Burbuja.

Foto de Kajetan Sumila en Unsplash

Me llevaron a la fuerza. Casi a rastras… Arréglate, sal, sonríe, vive…

Me asustaba el mundo.

Me daba miedo vivir y que, en cualquier momento, me cayera un meteorito encima.

Arréglate, sal, sonríe, vive.

Fue tal la insistencia que acabé cediendo. Una copa, un hacer ver que estoy mejor y volver, lo más rápidamente posible, al confort de mi casa, a mi burbuja particular pero acabé en el extraño tenderete de una pitonisa. Lo habían instalado en uno de los locales de moda de la ciudad. Recuerdo que entré de un empujón, recuerdo las risitas de mis amigos, recuerdo la presencia de aquella mujer de pelo blanco, recuerdo que me preguntó qué quería de la vida y…

Desperté dentro de una burbuja.

Menos mal que esta es grande y me deja respirar un poco. Nunca sé que burbuja me va a tocar…

 

Foto de Flynn Edwards en Unsplash

 

 

NB 1 : Decir que lo que más deseaba era” vivir dentro de una burbuja” fue una mala respuesta. Quedáis advertidos por si os encontráis con la pitonisa…

NB 2 : La probabilidad de que te caiga un meteorito encima es de 1 entre 250.000.

 

Foto de Alexander Dummer en Unsplash

Rosa.

Tengo un pincel.

No recuerdo como llegó a mi bote de cristal, el de los pinceles viejos pero eso es normal, ya no me acuerdo de muchas cosas por culpa de la medicación que me obligan a tomar.

Me han dejado quedármelo…

Este pincel es peculiar.

Todo lo que pinta, lo hace de color de rosa. No importa que tono elijas: blanco, azul, incluso negro. El pincel sólo pinta de rosa. Nadie me cree . Descubrí su singularidad un día que se me cayó al suelo, encima de mis zapatos. Se volvieron de color rosa.

 

Miré el pincel, confundida, y me acerqué al vestido de tul blanco que colgaba de una percha. Le di un toquecito con el pincel y…rosa.

Pensé que eran imaginaciones mías. Me dirigí al salón. Allí, en el sillón descansaba la colcha de ganchillo que me había hecho mi abuela. Era de un color crema,  desvaída por los años. Yaya, ¿Te gustaría de color rosa?

En la cocina, había dejado unos sorbetes de limón, para que se atemperasen un poco.

Y tenía una rodajita de limón para decorarlos…Venga.

El pincel lo pintaba todo de rosa. Pinté  la cama, el iPad, la televisión, el microondas, mi pelo, mi piel… Y, entonces, se me ocurrió una idea maravillosa.

¿Por qué no pintar mi vida de rosa?

Y lo hice pero nadie me creyó. Nadie.

Sí, yo soy esa mujer que se ha hecho viral en TikTok, la que va vestida de rosa y que lleva un pincel en la mano que no suelta jamás. Tengo ilusiones y expectativas. Soy optimista. Todo irá bien, ya lo verás. Siempre sonrío, me paro a deleitarme con los pequeños detalles de la vida y  es posible que, si me dejan, hasta les de una pincelada de rosa.

Ahora, estoy aquí, entre cuatro paredes blancas y acolchadas pero, oye, son blanditas y eso está bien. Y me han dejado quedarme con el pincel. He oído como susurraban que no se puede considerar una herramienta peligrosa. ¿Peligroso un pincel que lo pinta todo de rosa?…¡Vamos, hombre!

Ahora que me miro esta habitación, mejor que le de un poco de color y pinte una ventana, para que sea más agradable.Esto lo soluciono yo con cuatro pinceladas . También pintaré esta camisa de rosa aunque me va a costar un poco más, con las manos atadas a la espalda.

 

Final Rosa

Nadie sabe como ha podido pasar. Se ha prohibido hablar del incidente pero todos saben que la habitación de aislamiento ha amanecido de color rosa. La camisa de fuerza,  del mismo color, estaba tirada en el suelo. En un rincón, un dibujo de una ventana, también rosa.

N rastro de la extraña mujer, la que llamaban «La del pincel» .

Había desaparecido.

 

 

 

El momento oportuno.

¿Cuántas veces hemos buscado el momento oportuno?

En primer lugar, el “momento”: Porción de tiempo muy breve.

