La varita mágica.

He encontrado un disfraz y una varita mágica. Recuerdo perfectamente el día en que mi abuela me regaló este vestido de hada. Causé sensación en una fiesta de disfraces…

Mi precioso vestido llamaba la atención porque parecía de verdad. La pedrería brillaba, y los hilos dorados de los bordados de flores y corazones lucían en mil destellos. La seda era suave y liviana. Los demás disfraces parecían más de “plástico”, con encajes rígidos y rasos con electricidad estática.

Miro la falda abullonada y aquel corpiño de mil colores, y me doy cuenta de que el disfraz sigue siendo precioso. Es una pena que mi cuerpo exceda la talla, porque mi mente aún conserva algo de aquella niña. Acaricio la seda y, entonces, recuerdo las palabras de mi abuela. Llegan a mí con precisión, casi textuales. El vestido es un verdadero vestido de hada, y la varita…

La varita es real. Funciona, vamos.

La he cogido y la he movido en círculos. Tres, para ser exactos. Mientras se ejecuta el movimiento, se debe recitar “Fru-Fru” seguido de lo que se desea conseguir. No lo he hecho, porque esta vez he recordado las instrucciones de la abuela: solo se puede utilizar una vez en la vida.

Jugueteo con la varita… Pensaré en ello. Si la uso, no debo olvidar que lo que pida se cumplirá de forma literal. Eso me lo recalcaba mucho la abuela: L-i-t-e-r-a-l.

Enciendo la televisión. Están dando las noticias. Casi 300 millones de niños viven atrapados en países afectados por la violencia y los conflictos armados. Aparecen imágenes de niños en Gaza, en Sudán, en Ucrania… Más imágenes de niños en balsas, en el mar, atemorizados. Señores con corbata hacen números: cuántos pueden entrar, cuántos no dejarán ni acercarse, cuánto costarán los que logren cruzar, qué países bombardear, qué guerras librar…

Pienso en esa frase de Mafalda: “¡Paren el mundo, que me bajo!” En la tele, misiles en directo. Sí, definitivamente me quiero bajar.

Conflictos, desacuerdos, corrupción, terrorismo, guerras, hambre…

Me concentro en la varita. Y trazo los tres círculos.

Y en el tercero digo: “Fru-Fru”. Y cuando voy a añadir ese “algo” que debo pedir, mi mente —traicionera—, que ha estado repitiendo esa frase “¡Paren el mundo, que me bajo!”, toma el control, y son esas palabras las que conducen mi deseo.

Las recito, mientras el círculo se cierra.

La varita chisporrotea, y siento que todo se detiene. Y que yo salgo, expulsada, hacia el espacio exterior.

Y aquí estoy, flotando en dirección a la Luna…

Estupidez humana.

He desenrollado una alfombra de yute que tenía guardada y las esquinas han quedado levantadas. Para evitar el tropiezo seguro, he ido a buscar cosas pesadas para ponerlas encima de las zonas rebeldes durante unas horas para aplanar la fibra. 

Cuando necesito algo que pese, voy a buscar mi bala de cañón.

Y es que tengo esta bola de hierro, que pesa más de 2 Kg y que cayó en la casa de mi familia, según decían los más mayores, durante la Guerra Carlista. No sé cuál porque, a falta de una, hubo tres guerras carlistas en diferentes períodos de 1833 a 1876.

Estas balas de hierro, a veces se ponían al rojo vivo para causar más destrozo. Hoy, estas bolas pesadas se han sustituido por armamento sofisticado. Las guerras continúan y las vemos en directo, igual que las muertes que conllevan.

Hace casi 200 años, eran estas balas de cañón, ahora son drones de última generación. 

Todo cambia, pero nada cambia.

Es la estupidez humana que se va haciendo más profunda y…sofisticada.

NB : La herramienta de IA de WordPress me sugiere estos títulos :

Bolas de cañón de la Guerra Carlista: Un legado familiar pesado

Este título destaca el peso histórico y familiar de las bolas de cañón, atrayendo a lectores interesados en historias familiares y reliquias históricas.

