuelta atrás, guerra, crisis alimentaria, crisis energética, una pandemia que no se ha acabado… Y no hay botón de emergencia que valga.

Foto de Jason Leung en Unsplash

Todo es , ya, tristemente usual (*) .

(*) Que se usa o se practica común o frecuentemente

El campo lo dice.

Para poder pasar por este campo de cebada, el payés que lo siembra y lo cuida, nos pidió que fuera a partir de final de junio /principio de julio que es la época de cosecha.

Pero el calor y la falta de lluvia ha hecho que el campo, a principios de junio, ya tenga este aspecto.

Este año, el tiempo de disfrute de la alfombra amarilla de flores ha sido mínimo…Cambio climático. Crisis climática.

El campo habla alto y claro . 

Y dice : Socorro.

Camelia tristona.

La camelia ya no tiene flores. Ha sido una temporada tristona y no ha lucido tan espectacular como el año pasado.

Su inteligencia vegetal le debe informar de cómo está el mundo. Supongo que las plantas también sabrán de guerras … Encima, tienen que procesar el cambio climático. Cuando debía hacer frío, no lo hace. Cuando debía llover, no llueve.

Y si lo piensas detenidamente,  ahora está en manos de un humano que la ha limitado a la tierra de una maceta. En su descarga, por eso, la camelia sabe que le provee del agua que necesita . Aunque ya veremos por cuanto tiempo hay agua para regar las plantas ornamentales…