Y el adjetivo, su cualidad, “oportuno”: Que sucede o se realiza en unas circunstancias o un momento buenos para producir el efecto deseado.

O sea, en una porción de tiempo muy breve sucederá algo bueno que producirá un efecto X que ya hemos previsto y que queremos que sea ese. A nadie se le escapa que disponemos de un lapso temporal demasiado pequeño para tener el tiempo y espacio necesarios para decidir si es o no oportuno lo que sea que vamos a hacer o decir. Es por eso que los “momentos oportunos” escasean. Es más, corren por ahí muchos momentos que creemos oportunos y se convierten en momentos a secas porque no producen el efecto deseado o lo que es peor, producen el efecto contrario al deseado…

Lo que escasea, se encarece. Lo que escasea, se desea más.

Y así me encontraba yo, buscando de forma desesperada el momento oportuno.

momentos 1

Cuando abrí la puerta y me encontré con el anciano con una maleta, me sorprendí. Esperaba un vendedor de momentos oportunos más ejecutivo. No sé. Con traje y corbata…

El hombre me habló deprisa: Sólo tengo un momento para Ud. Ya sabe, el tiempo es muy caro. Le hice pasar al salón. Se sentó en el sofá y apoyó con mucha delicadeza la vieja maleta de madera en la mesita de centro. La abrió con cuidado y pude ver que contenía unos frascos de cristal repletos de algo líquido, de muchos colores diferentes.

Con una voz serena, me explicó que cada frasco contenía un momento oportuno y que eran los únicos que le quedaban. Los momentos oportunos tenían que reposar un mínimo dos años en bodega y sólo se podían recolectar en las noches de luna llena que coincidieran con el equinoccio de la estación… La complicación hacia que la serie de momentos disponibles tuviera unos precios elevados. Muy elevados.

Ahora mismo le puedo ofrecer el momento oportuno para pedir una hipoteca, para cambiar de trabajo, para un divorcio o separación, para formar una familia, para decir que sí, para decir que no y para morir.

momentos 2

En esa lista estaba el que yo quería. El que necesitaba. ¿Cuál sería? ¿El azul? ¿El rosa?

 -Sólo yo se lo puedo administrar en la dosis correcta. – Continuo el anciano– Una equivocación en el gramaje lo convertiría en un “momento letal”. Emitió una risita que se me antojo siniestra, pero…lo quería.  Quería mi momento oportuno para…

El hombre se desmayó.. Mis reflejos no fueron lo suficientemente rápidos y la cabeza del anciano impactó contra la maleta. Los frascos salieron disparados y se estrellaron contra el suelo, fragmentándose y dejando perder los momentos que contenían.

Me acerqué y lo toqué con un dedo. Con cuidado de no moverlo. Nada.

Le grité. Después, me atreví a zarandearlo. y finalmente, llamé a Emergencias.

Unos días más tarde, me llamaron del Hospital.

-. Este era el único teléfono que había en su móvil. No tiene familia y nadie ha reclamado sus cosas. Las trajeron de la habitación que había alquilado. Es una vieja maleta de madera con muestras de colorantes y llevan un post-it con su número.

Tengo todos los momentos oportunos en mis manos pero no sé como va esto.

¿Alguien sabe como identificar un momento oportuno?

Mi madre no lo sabe.

Sigo con los Relatos en cadena.

Esta fue mi última propuesta para la frase de inicio : Me está encantando clavarle agujas a este muñeco.

Me está encantando clavarle agujas a este muñeco. No sé como será hacerlo en un cuerpo real aunque la textura de la piel de este maniquí parece casi una epidermis de ser humano. Mi madre me dice que la acupuntura no tiene futuro, que no le gusta. Y no sabe la verdad. Voy a trabajar en un club BDSM . Aunque eso también le sonará a chino…

Para esta semana, la frase de inicio es :

Descansaré cuando me conteste que sí.

Y hasta el 20 de marzo, Escuela de Escritores y Roche Farma , convocan el Concurso 200 pulsaciones. Un relato de 200 palabras que “ (…) deberá tener un vínculo con la salud, entendida esta en su sentido más amplio, y las historias tendrán que estar escritas en un tono positivo y esperanzador.”

Frase de inicio : Salió de la consulta con una sonrisa.

Las bases , aquí.

Soy comerciante.

