Tengo una luna.

Parecía imposible eso de “Te voy a regalar la luna” pero si le cambias el artículo por un indefinido, resulta que funciona.

“Te voy a regalar una luna”

Me han regalado una luna y me encanta.

Sublime.

Sublime Rain Experience, lo llaman. Estoy en uno de los pocos lugares en el mundo en los aún llueve, de vez en cuando, pero llueve. Es un lugar secreto al que solo puedes acceder si alguien te ha recomendado y después de cumplimentar un sinfín de cuestionarios y superar entrevistas personales. En el resto del planeta, predomina el clima desértico y, si llueve por un milagro inexplicable, lo hace mal y furioso, inundando y arrasando ciudades y campos así que la Sublime Rain Experience es un tesoro de valor incalculable.

La tecnología no ha podido ayudarnos a frenar el cambio climático, pero sí que puede predecir con exactitud, cuando lloverá en esta parcela de tierra. Me llamaron hace una semana y aquí estoy, esperando la lluvia. 

“Siéntese en la mecedora junto la ventana y espere.”

A los pocos minutos, lo oigo. Ese chasquido suave de las gotas, un suave viento que refresca el ambiente, el aroma de la tierra húmeda, la hierba mojada, los árboles alegres… Cierro los ojos. Escucho el sonido, inspiro el perfume. Es maravilloso.

Me acerco a la ventana y miro. 

Lloro, es mi lluvia. Ya me avisaron que podía pasar.

Ha durado diez minutos y ha salido el sol.  Ahora el paisaje es verde intenso y fragante.

Sublime. 

La última patata de la tierra.

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—¡Corre! —Soltó sin preámbulos, casi sin aliento.

No le hice caso. Estaba a punto de comerme la última patata de la tierra…

El 23 de marzo se anunció, oficialmente, el éxito del primer viaje a un exoplaneta muy similar a la tierra, descubierto tres años antes por los miembros del Proyecto Carmenes en Calar Alto. Unos días antes del anuncio, mi amigo Alf, el que se fue a trabajar al Banco Mundial de Semillas de Svalbard en Noruega, me había enviado un paquete por mensajería urgente.

La caja contenía semillas de Patatas de la Vall de Camprodón y una nota manuscrita. El mensaje era muy breve: «Aprovecha para degustar las últimas.»

Alf sabía que me encantaban las patatas mucho antes de la plaga que acabó con la producción mundial de todo tipo de tubérculos. Se había convertido en un manjar extinto… ¿Por qué me enviaba esas semillas tan valiosas? Todos sabíamos que el Banco de Svalbard estaba fuertemente custodiado… ¿Por qué me instaba a plantarlas? ¿No sabía que era delito?

Y… ¿Por qué «las últimas»?

Tres meses después de recibir ese paquete, estoy a punto de comer una de las últimas patatas del planeta .De las originales, de las de verdad, de las de antes de la gran plaga… La planté y la he cosechado yo misma. A escondidas. Infringiendo la ley…Y, sí, tengo las respuestas a todas mis preguntas.

Nadie pensó que todo iría tan rápido. Por lo menos, ninguno de los seres humanos de base. Nadie creyó los informes de aquellos científicos… Décadas, sabiendo que el crecimiento del planeta no era sostenible. Demasiados carburantes, demasiadas emisiones, demasiado consumo, demasiado plástico, demasiadas personas…

Todo se precipitó…Como cuando algo cae al vacío, sin más parada posible que el impacto contra el suelo…Ese era el camino de la humanidad.

El día en el que se reunieron todos los dirigentes del planeta en una cumbre de urgencia, fue cuando fuimos conscientes que ya hacía dos siglos que hablábamos del “Cambio Climático”… Dos siglos sin hacer demasiado o nada para parar la caída…

Y es que “El Cambio” sucedió de forma gradual. Las estaciones frías empezaron a acortarse, el calor fue aumentado al igual que la ausencia de lluvias. Lo vivimos con una cierta desidia: mejor librarse del frio invierno y vivir nuestras eternas primaveras, abarrotando las playas, surcando los mares en cruceros masivos, visitando ríos que se iban secando y valles que se iban marchitando. La introducción de semillas transgénicas, modificadas para las nuevas condiciones climáticas, tampoco supuso ningún problema. Ya lo estábamos haciendo hacía años… Todo era rutinario, conocido, poco alarmante.

Y la tierra se nos reveló. Las temperaturas subieron y subieron y subieron…

Abro la patata cocida con mucha delicadeza. Le pongo una pizca de sal y otra de pimienta negra, recién molida. Aún conservo un frasquito de aceite de oliva no transgénico que he escondido durante un par de años para una ocasión especial. Esta se lo merece. Vierto un fino hilo del oro líquido sobre la patata…

¡Qué bien huele, por Dios!

