El garden.

Me encanta ir al garden. Es una pequeña porción de la belleza de la naturaleza, con aromas florales y plagada de tonalidades verdes relajantes. Cuando entro, me relajo. Me gusta ir con tiempo y disfrutar de la experiencia.

Observo a quienes tengo a mi alrededor, circulando con sus carritos, motivados la mayoría, porque en ese lugar, entre flores y plantas, nacen muchos proyectos. Hay quien está planeando decorar una terraza; una madre y una hija con sus macetas, bolsas de tierra y abono, y una variada selección de geranios, margaritas y un rosal; la pareja que carga con grandes tiestos de terracota y unos ficus arbolados preciosos; un hombre con pequeños semilleros de lechugas, pimientos y perejil; o la chica que lleva un rato entre las aromáticas: ya tiene albahaca y romero, y ahora está con el tomillo. Muy cerca, una familia llena el carrito de lavandas: los niños llevan una maceta cada uno.

En la zona de los olivos, dos hombres examinan unos ejemplares magníficos.

Los proyectos comienzan ahí, en ese lugar fragante y visual. Después, continúan en nuestro hogar: colocando las macetas con los geranios rosas (aunque la madre los quería rojos), decorando el porche con plantas preciosas, plantando las lechugas en el huerto o situando un pequeño olivo en el jardín.

Lo mejor es que siempre habrá otra visita al garden.
Y nuevos proyectos.

El perfume más antiguo del mundo.

¡Por fin ha llovido!
Ha sido algo rápido. Primero, el sol y ese calor asfixiante que nos acompaña en los últimos días. De repente, la luz ha desaparecido, han surgido nubarrones negros de la nada y ha empezado a llover con fuerza, acompañada de viento.

La lluvia ha durado un buen rato. Cuando ha cesado, el ambiente se sentía mucho más fresco, algo que he agradecido casi con una danza tribal espontánea. Estaba en el campo, así que también he percibido ese olor intenso, casi eléctrico, que llega justo después de la lluvia.

Ese aroma maravilloso se llama petricor. Aún no está recogido oficialmente por la RAE, pero aparece en su lista de neologismos en uso habitual. No la había oído nunca…

El término petricor fue acuñado en 1964 por dos investigadores australianos. Describe el olor agradable que se libera cuando la lluvia cae sobre suelo seco. Ese perfume, tan evocador, se debe a una combinación de aceites vegetales y a una sustancia llamada geosmina, producida por bacterias del suelo.

Sí, este aroma tan característico se lo debemos a una bacteria.

Estas bacterias viven en la tierra y, al descomponer materia orgánica, generan moléculas que se liberan al aire con la lluvia. Entre ellas, la geosmina, con su olor fuerte, terroso, inconfundible.

No es perjudicial para el ser humano. De hecho, tenemos una relación extrañamente íntima con la geosmina: somos capaces de detectarla incluso en concentraciones ínfimas. Evolutivamente, se cree que esta sensibilidad nos ayudaba a localizar agua o tierras fértiles tras la lluvia.

Como curiosidad, los camellos y otros animales del desierto pueden oler la geosmina a kilómetros de distancia, guiándose por su aroma para encontrar agua o zonas húmedas.

Un escritor te diría que es uno de los perfumes más antiguos del planeta: una exhalación mineral, un toque de tierra viva que reconforta.
La ciencia te dirá que es la liberación de geosmina.

Sea como sea, es una maravilla.


Esparciendo.

Nadie sabía qué hacía exactamente aquella mujer de la bicicleta rosa. En la parte trasera llevaba una cesta de mimbre blanco, aparentemente vacía. Cada mañana pedaleaba frente a mi ventana, dejando tras de sí un aroma dulce, como de canela, azúcar o caramelo.

Iba erguida, con porte regio, aunque lo rompía esa alegre melodía que silbaba o canturreaba según el día. Al principio pensé que iba a algún sitio, pero pronto descubrí que daba vueltas en círculo. Era extraño, sí, pero su amabilidad y el perfume que dejaba nos hicieron acostumbrarnos a ella.

A veces se detenía, comprobaba el interior de la cesta y seguía. Un día no aguanté más y pregunté qué miraba allí dentro.