Soy comerciante. Un vendedor ambulante. Llevo una bolsa llena de mi mercancía, colgada al hombro y me muevo por las calles de tu ciudad. De cualquier ciudad… El material que vendo es de primera calidad. Para consumir en el momento preciso, justo en ese instante.

Photo by Raphael Schaller on Unsplash

Ahora soy famoso por lo de la libertad.Sí, hace poco vendí la palabra «libertad» a un partido político. Soy un simple comerciante y mi transacción acaba cuando entrego la palabra. No tengo responsabilidad en su mal uso.

También compro. Cuando a alguien le sobra, le hago una oferta y si nos interesa a los dos, adquiero el producto.

Ahora voy a comprar. Son de dos amantes, que se acarician el rostro y se besan con delicadeza. Se están mirando a los ojos. Les sobran las palabras y estas son de primera: Amor, Cariño, Pasión, Compromiso, Compañía, Viaje, Amistad, Lealtad, Respeto, Gratitud… Las compro todas.

Es una buena inversión y la amortizo con rapidez. Tengo un cliente al que le faltan las palabras. Lo estoy oyendo: “No tengo palabras para agradecer…” Voy para allí con mi mercancía.

Seguro que tengo alguna palabra de calidad para él. Una “Inefable” recién comprada…

Soy comerciante.

Compro y vendo palabras.

¿Tienes alguna que me interese?

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NB : Inefable: Que no puede ser expresado con palabras.

NB2 : Libertad : Facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra, y de no obrar, por lo que es responsable de sus actos. (RAE)

#Nueva realidad ( relato raro.)

Hoy, relato raro.  I am sorry.

(…)

Este trabajo está acabando conmigo. Me crea muchas dudas de esas que llaman “existenciales” pero… necesito el dinero.

Paso ocho horas laborables en una planta de reciclaje. Soy el encargado de la recepción y la clasificación.

Según las directrices de la planta, se deben fomentar acciones sostenibles para reducir los residuos en Europa así que , desde que se está publicitando nuestro trabajo, hay más concienciación y más reciclaje…

Llega el camión de las siete de la mañana. Lo oigo y…los oigo . Hay algunos que murmuran, otros que se quejan, otros que gritan y otros que ya llegan  amordazados y atados para que no puedan atacar al personal de planta. Hay algunos que tienen posibilidad de ser reciclados y enviados a su mismo entorno socio-familiar pero,  los más tóxicos, acabarán en la planta incineradora.

Vamos sacando a los seres humanos, de uno en uno.  Hoy, el material es especialmente peligroso.  El más difícil de reciclar… Son los que han dejado en los contenedores de reciclaje de “Psicópatas”.

A la que pueda, me cambio de trabajo…

psicopatas

Soul Eraser.

Me encontré la cajita en la puerta de casa. Era de un cartón sencillo y llevaba una simple etiqueta blanca con la palabra «SoulEraser». No parecía peligrosa pero sí que me resultó muy raro encontrar un paquete en el felpudo de la entrada, así que primero me agaché, alejada del paquetito y leí la etiqueta. Me acerqué un poco más y no observé nada extraño. Me incorporé y le dí un golpecito con el pie. Comprobé que era liviano y sentí una especie de alivio interior.

Ya más confiada, cogí  la caja y la agité . Había algo poco pesado que hacía un ruidito especial. Desde luego, no era metálico. Lo agité un poco más , situándolo cerca de la oreja y decidí que lo abriría en casa , que no era peligroso.

En el interior, protegido por un papel esponjoso, había un sencillo lápiz de madera con una punta de goma de borrar. Lo miré por arriba y por abajo. Le dí la vuelta, toqué la goma y presioné la mina de carbón. No parecía nada más que un sencillo lápiz de madera como los de toda la vida pero , en vez de poner Staedtler, allí , en letras marrones, habían grabado SoulEraser.

Lo dejé , olvidado, en un tarro en el que iba acumulando lápices y bolígrafos , hasta que un día lo cogí para tomar nota de un teléfono.  Se quedó por allí encima y , esa misma tarde, me ví inmersa en una larga charla telefónica con una compañera de trabajo en la que me informaba de las últimas noticias de la empresa. Yo optaba a una promoción interna que estaba segura que no me iban a dar, ya que mi rival era la mano derecha del jefe de departamento que iba a tomar la decisión. Mientrás escuchaba los cotilleos, iba dibujando tontamente . Pelo largo, ojos saltones… Sin querer, me iba saliendo una caricatura infantil de mi archi-enemiga laboral. Cuando colgué el telefono y ví mi obra de arte, no se me ocurrió otra cosa que empezar a borrarla. Le dí la vuelta al lápiz y froté el papel hasta que se llenó de migas de goma que tuve que sacudir de mis pantalones. Después lo arrugué y lo tiré a la papelera.

