Expectativa Pinterest, realidad tostador ( y el olor a coliflor).

Expectativa: Quieres que la cama luzca como la de un hotel de lujo: muchos cojines de diferentes tamaños y un camino de cama perfecto sobre una colcha impecable.

Realidad: Cada noche tienes que destruir la muralla de cojines que no vas a usar, doblar el camino y la colcha y buscarles un sitio hasta el día siguiente. Y vuelta a levantar la fortaleza al otro día. Y al otro. Y al otro… Bonito, sí.


Expectativa: Una cocina minimalista: solo el exprimidor y la batidora a la vista, una planta en cesta de mimbre y un cuenco de fruta natural.

Realidad: Tienes más utensilios que usas y quieres tener a mano cuando cocinas. Y ese tostador horizontal, de bar, que te va de maravilla, te acompaña desde hace años y ya ni siquiera se fabrica. Es feo, sí, pero imprescindible.


Expectativa: Cocina abierta al comedor-salón. El espacio se ve más amplio y, cuando tienes invitados, puedes hablar con ellos mientras preparas la comida.

Realidad: Funciona si solo haces ensaladas y platos fríos, pero si guisas, te encanta el pescado a la plancha o la coliflor hervida, prepárate para abrir todas las ventanas y montar una ventilación cruzada para sacar el olor a comida de toda la casa.


La expectativa es lo que sale en las revistas y en los proyectos de interiorismo.
La realidad es la vida que pasa dentro. Y una casa vivida tiene vida. La tuya.

Menú infinito.

Te sientas a la mesa. El primer contacto es amable. Pides algo de beber. Llega un platito de aceitunas y la carta. Agradeces que no sea un QR. En DIN A4 se lee mejor que en el teléfono.

La carta es grande, y no solo de tamaño. La oferta desborda: entrantes fríos y calientes, ensaladas, arroces, pescados y carnes. En cada apartado, opciones a mansalva.

Cuando algo te apetece, lo marcas mentalmente; dos líneas más abajo aparece otra tentación. Ni siquiera has salido de «Entrantes» y ya dudas.

Sigues, porque quedan muchas propuestas por descubrir. La abundancia, más que abrir el apetito, lo divide.

Terminas la lectura empachado de posibilidades, y aún descubres una hoja suelta: «Sugerencias del día». Diez más.

Mejor cartas cortas: la elección es más amable y, si hay pocos platos del día, suelen ser, de verdad, del día.

Lo escribió Baltasar Gracián, un autor barroco del Siglo de Oro español : Lo bueno, si breve, dos veces bueno. (*)

(*) Baltasar Gracián (1601–1658). Aparece en su Oráculo manual y arte de prudencia (1647), dentro del aforismo “No cansar”. La forma completa es: «Lo bueno, si breve, dos veces bueno; y aun lo malo, si poco, no tan malo».

La mella.

He tenido la suerte de tener en mi vida, a un hacedor de cucharas de madera de boj. Ahora, que ya no está con nosotros, cada pieza que tengo, cada una de esas cucharas y espátulas , torcidas y hechas con la débil agilidad de unas manos ya muy viajadas, se convierte en un tesoro único. Una pieza exclusiva de una serie de Edición Limitada.

Algunas las convertí en cuadros, para que estuvieran en mis paredes, recordándome la grandeza de la máxima sencillez, pero, el resto, son piezas funcionales en mi cocina. Utilizo mis utensilios artesanos de boj, cada día…

Una de las espátulas, se me ha roto. Justamente, es la que se concibió para remover las migas pero que yo he utilizado para muchas cosas (incluso de alcanza-cosas de los estantes más altos).

Me la miraba, allí tendida, con una muesca que la hace inviable para cocinar y me ha parecido preciosa. Esa mella, es parte de una historia. De una vida. Es un objeto que tiene muchísimas cosas que contar: desde el inicio, cuando era una rama de boj en el Pirineo Aragonés hasta el momento que se empieza a dar forma, se convierte en cuchara y llega a mis manos, viviendo en mi cocina durante muchos años.

Así que seguirá entre mis utensilios, de manera testimonial, para que no se me olvide que el tiempo pasa, que hace mella, que ya tengo mi lista de los que no están, pero, también, que tengo la suerte de almacenar todas esas vivencias en una despensa emocional para cuando necesito alimentar el alma.

Sí, dejo la espátula en el bote, for ever.

Mella

  1. Rotura o hendidura en el filo de un arma o herramienta, o en el borde o en cualquier ángulo saliente de otro objeto, por un golpe o por otra causa.
  2. f. Vacío o hueco que queda en una cosa por faltar lo que lo ocupaba o henchía, como en la encía cuando falta un diente.
  3. f. Menoscabo, merma, aun en algo no material.

 

Anverso/Reverso

Compré una botella (o garrafa) de aceite de oliva virgen extra. Cuando se acabó el aceite, quise aprovechar el envase de vidrio con el detalle de mimbre en la base.