—Llevo mi amor —me dijo con una sonrisa luminosa—. Al salir de casa había más de una tonelada. Ahora me quedan… ¿veinte kilos?

—¿Y tu amor se gasta?

—No mengua. Lo esparzo. Está en las calles, en los árboles, en los semáforos…

—No lo veo —admití—, pero huele muy bien.

—Hoy huele a vainilla salvaje —dijo antes de marcharse, lanzándome un beso—. Hay un montoncito debajo de tu ventana, por si lo necesitas.

Su locura, encantadora y a la vez triste, me provocaba una gran ternura.

Seguí viéndola pasar por mi ventana. Me sonreía con cariño y yo le devolvía la sonrisa. Cuando se alejaba, debía sacudirme esa extraña sensación de pena que sentía por ella.

Pero una mañana ocurrió algo extraordinario. 

Un hombre llamó a mi puerta.

—¿Es suyo este montoncito de amor?

—No, es de la señora de la bici rosa.

—¿Dónde puedo encontrarla?

—En cinco minutos pasará por aquí.

El encuentro de esas dos personas fue delicioso. El aroma a vainilla saturaba el ambiente. La señora de la bici rosa fue desacelerando el pedaleo cuando vio al hombre que me acompañaba. Se paró, puso el caballete y se lanzó a sus brazos. Se besaron y se abrazaron sin dejar de reír.

—¡Has encontrado mi amor! —dijo ella, colgándose de su cuello.

—Lo he visto por todas partes… incluso bajo esta ventana.

Me regalaron la bicicleta y se fueron calle abajo, felices.

Nunca los volví a ver. Me dijeron cómo debía esparcir mi amor, pero no lo hice… al principio.

Hasta que una mañana lo vi: un montoncito de corazones rojos bajo mi ventana. Bajé al trastero, cogí la bici. La cesta estaba llena. Salí a la calle.

Soy esa mujer que pasa por delante de tu puerta. Esa que no sabes qué es lo que lleva en su cesta. La extraña loca que pedalea en círculos…

Pero no te preocupes. He dejado un montoncito bajo tu ventana…

#NuevaRealidad ( Una flor sin fragancia.)

El pasado mes de octubre me regalaron una camelia ( Camelia Japónica). Es un pequeño arbusto, también llamado Rosa de Invierno de Japón, con hojas perennes de color verde intenso y unas flores que funcionan al revés que las que yo conozco : florecen de invierno a primavera.

Me alegra tener flores en casa en este mes de diciembre …

Proceden de Asia y se introdujeron en España en el S.XVI y aquí,  dónde mejor se aclimataron,  fue en Galicia . Especialmente Pontevedra , un paraíso de las camelias.

De las muchas curiosidades que he encontrado sobre este precioso arbusto, hay dos que me han llamado la atención. El resto, me las reservo para contarlas al ritmo que vaya floreciendo este precioso arbusto durante este extraño invierno. Flores potenciales no le faltan…

Una de esas peculiaridades es que las camelias carecen de fragancia.

El olor, el color y la forma son los mecanismos más comunes que presentan las plantas para atraer a los polinizadores. En este caso, para favorecer la atracción se compensa con flores más vistosas y sugerentes, pero…no huelen.

Otra de esas curiosidades es el “bo-to”. Es la transcripción del sonido con el que los poetas japoneses describen la caída de los pétalos, pero, atención, no van cayendo poco a poco. Son solidarios los unos con los otros y se caen todos a la vez. Esta característica la podré experimentar en directo para corroborarla. La magnífica flor que estoy fotografiando debe caer entera y, si hay (mucha) suerte, estaré ahí para oír el “bo-to”.

Doy la bienvenida a la camelia que, aunque no sea fragante es preciosa y se ve que hace un ruidito monísimo cuando cae la flor.

No se comen.

Aunque sea lo primero que pienses al ver estos jabones…

Design: Ahhaproject

Estos, además de deliciosos, ecológicos. De Holland & Barrett’s.

Tradicionales pero igual de apetitosos.

Designed by: Menta (México)

 

Cuidado con la Puri.

Por si alguién se lo pregunta al acabar de leer :

No tengo ni idea dónde venden el jabón de bergamota y lima.

Lo juro.