Al día siguiente, mi competencia directa para optar al ascenso había desaparecido de la faz de la tierra.  Nadie sabía nada de ella.

No-Nadie-Nada.

No diré que no me apenara aquella extraña situación pero , ya aposentada en mi nuevo cargo en el Departamento , cuando pensaba en ella , mi cerebro conjuraba la imagen de aquel dibujo grotesco.

Unos meses más tarde, me encontraba sentada en la mesa de la cocina tras una pelea con mi novio. Era domingo y él se había ido al fútbol con los amigos. Lo de «ir al fútbol» era un concepto muy amplio temporalmente : por la mañana, se iba a jugar con los amigos. Por la tarde, iba a ver el partido y por la noche, se tomaba unas cervezas viendo la repetición de las mejores jugadas… Después de media liga, Copa del Rey y Champions, la cosa había estallado… Irritada y aburrida,  con una taza de café en mis manos, empecé a juguetear con un papel y el «sencillo lápiz de madera» que seguía rodando por mi encimera. Dibujé su cabezota calva , el horrible bañador de flores , la forma abultada de las pantorrillas y el tatuaje que se había hecho en el tobillo del escudo de su equipo de fútbol. El dibujo, una vez más, representaba una figura grotesca de trazo no muy delicado. Era tremendo, así que, le dí la vuelta al lápiz y a borrar.

Mi novio no volvió jamás a casa. Nadie lo vió tras el partido.

No-Nada-nadie.

Identificado el «causa-efecto» , me dí cuenta que tenía un poderoso y sencillo lápiz de madera con la punta de goma de borrar.

Y podía borrar a las personas.

Así que ,me dediqué a dibujar a muchos y a muchas y a borrarlos con especial dedicación.   Es posible que si el lápiz hubiese caido en otras manos dibujantes, la cosa hubiese sido distinta pero me llegó a mí. Al felpudo de mi puerta.

Soy una persona muy volátil. No soy malvada pero sí un poco inestable.  Lo disimulo muy bien. Si me cabreas, te dibujo y te borro. Lo que pasa, es que no soy rencorosa y después, me sabe mal haberlo hecho. Si las personas no se borraran de verdad, no pasaría nada. Serían papelitos arrugados en mi cubo de la basura pero resulta que tengo el sencillo lápiz de madera y …yo…puedo borrar.

Mi madre me criticó por mi actitud cuando mi novio desapareció. Me llamó indecente por haber salido a tomar unas copas con mis nuevos compañeros de trabajo,  así que la dibujé y la borré. Hice lo mismo con mi mejor amiga cuando me acusó de estar desequilibrada y obsesionada con mi sencillo lápiz de madera.

Borré y borré hasta que dejé el sencillo lápiz de madera con la goma de borrar en las últimas.  Y con esto llego a hoy. Al ahora mismo.

Estoy sola. Completamente sola. Borrando y borrando se me ha ido la mano y ya no queda nadie reconocible en mi entorno. Nadie con quién compartir los recuerdos. No-Nada-Nadie.No quiero seguir aquí.

No hay nada.

No hay nadie…

Así que te tomado una decisión y he decidido borr…

(…)

 

 

 

Un mar.

Nadie sabía quién era aquella mujer que aparecía en la puerta de la Iglesia justo cuando tiraban el arroz a los novios. Siempre parapetada bajo un gran pamela blanca y con un gran bolso en la mano del que emergían pañuelos de lino, se acercaba a la madre de la novia o a la abuela o…cualquiera que estuviera llorando en ese momento.Se acercaba suavemente, deslizándose desde sus tacones , sin dejar ver su rostro, tomaba un pañuelo y enjugaba las lágrimas de aquél o aquella que estuvieran en ese trance.

Después, disimuladamente, guardaba el pañuelo en el bolso. Lo hacía con un movimiento estudiado, depositando su botín en unos frasquitos de cristal con una tapa hermética que había en el interior.

