El precursor de los actuales rompecabezas data de 1767.
El cartógrafo inglés John Spilsbury diseñó un mapa del mundo pegado sobre una tabla de madera y luego lo cortó en piezas siguiendo las fronteras de los países. Su propósito original era ayudar a los niños a aprender geografía de una forma interactiva.
207 años después, el rompecabezas más famoso del mundo ha evolucionado y es tridimensional . Tiene 43 trillones de combinaciones posibles y una solución : el Cubo de Rubik. Inventado en 1974 por el escultor y profesor de arquitectura húngaro Ernő Rubik.
Le he pedido a DALL-E y a GROK , herramientas de IA, una imagen para conmemorar este día, para comparar la creatividad de cada una.
DALL-E
GROK
Nota: Quería incluir DeepSeek, la nueva herramienta, pero está tan a tope que no he podido ni registrarme.
Son universales. No importa la tendencia religiosa que se practique, la celebración o el rito. Las velas siempre han estado presentes en templos, altares y palacios.
Serían de los pocos objetos actuales que un egipcio o un cretense del 3.000 a.C., si aparecieran de repente en este siglo, reconocerían sin problemas. Eso sí, quedarían sorprendidos por los aromas y colores de nuestras velas. Se cree que ellos usaban sebo animal, lo que generaba humo negro y un olor desagradable.
Las velas están presentes en frases que utilizamos habitualmente.
“Estar a dos velas” significa estar sin blanca, es decir, sin dinero ni recursos. La expresión se extiende a cualquier tipo de escasez. En El porqué de los dichos, José María Iribarren sugiere que proviene del juego. Antiguamente, en las timbas y partidas de naipes ilegales, el banquero solía contar los puntos y el dinero a la luz de dos velas. Si un jugador ganaba todo el dinero de la banca, literalmente dejaba al banquero “a dos velas.” (Revista Muy Interesante).
“Dar vela en un entierro,” o no darla, se refiere a involucrarse en asuntos ajenos. Antiguamente, se acompañaba al difunto desde casa hasta el cementerio en una comitiva a pie, llevando una vela encendida en la mano. Si no formabas parte de la comitiva, no tenías vela.
Para velas curiosas, esta de Batman. Sirve para pedir ayuda y tal como está el mundo, hay que encenderla ya mismo.
Y, por último, una vela especial para quienes no soportan las velas de cumpleaños. Para quienes no quieren soplarlas ni verlas. O, simplemente, para quienes no les gustan las velas en absoluto. Esta es su vela.
Porque no hay más cera que la que arde, aquí termina el post sobre velas.
He llegado al lugar donde la tribu reúne los elementos esenciales para su hábitat. No compiten por obtenerlos. Hay en abundancia y los intercambian mediante su peculiar sistema de trueque con papeles y plásticos de gran valor para ellos.
Los miembros de la tribu recorren pasillos , siguiendo unas indicaciones visuales, hasta localizar los objetos que necesitan. Siguen los caminos de ese laberinto sin descanso.
En una zona específica, encuentran vehículos rudimentarios de dos ruedas que usan para transportar los objetos seleccionados. Estos están distribuidos en otra área de pasillos, donde señales gráficas les indican las coordenadas para localizar los artefactos que han seleccionado anteriormente y que conformarán su entorno vital.
Los miembros de la tribu enfrentan volúmenes enormes: altos, largos y anchos. Para muchos, resulta difícil tomar posesión de ellos y aún más transportarlos hasta su hábitat.
Una vez en la cueva, deben reconstruirlos. No todos los individuos poseen la misma habilidad para ensamblar los artefactos, que reciben completamente desarmados. Muchos no han desarrollado la destreza manual ni la comprensión de las instrucciones de montaje. Deben invertir más del doble del tiempo previsto para completar estas tareas. Durante ese proceso, expresan palabras malsonantes y otras en un sueco deformado, difícil de entender para este investigador.
Una vez estructurado el hábitat con todos los artefactos en su lugar, los miembros de la tribu experimentan una profunda satisfacción.
Concluyo que el placer de ver el artefacto ensamblado es la recompensa obtenida tras el arduo proceso para lograrlo.
Propongo crear un centro de prueba en nuestro planeta.
Pobres espárragos. Tan bonitos como son y tan deliciosos, terminan siendo el recurso perfecto para expresar que queremos enviar a alguien lo más lejos posible de nuestro perímetro.
“Vete a freír espárragos”, según la RAE, es una locución adverbial coloquial que se usa para despedir a alguien con aspereza, enojo o sin miramientos.
Pienso en esto mientras salteo unos espárragos trigueros, que se cocinan de forma rápida y sencilla. No sé por qué eso de enviar a la gente a freír espárragos.
Leo que el uso de esta expresión se documenta desde el siglo XIX y que originalmente se refería a los espárragos de calibre grueso. Esta variedad, más robusta, se cocina hervida o al vapor. Como su cocción era rápida, mandar a freírlos llevaba más tiempo y era una forma menos valorada de prepararlos. Así, la frase sugería hacer algo inútil y prolongado.
Menos con los trigueros.Si mandas a alguien a freír espárragos trigueros, volverá enseguida con el plato listo en la mano. Es útil para disfrutar unos minutos de soledad, pero no cumple con la función de «despedir a alguien con aspereza».
Dicen en la radio que mañana hará frío. Hablan de “temperaturas invernales”. Lo escucho mientras ordeno un armario y decido qué hacer con los jerséis de lana que no uso desde hace tiempo.