Puri era una enamorada de los jabones artesanos. Por mucho gel o mousse hidratante que le pusieras delante, ella prefería su pastillita de jabón. De los de porción, con su forma cuadrada o rectangular. Hecho a mano, a poder ser.

Sus jaboncitos producían crema que no espuma. A Puri le habían explicado que la espuma, era un invento psicológico de la industria de la cosmética.  Y no había más que observar la luminosidad de su piel para confirmar que sus cremosos jabones eran una maravilla.

Prefería los que tenían una base de aceite de oliva a los de glicerina. Tenía un surtido de diferentes aromas que escogía en base a su estado de ánimo: manzana verde con toques de esencia de coco para la alegría; aloe vera y rosas para el amor; melisa y caléndula para relajarse pero el que más utilizaba era el de manzana porque Puri era, ante todo, una persona alegre.

Alegre y bondadosa. Alegre y paciente. Alegre y resignada.

Alegre y complaciente.

Puri no sabía decir “No”. Y tampoco sabía hacer “No”.

Siempre estaba disponible para su familia, para sus amigos, para sus vecinos…

Puri te ayudaba si lo necesitabas…

Puri, cariño, ¿Puedes ir a buscar a Mamá –aunque tú vivas a 2 horas del centro y yo a un cuarto de hora- y llevarla al médico? Puri iba.

Puri, tesoro, ¿No podría hacer tú la cena de Nochebuena? Aunque seamos 18, te apañas mejor en la cocina que yo– Dieciocho adultos (y siete niños inesperados) en casa de Puri.

Puri, no puedo más. Me he enfadado con mi marido (por una tontería insignificante) y quiero quejarme de él durante un par de horas. Me da igual que acabes de llegar de la visita al médico de tu madre. No importa que sospechen que tiene un principio de Alzheimer. ¿Tú, preocupada? Nada, mujer.  Yo te voy a taladrar durante dos horas con mis (insignificantes) problemas… Y Puri escuchaba los lamentos y los “y yo” de la amiga de turno a la que el marido le había dicho que las lentejas estaban sosasPero Puri parecía asumir su condición de “Puri” de forma asombrosamente serena y vivía sus días entre jabones y abusones.

Una mañana, mientras se lavaba la cara con su jabón de manzana verde, descubrió que era la última pastilla que le quedaba. Iba tan ajetreada con los problemas familiares que había olvidado comprar una de recambio. Se dirigió a la Jabonería Rosita, la única tienda de jabones que había cerca de su barrio (a una hora, caminando), y contempló con estupor el pequeño local, cerrado a cal y canto y con un gran cartel: “Se Traspasa”.

Regresó a casa, decidida a buscar en Internet otra jabonería donde comprar productos artesanales, no sin antes pasar a dejar el curriculum de su sobrina en un Bufete de Abogados, recoger las medicinas para su madre, la ropa de la tintorería de su hermano y tomarse un café con su amiga Pepa, que tenía una hija adolescente que la traía por el camino de la amargura (!Esta hija mía, me va a matar!).

Ya delante del ordenador- había ayudado a una vecina anciana a subir la compra y después había estado un rato conversando con ella (para hacerle compañía)  aunque aquella era la vecina que tiraba lejía a la ropa tendida – investigó en los buscadores y encontró dos posibles tiendas de jabones. Visitó las webs de ambas y descartó la Jabonería Marsellesa: no tenían jabón de manzana verde con esencia de coco. Al día siguiente, visitaría “Tu jabón”. Estaba más lejos de su casa pero tenía productos que valían la pena… Además, se había encaprichado de un jabón de canela y vainilla…

Lo tenía en las manos en aquel preciso momento y se estaba deleitando con su aroma…

El intenso olor le recordó su visita de esa tarde a “Tú jabón”. A pesar de estar rodeada de sus jabones preferidos y otros deliciosos como el de rosa mosqueta y violeta africana, se sentía inquieta. La mujer que la atendió le explicó que cada persona tenía asociado un jabón y que éste actuaba en la personalidad de cada uno de forma diferente. Lo de la “personalidad “le pareció escalofriante. El binomio era jabón y piel pero… ¿El carácter? La señora de la jabonería le tendió una pieza: “Este es tu jabón: bergamota y lima. Es el primero en el que te has fijado. Es tu jabón. “.