Nada complicado: spray de pintura de pizarra y un rotulador negro. Una vez conseguí un color crema uniforme, empecé con los puntos que, por cierto, siempre me salen mal alineados, pero me relajan.

Anverso: parte principal de una cosa, material o inmaterial.

En este caso, el anverso es la parte de mi botella de aceite que considero “principal”. No hay duda: la de los puntos, la que tiene muchos.

Reverso: parte opuesta al frente de una cosa.

La cosa es, pues, la botella decorada con muchos puntos; y la parte opuesta, su versión minimalista, con pocos.

Podría deciros que, en plena elaboración artística, se me ocurrió que podía tener un objeto con dos decoraciones. Según el día y el ánimo, puedo mostrar una cara u otra. Pero la realidad es que, en plena faena, se me acabó la tinta del rotulador…

Me gusta la pasta.

Una teoría muy aceptada es que la pasta, en su forma más reconocible, llegó a Europa a través de los árabes durante la conquista de Sicilia en el siglo IX. Los árabes ya elaboraban una forma de pasta seca llamada «itriyya», que podía almacenarse durante largos periodos de tiempo y hervirse cuando se necesitara.

Sicilia, bajo control árabe, se convirtió en un importante centro de producción de trigo y fabricación de pasta seca. La pasta árabe era perfecta para el clima cálido del Mediterráneo porque podía secarse al sol y almacenarse para largos viajes.

En la Edad Media, la pasta se popularizó en Italia, especialmente en regiones como Nápoles y Sicilia, debido al acceso a trigo duro (triticum durum), que era ideal para la producción de pasta seca.

La pasta se convirtió en un alimento básico por su durabilidad y facilidad de transporte.

En el siglo XII, se establecieron fábricas de pasta en Sicilia y otras partes de Italia. Esto ayudó a la pasta a convertirse en un alimento clave en la dieta mediterránea, y los italianos comenzaron a perfeccionar la técnica de hacer pasta, creando las formas y variedades que conocemos hoy.

Se estima que más de 500 millones de personas consumen pasta de manera regular en todo el mundo. Italia, siendo el país donde la pasta es más tradicional y parte integral de la dieta, consume alrededor de 25 kg por persona al año

Todo este rollo, porque nos han regalado un bellísimo pack de pasta con un mensaje : “SOULFOOD”.

Y es que, si, es un alimento para el alma…

Cucurucho.

Año 1904: puesto de helados de Arnold Fornachou en la Exposición Universal de San Luis. Los helados se servían con platos, pero Arnold tuvo tanta demanda que se le acabaron. Cuenta la leyenda que en el puesto de al lado, el panadero Ernest Hamwi de origen sirio, hacia zalabias (galleta persas delgadas y espolvoreadas con azúcar) y no vendía demasiadas. Cuando vio que al otro se le acaban los platos, le ofreció una zalabia enrollada en forma de cono para que sirviera el helado en el interior. 

Foto de Heather Barnes en Unsplash

Fue un éxito.

Foto de Kenta Kikuchi en Unsplash

Ernest patentó su cono, pero parece que la idea ya existía en un libro de cocina francés. Otras fuentes afirman que en 1910 el cucurucho apareció oficialmente en Italia, en una exhibición en Turín, gracias a Giovanni Torre de Liguria, el inventor del cono de oblea dulce.

Foto de Mae Mu en Unsplash

En muchos países se llama “cono”. Nosotros utilizamos la palabra que proviene de la italiana cucuruccio.

Se nota que es verano…

Sal de albahaca.

La albahaca sibarita ha llegado a los 15 cm aproximadamente. Es el momento de realizar una poda de hojas… Si no se poda, la planta se hace más alta, florece más rápido y pierde más capacidad de regenerarse. En realidad, es su ciclo natural: crecer, florecer, producir semillas y reproducirse pero, en este caso, con intervención humana y tijeras de podar en ristre, quiero que la planta se ensanche, no florezca y produzca más hojas.

Para mis sofritos de tomate para la pasta, la cojo fresca… ¿Qué hacer con la albahaca que he podado? Lo más habitual es lavar y secar bien las hojas cosechadas y congelarlas. También se puede aromatizar aceite, pero, esta vez, me he decidido por la sal. 

Sal de albahaca. Se mezclan las hojas (siempre limpias y secas) con sal gorda y se tritura todo. Lo extendemos encima de una lámina de papel de horno y la dejamos secar a 150º durante 5 minutos. Pasado este tiempo, la removemos y le damos otro toque, misma temperatura, mismo tiempo. Después se deja enfriar y tenemos el condimento preparado.

Lo hemos probado en un tomate abierto con una pizca de sal de albahaca y aceite.

La cata ha sido todo un éxito…

Cacao y chocolate.

Poder disfrutar de un manjar que está rondando por aquí desde hace 2500 años, ya tiene su cosa. Sólo por eso, ya merece un respeto.