Antes de dar el primer bocado, mi vista se dirige al horizonte. El cielo está plagado de luces. Hay muchas…Parecen estrellas fugaces pero son de color rosado y serpentean en un cielo anaranjado. Son las naves del Gran Éxodo desapareciendo de la atmósfera terrestre.

Los que nos quedamos aquí, no sobreviviremos. Los que se van hacia esa nueva tierra, no han aprendido nada.

— ¡Corre! —Mi vecino está ya en las escaleras, con una mochila colgada al hombro. -¡Podemos hacerlo! ¡Estamos a media hora de la base de lanzamiento!- Oigo gritos, pasos, carreras…Todos intentan llegar a las últimas naves con plazas disponibles.

Miro la patata humeante y le digo que me quedo…

Lloro.

Lloro de emoción.

La última patata de la tierra está divina…

Sobramos.

El mundo se pelea y mientras lo hace, sigue saliendo la luna cada noche. Y mañana, de nuevo, el sol. Y la vida seguirá, inamovible, en su ciclo perfecto.

Por mucho que la humanidad se vaya complicando la existencia, sin saber que lo importante no es lo que creemos importante, los pájaros nocturnos de junio seguirán con su melodioso jolgorio, las mariposas aparecerán con la luz, el lagarto aprovechará el sol y las flores estarán preciosas, dándolo todo a las escasas abejas que aparecerán por allí.

Se intuye que sobramos…

Toque humano.

Lo de la IA está siendo asombroso. No sé si mi asombro se debe enmarcar en positivo o en negativo ya que, siendo muy fan de los avances tecnológicos y de la ciencia (lo positivo), no lo soy tanto del uso que puede hacer el ser humano de estas nuevas herramientas (lo negativo).

He probado a generar fotos con una de las múltiples plataformas de IA y, la verdad, el resultado ha sido sorprendente, pero, el proceso ha sido diferente: frio y aséptico. 

En cambio, estas fotos de la luna llena de este principio de mayo que ilustran este post tienen toque humano

El ratito que ha llevado montar el trípode que está viejo y cojea de alguna de sus patas y precisa de un ajuste manual que tiene su truco. Una vez preparado, se ha situado en el mejor lugar para captar la luna. Irradiaba tanta luz que parecía que estaba amaneciendo. Los pájaros cantaban, locos, como si fuera de día. Es primavera y su actividad nocturna es frenética. La foto no ha podido captar el canto que ha acompañado cada disparo de la cámara. Ni esa luz que convierte la noche en día.

La IA no sé, pero la fotógrafa de esta luna ha tenido una experiencia fantástica: una temperatura agradable, un paisaje precioso que puede ver, la naturaleza y sus melodías y una luna preciosa.

Toque humano, IA

Primera vez.

Lluvia.

Siempre me ha gustado la lluvia. A mi padre le encantaba y, de niños, cuando paraba de llover, nos hacía salir al bosque (uno que ya no existe y es un barrio residencial) para que pudiéramos oler el aroma peculiar de la tierra y la hierba mojada, de los pinos frescos… A mi abuelo también le gustaba la lluvia y él, además, salía a coger caracoles, lo que a nosotros nos parecía lo más divertido del mundo.

La casa donde veraneábamos tenía terrazas con barandas de hierro y, cuando llovía, se oía un tintineo que siempre percibíamos como una melodía relajante. 

El sábado llovió en Barcelona. Me alegré, como siempre que llueve, pero, también me sentí aliviada por la lluvia. Deseé que lloviera más y más días porque tiene que llover para que se pueda solucionar el abastecimiento de agua en este período de sequía severa.

Ya hay más cemento que bosque. Caracoles, pocos, pero la lluvia sigue siendo confortable y reparadora. Y, ahora, más necesaria que nunca.

Por primera vez, la lluvia no era una coreografía de sonidos y aromas con los que disfrutar sino un salvavidas que lanzan al mar cuando ya no quedan fuerzas para seguir nadando.

La próxima vez que llueva, ya no será una primera vez de alegría porque los pantanos se vayan llenando y las cabeceras de los ríos tengan un buen caudal. Serán -espero, deseo, ruego- muchas más veces. Segunda, tercera, cuarta y así hasta la octava vez. Según ha dicho el hombre del tiempo, nos hacen falta ocho lluvias…  

Lo triste es que el agua de esta primera vez ha llegado para avisarnos: sequía, cambio climático, exceso de consumo y desidia política en la gestión hídrica. 

Espero que sepamos hacerlo mejor para que la lluvia vuelva a evocar lo de antaño: aromas, melodías y vida.

Vividor.