El cajón de los jabones de Puri acogía más de 20 pastillas (la mitad de manzana verde y esencia de coco) que había adquirido en “Tu jabón”, precisamente , para volver lo más tarde posible y evitar a la extraña mujer. La pieza de bergamota y lima estaba colocada en el fondo del cajón. Casi oculta…

La vida de Puri seguía su curso normal “de la vida de Puri”. Trabajo, familia, amigos,… Su madre había empeorado y , afectada por la situación, se sentía muy triste. En eso pensaba mientras abría el cajón de los jabones.  Sus manos eligieron una de las piezas y se sorprendió al ver el jabón de bergamota. Lo iba a dejar de nuevo,  escondido,  cuando recordó un artículo que había leído en el periódico en el que hablaban de las propiedades antidepresivas de la fruta…

Ese día, se duchó con el jabón de bergamota.  Antes de hacerlo, le dio un mordisquito. Sabía que era una costumbre tonta pero , siempre que lo hacía, recordaba a su abuela, riñéndola (ella siempre se declaraba culpable de las trastadas de sus hermanos) y obligándola a lavarse la boca con jabón.

El aroma cítrico y fresco le pareció revitalizante. Se sentía fresca. Chispeante…

Puri, querida, vamos a quedar para comer. ¡Hace tiempo que no nos reunimos todo el grupo y ya hay ganas! Seremos doce y, claro, los niños. María no puede hacerlo en su casa: esta de obras. Julia y Jaime acaban de poner tarima y dicen que el olor de barniz es muy molesto. Ya sabes que Lucas vive lejos y con los niños no nos podemos meter en el coche tres horas. A mí no me importa hacerlo pero los niños quieren salir de casa y cambiar de aires. ¿Qué te parece en tu casa?

Y Puri contesta: Mira, querida, las tres últimas reuniones de grupo las he hecho yo en mi casa. Venís sin nada, ni una botella de vino barata y, aún peor, os bebéis mis reservas de vino y cava. Los niños son unos maleducados a los que dejáis saltar en mi sofá blanco con las manos pringadas de Nocilla, sin decirles ni mú. Y aprovecho ese “mú” para decirte que ese vestido blanco y negro que llevabas la última vez (y que me preguntaste como te quedaba y yo te dije que “genial”) te hace parecer una vaca. Lo siento, soy tu amiga y te tengo que decir la verdad. Ya me llamarás para decirme en casa de quien es la comida… ¡Ah! Y yo voto por una barbacoa.

Puri también habló con su hermana: Esta semana llevas tú a mama al médico que ya es hora de que lo conozcas. Con su vecina: Señora Eufemia, le ayudaré con la compra que Ud. Ya está mayor, pero cómo vea una gotita de lejía en mi ropa, vengo y saco todo lo que llevo poniendo en los armarios todos estos años y se lo dejó en el salón. ¿Estamos? Con su amiga: Dile a tu marido que cocine él las lentejas: “yo me lo guiso, yo me lo como” así no tendrá problema con el punto de sal…Capullo.

Y, sí, el extraño jabón afectó a la personalidad de Puri que, tras lavarse la boca con él, dejó salir por la susodicha todo lo que le venía. De sopetón. Sin piedad.

Los que la conocían, echaban de menos a aquella mujer alegre y bondadosa. Alegre y paciente. Alegre y resignada.  Y, la verdad,  nadie podía decir que no estuviera alegre. Alegre y descarada. Alegre y combativa. Alegre y segura.  Un “alegre” que hacía que  Puri se sintiera como nunca.

Así que se fue a “Tu jabón” y ante la sonrisa complacida de la dependienta de la jabonería, se llevó todas las existencias de pastillas de bergamota y lima…

Y voy a ir acabando que si se entera que estoy escribiendo su historia para publicarla en este blog , me va a llamar y me va a decir que para mis relatos utilice mis experiencias y no las de otros. ¡Vaya cara, escribir de mí sin mi permiso!-me dirá.

Tal vez se lo debería haber pedido , que esta Puri es mucha Puri y visto su armario repleto de jabones de bergamota y lima, tiene para un rato de…alegría.

Si pregunta, yo no he sido.

 

 

Maravilla.

Habrá pocas palabras en este post.

Una visita a un nuevo hogar. Gente joven. Preciosa ilusión. La vida por delante… ¡Qué maravilla!