Ocupan demasiado espacio y, con el clima actual, dudo que el invierno vuelva a Barcelona. Antes era un invierno suave, pero al menos ofrecía días para llevar lana, bufanda y abrigo. Ahora es un invierno que te invita a comer en la terraza de un restaurante, con el sol tibio que aún calienta y una temperatura de 19 ºC en pleno enero.
Abrigos y bufandas están ahí, olvidados. En una esquina del armario, la de invierno, en una ciudad donde el invierno apenas existe.
Algunas prendas se salvarán. Los viajes ocasionales al frío verdadero serán su salvoconducto. Pero la mayoría, por ahora, irá a unas cajas. Les pondré un rótulo para identificarlas: jerséis de lana en peligro de extinción.
El fondo estaba listo, pintado con pintura de pizarra en color crema. Había encontrado las letras en un cajón olvidado. En su momento, eran autoadhesivas, pero estuvieron tanto tiempo guardadas que ya no pegaban. Por eso usé mi superpegamento, ese que te engancha los dedos antes de que te des cuenta.
Coloqué las letras con cuidado. Sin embargo, al añadir los puntos de las “i”, que no existían, la “m” se movió, y también un poco la “n”. El pegamento era tan fuerte y rápido que no pude corregirlas. Ahora, no hay quien las mueva sin romper la tela del bastidor. No sé si repetiré este experimento, pero ya tiene un título.
Hace unos días, suena el timbre de la puerta. Una voz de una mujer joven, se identifica como mi vecina y me dice que me llama por el gato. Pensé que por fin conocería al propietario de mi amigo gatuno pero cuando abro la puerta me encuentro con una chica y un cochecito de bebé y el gato gordo, sentado en el quicio de mi puerta.
-Es que lo he visto fuera y he pensado que no podía entrar.
-No es mío, le contesto
El gato nos mira a las dos.
-Como estaba delante de la puerta y lleva collar…
Le explico que el gato es un fiel visitante de mi casa pero que no sé de quien es. Algún día lo descubriré pero mis pesquisas entre los más cercanos , no ha dado frutos.
En este punto, el gato ya está cansado de la conversación humana que ya se dirige al bebé y a temas más sociales y pega un brinco , se encarama en el muro y salta hacia mi casa. No hacía falta que le abriera la puerta, por supuesto. Es ágil y elegante , aunque parezca que no por lo robusto que está, y cuando cae en el suelo, se gira y nos mira en plan divo .
La vecina está sorprendida por su tranquilidad . “Los gatos no son tan cercanos a los extraños”. Este sí, soy testigo. Ahora, ella también siente curiosidad por saber de quien es el gato.
Esto va de series. Del tiempo que perdemos en decidir que serie ver. De la multitud de plataformas que hay a nuestra disposición. Cientos y cientos de estímulos en los que me pierdo…
El otro día, buscando serie, viendo trailers de muchas series y hasta las narices de mi indecisión sobre que serie ver, voy y me topo con LOST.
Recuerdo la emoción cuando comprábamos el pack de una temporada completa en DVD . DVD, algo que ya es viejo. Me puede la curiosidad . Habrá envejecido , como yo.
Y aquí estoy. Volviendo a ver las tropecientas temporadas porque aunque se ha hecho mayor , se conserva bien. La escenografía, la banda sonora, los giros constantes, las tramas individuales, lo guapos que están todos aunque estén abandonados en una isla aparentemente desierta…
Y aunque tengo todos los spoiler del mundo en mi mente, sigo en la interminable Lost.
Intentar contar una historia en pocas palabras no es tarea fácil.
Debe tener un inicio atrayente, una trama, un desenlace y un cierre que, si es impactante, mejor que mejor. Todo ello, de una brevedad extrema.
El Museo Del Prado y Escuela de Escritores retan, a todo aquel que se atreva, a escribir un microrrelato inspirado en una selección de obras que se exponen en el museo.
Los microrrelatos seleccionados se imprimirán y se podrán leer en una cartela que se expondrá durante tres semanas junto a la obra que lo ha inspirado… en el Museo Del Prado. ¡Qué lujazo!
Podéis consultar las bases en este link. Hay tiempo de presentar los micros hasta el 19 de diciembre y se hace de forma sencilla desde el formulario del enlace.
205 palabras ( se conmemoran los 205 años del Museo) para contar una historia. ¿Os atrevéis?
El origen de este DIY, está en una jornada dedicada a ordenar el armario y, básicamente, a hacer un harakiri de camisetas. O sea, prescindir de esas que llevan conmigo más de una década y que, por una extraña razón, me siento reacia a reciclar, aunque lleven años encerradas sin ver la luz.
Inmersa en la labor de orden y concierto, he encontrado un cuello de pelo sintético que saqué de la capucha de una parka. Nunca me lo he puesto…También, aquel jersey de color caqui que utilicé hasta casi deshacer el algodón y que acabó con un manchurrón de lejía en el centro y la camiseta marrón, destinada al mundo de los trapos.
Al ver el cuello peludo, me he acordado de un DIY que guardé para unas futuras píldoras navideñas: la creación de un Tomtenisse, un duende navideño escandinavo, encargado de la protección del hogar.
Así que , me he puesto manos a la obra.
Al final, me han salido dos.
La Sra Nis y el Sr. Se son mis duendes navideños.Voy a estar super-protegida…
Son imperfectos, como es habitual en este blog. Los gorros son un poco amorfos, las narices no acaban de estar conseguidas, pero ahí están.
Facilísimo, por cierto. Incluso para torpes como yo…