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Mira ese cielo precioso. ¡Qué azul, por Dios! Lo observo mientras me deleito con mi cappuccino matinal. Está especialmente cremoso y dulce…Mmmm… Me desperezo y sonrío. No me duele nada. Ninguna parte de mi cuerpo protesta como en semanas anteriores: ahora los riñones, ahora el talón, ahora las rodillas…Nada.

En el coche, rumbo al trabajo, suena mi canción favorita en la radio. Canturreo y después, me dejo ir, a voz en grito. Es especialmente liberador.

Sonrío con más frecuencia de lo que es habitual. Mis compañeros de trabajo se sorprenden. Dicen que me ven “radiante”. Y no sé qué será. Nada ha cambiado en mi vida . Me tomó una cerveza en la terracita de mi Bar preferido. Me siento bien bajo el sol tibio de la tarde…

Y en ese estado de deleite rememorativo, me acuerdo de la lluvia de estrellas de la otra noche. ¡Qué preciosidad!

Llovió. La tormenta dejó la noche fresca y un cielo limpio, salpicado de luces… Me puse la chaqueta y salí al jardín. No podía dormir : estaba preocupado por todo y por nada. La vida que pasa. Cosas que no pasan. La rutina.

Me estiré. No me importó sentir la tierra húmeda en mi espalda. La bóveda celeste que pendía sobre mi cabeza me había dejado sin aliento. Y entonces, sucedió. Una estrella fugaz, atravesó el horizonte, dejando una estela larga y preciosa…Me pilló por sorpresa y no puede pedir el deseo que dicen que hay que pedirles.

Pero la noche lloraba estrellas. Y pasó otra: Salud– deseé. Y otra : Salud para toda la familia( por si sólo se había entendido de forma individual). Y pasó una tercera: Amor.  Entonces, me di cuenta que tenía casi todas esas cosas y aun así era incapaz de sentirme totalmente pleno. Cuando pasó la cuarta, ya estaba preparado : «felicidad» era muy pretencioso así que me decidí por : «optimismo».

Y entonces, pasó otra estrella fugaz. Esta vez, una estrella imponente, más grande con una estela más perdurable en el cielo. Y sin casi darme cuenta deseé: Quiero ser un vividor.

Me sonrío al pensar en esa noche. ¿Vividor, yo?? Menos mal que esos deseos no se cumplen…

Voy a ir a comprar un poco de pasta fresca. Me apetece preparar una cena especial. El atardecer es espectacular y he pensado que podemos cenar en la terraza…Paseo hacia la tienda italiana que hace poco abrieron en el barrio. No me había dado cuenta antes, pero es un placer pasear por estas calles arboladas…

Qué preciosa ha quedado la tarde…

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RAE : Vividor : adj. Que vive.

Camuflaje.

 

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Se creen que en mi interior hay un núcleo de hierro, seguido por un manto semi-sólido, un manto rígido y la corteza dura exterior…. Eso dicen… Que no hay posibilidad de vida, que la ausencia de atmósfera hace que sea muy, muy fría porque no retengo el calor del Sol. Dicen que tengo como una capa de hielo…

Ya me va bien que los terrícolas se crean eso… ¿Qué aquí no hay vida? ¡Ja! No sé cuánto tiempo más, podremos pasar desapercibidos.  Supongo, que aún tenemos para unas décadas, hasta que desarrollen algún instrumento de análisis que no sea tan rudimentario como los que van enviando últimamente… A ellos, nos los hemos vuelto a ver…

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Voy a intentar pasar desapercibida y camuflarme entre las nubes.

Que se vayan a Marte, por favor, por favor…

Por fin.

Ya ha llegado la nieve.

Faltan dos semanas para Navidad y ya se han vestido para la ocasión pero, este año, el acicalamiento de blanco ha sido muy tardío.

Tarde pero, por fin, está aquí.

Como toca.

Campos y Snoopy nos hacen una foto.

Esta tarde, la cápsula Orion de la Misión Artemis 1, ha amerizado en el Pacífico. Su aproximación a la Luna y su vuelta a la tierra ha sido un éxito.

La tripulación la compone Campos (*), el maniquí, repleto de sensores, que aportará mucha información, necesaria para una posterior tripulación humana. Pero Campos no iba solo. 

Lo acompaña Snoopy.

Tiene una labor muy específica: sirve como indicador de la falta de peso. O sea, Snoopy indica el estado de ingravidez y va por la capsula flotando…

Campos y Snoopy han visto la humanidad desde muy arriba y esta es nuestra foto.

Somos pequeñitos y, además, no nos avisaron y no pudimos posar todos, saludando…

NB: (*) Campos : Nombre en homenaje al ingeniero hispano que ayudó a traer sanos y salvos a los astronautas del accidentado Apolo 13.

Fotos de @NASA