Hacía unos años, que había ampliado su ruta a las puertas de los Juzgados. Había descubierto que las bodas civiles también tenían los momentos de lágrima que a ella le interesaban. Las maternidades, también,  pero era más difícil pasar desapercibida con su bolso lleno de pañuelos…

Aquella mañana, la excursión de aprovisionamiento de lágrimas, había sido provechosa. Las bodas que había elegido, según la ruta programada, habían sido de las muy lloronas. Los pañuelos, estaban empapadísimos…

Cuando llegó a su casa, se dirigió directamente al laboratorio. Ni siquiera se sacó la pamela y se dio un susto de muerte cuando se vio reflejada en la tapa del centrifugador ultrasónico.

Nadie dijo que sería fácil conseguir un litro y menos, trabajando de incógnito pero…ya casi lo tenía. Examino la botella que contenía el destilado de lágrimas de bienestar. Le hubiese gustado llamarlas “ de la felicidad” pero de esas, de las puras , quedaban muy pocas y eran difíciles de conseguir. Las lágrimas de bienestar también servían a sus propósitos. Concentraban el justo estallido de amor en el pecho, el brinco equilibrado del corazón, la inclinación por el abrazo, una alegría dosificada y, sobre todo, una sensación poderosa de bienestar. Había mezclado todo eso con las lágrimas de risa, que había conseguido colándose el los banquetes aunque eso, en los tiempos actuales, cada vez era más difícil…

Los efectos del destilado eran sorprendentes. Sólo era necesario evaporar una minúscula fracción, menor que lo que es nano, para conseguir que el bienestar, se propagara con rapidez. Ese “Bien Estar” era un estado mental en el que la serenidad y el optimismo se mezclaban con precisión. Activaba lo mejor de  cada ser humano y lo potenciaba…

Se sacó la pamela y la colgó con el resto. Decidió que para la próxima ruta, se pondría la de color azul celeste…

El centrifugador ultrasónico emitió un zumbido. Vio como unas gotas de un líquido transparente y sedoso, atravesaban el alambique y caían en la botella.

Ya casi tenía su litro y debía contactar con la organización para poder entregarlo. Repartidos por todo el mundo, miles de colaboradores recolectaban lágrimas de bienestar. No habían querido que las grandes corporaciones de poder se apropiaran de la patente y dejaran a la humanidad sin el elixir mágico. Lo contagiarían a la población y el efecto tendría un crecimiento exponencial… Conseguiríamos salir de esta…

Hacía años que estaban recolectando y, pronto, conseguirían su objetivo.

Faltaba poco. Apenas unos cien millones de kilómetros cúbicos y ya estaría…

Tendrían un mar.

 

 

Compro prisa.

 

serious running businessman and big white clock in dark room

-¿Tienes prisa?- Más que una pregunta es una constatación de un hecho. Yo estoy sentado, tranquila y serenamente, en mi sofá amarillo mientras él, me habla desde la cima de su altura, paseándose casi como un péndulo. Aquí, allí, aquí, allí… Tiene prisa.

-Sí, mucha.

Yo no tengo prisa. Estiro mis piernas y las relajo encima de los  cojines. Dejo que mi espalda se amolde suavemente al respaldo del sofá. Cuando ya estoy en una posición agradable, me quedo unos segundos suspendido en la nada, deleitándome con el paisaje que me ofrece la naturaleza desde mi ventana…Eso sí que es un  privilegio. Observó ese campo de trigo, aún muy verde, que la brisa mueve y ondula como si fuera un mar. Casi puedo oír el susurro delicado que te arrulla como la más exquisita de las nanas…Lo único que me resulta molesto, es este tipo con prisa…

No me voy a sentar en este sofá, ni voy a perder el tiempo tomando un café contigo. Te repito que tengo mucha prisa.

-Cuando dices “mucha” ¿De cuanta hablamos?– Le dejó que calcule una cifra. Normalmente, la transacción se realiza de esta forma: ellos me dicen cuanta tienen y yo le pongo un precio. Si interesa, bien. Si no… no pasa nada. Hay mucha oferta.

Se me antoja un buen momento para hacerme una infusión relajante. Creo que voy a probar el té de frambuesa que me trajeron de Nepal. Me lo tomaré, sorbo a sorbo, dejando que el calor inunde mi cuerpo y el sabor de las fresas silvestres me conforte. Las nubes cambian de forma y se deslizan por el cielo, empujadas por un suave viento que esparce el aroma de este verano ya moribundo. Me apetece abrir las ventanas…

Yo creo que un par de kilos.– me responde  el hombre que tiene prisa– ¿Te van bien? Necesito el dinero y, de verdad, me tengo que ir ya.