La evolución de la devastación: De las balas de cañón a los drones

Este título resalta la evolución tecnológica en la historia bélica, atrayendo a lectores interesados en la historia militar y los avances tecnológicos.

El legado de las balas de hierro: Reflexiones sobre el cambio y la continuidad

Este título resalta el contraste entre el pasado y el presente, atrayendo a lectores interesados en reflexiones sobre la evolución de la guerra y la sociedad.

Frágil.

Este mundo de hoy no es viable.

Tiritas.

Ya se me ha vuelto a caer. Ahí la veo, a mis pies.

Me pasa cada mañana y empieza a ser crónico.

Me despierto más o menos contenta ( eso depende del número de horas que he dormido y la calidad de esas horas), me preparo con un café con leche increíble que me espabila con el aroma y abro la puerta de casa para dirigirme al buzón.

Si todo ha ido bien (últimamente, los del reparto van un poco locos) tengo la prensa matinal, calentita o fresquita (depende de la estación). Mientras realizo todo este proceso matinal, aún no se me ha caído…

Me siento en la mesa de la cocina.. El olor a papel y tinta me reconforta…Si analizo la secuencia de acciones, puedo constatar que aún no se me ha caído.

Entonces, llega el momento. Me detengo en la portada .

Ya me está bajando hacia el estómago cuando llego a la sección de Internacional.  Las fotos de unos niños . Guerra. Guerras. Un bombardeo. Escudos humanos. Niños. Niños.

Siento como se desliza por mis piernas y llega a mis pies .

Siento que se me escapa…

Hace ese ¡Plof! atenuado y la veo.

Ahora mismo, no tengo alma. Se me ha caído a los pies…

Me agacho y la recojo.

Debo recordar comprar más tiritas aunque sé que no sirven de nada. Somos muchos , la mayoría, a los que se nos ha caído el alma a los pies pero parece que no nos ven. O no nos quieren ver.

Mientras tanto, la empresa que vende las tiritas se está haciendo de oro…

Manicomio Redondo .

Conflictos armados, hambre, tiranos, niños soldados, pobreza, radicalismos, terrorismo, corrupción, cambio climático,  …

 

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Si no lo ha patentado, que corra.

La luna y La Paz de Alberti.

Mientras hacía las fotos de la luna este fin de semana, pensaba que es la misma en Francia, Siria, Nigeria, Sudán … En todo este mundo. Para todos la misma…

Y ha aparecido el maestro Rafael Alberti…

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Kuna y paz

 

Mirando lo mismo, siendo lo mismo…

La luna es Patrimonio Común de la Humanidad (un concepto del Derecho Internacional).

A la Humanidad, a todos y cada uno de nosotros, nos pertenecen bienes, haberes, derechos e intereses.

“El universo, el cosmos, el sol, las estrellas y la luna. Los espacios atmosféricos superiores en torno a la tierra, los territorios de las regiones polares, los fondos marinos más allá de la jurisdicción nacional y las zonas de alta mar y el espacio aéreo sobre las mismas. “

También poseemos otro tipo de “Patrimonio” que también recoge el Derecho:   A este patrimonio celeste y terrestre se añade el patrimonio espiritual consistente en los derechos humanos fundamentales y en todos los derechos humanitarios que pueden invocarse, así como el patrimonio cultural formado por la propiedad intelectual e industrial y algunos bienes culturales que son el testimonio de la historia de la civilización.»

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Y mientras hacia las fotos de la luna, me ha dado por pensar que todos estamos mirando la misma luna. Y que todos venimos del mismo lugar. «Todos evolucionamos en los últimos 100.000 años a partir del mismo grupo reducido de tribus que emigraron desde África y colonizaron el mundo».

Entonces, siendo todos lo mismo y una única Humanidad, ¿Qué no es está pasando? ¿No seremos capaces de que “la Humanidad” sobreviva otros 100.000 años? ¿Tiraremos a la basura nuestro Patrimonio Común, el terrestre, el celeste y el espiritual?

Somos lo mismo, miramos la misma luna…

Todos somos la Humanidad aunque , a veces , no lo parezca…

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