He llevado un ramo de romero, menta, laurel y tomillo. Todo de mi casa, para esa casa.

Para desear un futuro pleno de la más fragante felicidad del mundo…

Y (me repito) : ¡Qué maravilla!

Rose 31

 

De Dubái me traigo un aroma. Rose 31.

Era la fragancia de las amenities del hotel y nos capturó a todos desde el primer momento.

Todos olíamos a Rose 31.

Esta fragancia ha sido creada por la compañía neoyorkina: Le Labo Fragances. Fundada en el 2006, renunció al artificio que envuelve el mundo del perfume para centrarse en la producción artesana. Su packaging es toda una declaración de intenciones…

 

Me voy.

Un relato , inspirado en el #GastroRamo de la semana.

Te envío una foto, ¡Ya verás que bien huele!

Es un mensaje de mi amiga Alicia. Se ha ido a vivir allí donde dicen que ya está llegando el fin del mundo. Ella prefirió mudarse a ese lugar que a los búnkeres anti -todo (contaminación, agentes tóxicos y bacteriológicos, radiación, ondas electromagnéticas, etc., etc., etc.…)  en los que vivimos ahora los que tememos por nuestra seguridad.

La imagen se descarga en mi dispositivo. Una vez escaneada por los sistemas de defensa del sistema, se me permite abrirla. Hace mucho tiempo que no percibo aromas… Cuando Alicia me envía esas imágenes sensoriales, siento que estoy ante un tesoro. Tenemos tecnología que nos permite que las imágenes transmitan aromas y sensaciones, pero no sabemos cómo salir de aquí…

Pasa el tiempo y seguimos en los búnkeres… De vez en cuando, Alicia contacta conmigo… Aún hay vida, allí, en el fin del mundo. Estoy planteándome abandonar la seguridad de este refugio e irme con ella…

Abro la foto e, inmediatamente, percibo el aroma del romero y la menta. Parece que hay un trazo de orégano, pero es más tenue. Inspiro profundamente. ¡Qué delicia! ¡Y qué preciosas son las flores!

Vuelvo a inspirar. El efecto de aroma en la imagen dura apenas un minuto. Aún no se ha descubierto como hacerlo perdurar…Siento una frágil brisa. Debía haber un poco de viento cuando se tomó la foto…

Cuando ya se ha pasado el efecto sensorial y la imagen es sólo una imagen, he tomado una decisión.

Firmo el alta voluntaria de abandono del búnker.

Me voy, allí, dónde dicen que llega el fin del mundo, pero aún tienen romero, menta y brisa…

De las virtudes del romero se puede escribir un libro entero.

 

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Desde que tengo esta botella de vino rosado Zutanita, renuevo el romero que le puse en la primera ocasión. Me gusta especialmente ese momento “romero”. Siempre me impacta su aroma y su persistencia. Se queda colgado de mis manos durante un buen rato y me produce una sensación muy agradable.

Recuerdo el alcohol de romero que elaboraba mi padrino. Era masajista de un equipo ciclista profesional y cuando se acababan las etapas, hacía masajes con este alcohol que preparaba en su casa. Era alcohol de 96 º , al que añadía ramas de romero fresco ( tenía que ser cortado el mismo día que lo ponía a macerar) y lo dejaba de 20 a 30 días, a oscuras y en un lugar fresco…También evoco los armarios de la casa del pueblo, en el que había manojos de laurel o de romero, atados , colgando entra las perchas para evitar las polillas . Cuando lo abrías, ya notabas su fragancia…

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El romero es una planta apreciada desde la Antigüedad. Consagrado a Afrodita por lo griegos ,que la consideraban una planta afrodisíaca. En Roma, se quemaban sus ramas para atraer suerte y en la Edad Media, en Europa, para desinfectar los hospitales. Los faraones egipcios perfumaban su viaje al otro mundo con un ramillete de romero sobre su tumba.

Además de su protagonismo en ramos y rituales, es un gran antiséptico y alivia las fatigas musculares. Inacabable la lista de beneficios de la planta…

Aún lo huelo en mis manos.  Y noto su energía…

Hay un refrán que dice “De las virtudes del romero se puede escribir un libro entero” .

Cierto. ; – )

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