Foto de Pablo Merchán Montes en Unsplash

El cacao llamado criollo es el que bebía el Emperador Moctezuma. Es uno de los más escasos. Hay dos tipos más: el forastero  que es el más cultivado y el trinitario que es un cruce entre los dos anteriores.

El que se tomaba hace unos miles de años, nada tenía que ver con el nuestro.  Lo preparaban hirviendo en agua los granos de cacao molidos y los mezclaban con harina de maíz, lo aromatizaban con especias  y vainilla  y lo endulzaban con miel. El cacao, al natural, es amargo, así que en Europa, hasta que no se le hizo la customización pertinente, no triunfó.

Foto de Tetiana Bykovets en Unsplash

Al principio, era una bebida aristocrática y el motivo de su popularidad fueron las propiedades estimulantes y afrodisíacas que se le atribuyen. En Europa, se sustituyó  la miel por azúcar y se le ponía canela.

Pero no triunfa hasta el S.XIX  con  Lindt y Nestlé.

En 1840, el suizo Rudolf Lindt mezcla la manteca de cacao con la pasta de cacao, obteniendo un chocolate más dulce que es el que usamos actualmente y en 1875 el suizo Daniel Peter descubre un nuevo método de condensación de leche, que otro suizo, Henry Nestlé en 1905, aplica al chocolate.

Pero, ahora ya hablamos de chocolate y no simplemente de cacao.  El chocolate es una mezcla de cacao en polvo, manteca de cacao, azúcar y aromas. También se puede añadir leche, frutos secos, etc.   Esta mezcla , llamada chocolate,  debe contener al menos un  35% de cacao.

Foto de Pushpak Dsilva en Unsplash

Cacao y chocolate son diferentes . Uno es materia prima y el otro es una mezcla por lo que cada uno tiene sus propiedades nutricionales . En el caso del cacao, mucho más beneficiosas, ya que elimina las grasas , azúcares y otros ingredientes que se añaden en el chocolate.

Foto de Julia Zyablova en Unsplash

Cuanto más cacao, mejor…

Foto de blackieshoot en Unsplash

Foto de American Heritage Chocolate en Unsplash

Y lo dejamos aquí que estas fotos son prohibitivas. ; – )

De narices.

Como el protagonista de El Perfume de Patrick Süskind, creo que tengo hiperosmia. En realidad, la definición va muy al límite: “La hiperosmia es un trastorno que supone el aumento exagerado de la sensibilidad hacia los olores.” Al Pacino en Perfume de mujer, es capaz de detectar la marca del jabón de una mujer sentada al otro lado de su mesa en un restaurante.

Yo no creo que lo mío sea exagerado, pero sí que soy “sensible” a los olores. Detecto, a veces, olores que a otros se les insinúan levemente. Y, además, a mi memoria olfativa se le añade la retención. Retengo el olor X en mi bulbo olfativo (supongo) y debe pasar un rato para que se me “despegue” de la nariz, aunque ya esté lejos de la fuente aromática en cuestión.

Esto es bueno cuando el aroma es de los que me gustan. Es malo cuando es de los que me disgustan…

Foto de okeykat en Unsplash

Y es que el olfato es un sentido muy interesante. Su capacidad de evocación es espectacular… El circuito se inicia cuando nuestros epitelios olfativos captan el estímulo e inmediatamente envían una señal al bulbo olfativo. Cuando el bulbo recibe la señal, la dirige al cerebro y en el hipocampo se relaciona el olor captado con un recuerdo. Si ese recuerdo nos provoca una emoción, la evocaremos casi como la primera vez que la percibimos. Dicen los científicos que se crea un registro cerebral similar al de la emoción relacionada que se percibió por primera vez con esa fragancia.

No sé si una melodía o un estímulo visual tienen tanta potencia en cuanto a lo que rememoramos, ni tanta “calidad” descriptiva…Dicen que las personas recuerdan hasta el 35 por ciento de lo que huelen y solamente el 5 por ciento de lo que ven…

También tiene su utilidad el recuerdo o identificación de los olores desagradables: reconocemos el peligro o señales de advertencia: gases, carne podrida, amoníaco, etc… y se nos activa un mecanismo de defensa natural (ante la experiencia desagradable) para protegernos.

Y todo esto viene a cuento porque he tenido una evocación infantil de placer intenso con el caldo de pollo (para el alma y para la gripe) que hace mi madre. Al calentarlo, me ha invadido el recuerdo de esos días en la cama, con un poco de fiebre ¡y que no ibas al cole!!!, con la mami preparando ese caldo delicioso, mimándome al máximo… La belleza de mi infancia, concentrada en el aroma de esa sopa, inundándome de paz y confort…

La sofisticación de la nariz es la leche…

Foto de Braydon Anderson en Unsplash

 

Before & After.

Decoración.

Ilustración.

De Nacho Díaz.

Maquillaje. Convertir a Ralph Fiennes en Lord Voldemort.

Before & After con Photoshop.

De anttikarppinen.com

Lo del Photoshop típico…

Before & After  Sreet Art.

Los dos en New York.