No es mucha, pero con eso puedo pasar-Calculo cual sería el precio justo según los índices de cotización de la prisa en el mercado. Le digo la cifra y el asiente, moviendo enérgicamente la cabeza,  y me doy cuenta que estoy comprando prisa de una gran calidad. La necesito para cuando viajo a la ciudad o cuando me convocan para reuniones de negocios. Desgraciadamente, yo nunca he tenido prisa y, por eso, me veo obligado a comprarla.

Cuando estoy cerrando el gran tarro de cristal en el que he guardado la prisa recién adquirida, oigo como hierve el agua de la tetera. Me dirijo al hombre que acaba de venderme su prisa y le invito a probar el té de frambuesas del Nepal.

Nos sentamos los dos.  Estamos cómodos y relajados y nuestra mirada se pierde en el baile del trigo y en las montañas que se adivinan en la lejanía. El contraste cromático es de una delicadeza exiquisita: las pequeñas cimas se recortan contra un cielo de un azul turquesa casi imposible que se une a la franja del verde, fresco y chispeante…

Este té está delicioso-me dice mi proveedor de prisa.

Le agradezco el comentario y doy otro sorbo. Las fresas silvestres estallan en mi paladar y lo acarician.

Sí. Está delicioso…

Vendo mi voto.

Hace cinco años que escribí esto…

vendo

Todo empezó tontamente… Una frase , un viral en twitter. “Vendo mi voto”

¿Quién iba a pagar por un voto? Los partidos políticos ya sabían cómo conseguirlos, gratis. Una mentirijilla por aquí, una promesa tentadora por allá, una amenaza de lo que nos vendría, muchas luces, colores y fanfarria y, sobre todo, el hartazgo de la gente al saber que seguían tomándolos por tontos…Mira, se iba a votar o no, dependiendo de los planes de ese día… No era importante…

A los partidos poderosos ya les iba bien esta desafección. A mayor abstención, mayor reparto de beneficios mientras que los pequeños partidos , se veían condenados a la invisibilidad…

Pasó el tiempo y dejamos de votar pero tampoco pasó nada, ya que con los afiliados a los partidos poderosos, ya tenían cupo para seguir ocupando escaños pero, con los años, los “miembros del partido” fueron desapareciendo. Ley de vida.

Y, entonces, llegaron una de esas Elecciones de Comunidades Mancomunadas Federadas Autónomas Co Dependientes y a uno, se le ocurrió poner en venta su voto. Cuando publicó su tweet (con una foto arregladita en la que ponía “Vendo mi voto”) no sabía que a los partidos súper-poderosos no les cuadraban los números y que tenían que conseguir un número concreto de votos para poder seguir en…política.

Como fue el primero, se forró. Tuvo sus momentos de duda y de pensamientos trascendentales acerca del valor moral de su voto pero… el valor, traducido en euros, le daba para salir del agujero en el que estaba metido. La maldita crisis eterna…

voto2

La noticia se extendió y, de repente, la gente se dio cuenta que poseía un “algo” (por no poner derecho/obligación), en desuso que tenía un valor real. Así que empezaron a vender sus votos… Y, claro, hubo una “burbuja” del valor de los votos. Todos creían que su voto valía 1000, después resultó que no les daban más de 30…Esa burbuja fue la que permitió hacer los cambios y tomar las medidas necesarias que-si-no-es-en-situación-de-crisis- nadie-se-atreve-a-tomar.

Y, por fin, se cambió el sistema político y el sistema electoral… Y cambiaron los políticos…

El “Vendo mi voto” fue el principio de estos tiempos…

Hoy, nadie vende su voto. Ahora vale tanto, que no existe dinero suficiente para comprarlo.

votos2

NB : Pregunta tendenciosa-reflexiva-irreal ( de respuesta interna): ¿Venderíais vuestro voto? Hoy lo he preguntado en mi entorno, dando un valor de 6000 €    ( olé, me he pasado, lo sé) pero obligando al cambio de tendencia de forma radical y nadie ha dicho que no. Es más, regateando, se pueden conseguir votos a precios de chollo…