Hay que encontrar esa puerta…

Una puerta puede ser refugio o frontera. Puede guardar un secreto o marcar el fin de algo.

Hay puertas que se cierran por dentro y otras que no se abren nunca.

Fotos de Luis Alfonso Orellana en Unsplash

Pero también están las que que invitan. Las que se cruzan sin mirar atrás.
La ves. Se abre. Es tu oportunidad.

Foto de angela pham en Unsplash

Cuando una puerta se cierra, otra se abre; pero a menudo miramos tanto tiempo la puerta cerrada que no vemos la que se ha abierto para nosotros.»
Alexander Graham Bell

Foto de Bayo Adegunloye en Unsplash

Pero hay una, solo una, que se abre sin ruido, sin permiso, sin miedo. No es más alta ni más brillante, pero cuando la cruzas, sabes que algo nuevo empieza.

Hay que encontrar esa puerta…

Una puerta cerrada.

Muy bonita, sí, pero cerrada. Lo intenté todo para abrirla. No era para menos.

¿No era esa la puerta cerrada de la que hablaba mi abuelo, quien lo había escuchado de mi bisabuelo, que a su vez lo supo por mi tatarabuelo? La puerta más famosa de mi familia. Aquella que, según la historia, guardaba el tesoro más fabuloso que un hombre pudiera imaginar. Todo parecía indicar que era esa puerta.

Los primeros años la visité con cerrajeros y ladrones expertos, convencido de que no había cerradura que se les resistiera. Después probé con palancas, sopletes y martillos; incluso la embestí con mi coche. Nada. La puerta seguía intacta. Siempre cerrada.

Con el tiempo, me convertí en un experto en puertas. Sabía de bisagras, maderas y anclajes. También memoricé todas las frases célebres sobre puertas que encontré. De forma inexplicable, esa puerta cerrada moldeó mi vida. Escribí libros, di conferencias, y fotografié puertas que luego expuse con éxito en las mejores galerías del mundo.

En una de esas exposiciones conocí a la persona que amo, con quien formé una familia y un proyecto de vida maravilloso.

Hoy estaba frente a la puerta cerrada cuando comprendí que, en realidad, esa puerta había sido el origen de una vida feliz. Me planté frente a aquel trozo de madera y, mirando la cerradura, le dije:

—Gracias.

Oí un crujido y luego el chirrido de los goznes. La puerta se abrió ante mis ojos.

Y sí, allí estaba el tesoro más fabuloso que un hombre pudiera imaginar.

La cerré y volví a casa.

Me gusta cenar con mis hijos y tengo que preparar la presentación de mi exposición sobre puertas andaluzas, que se inaugurará en el MOMA el mes que viene.

Una historia de puertas.

Había cuatro.

Tres eran azules de distintas tonalidades y matices menos una, que era de un color verde oliva ajado por el tiempo…

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Los isleños le habían hablado de la leyenda de Ses Portes pero , para su mente pragmática, aquello no dejaba de ser una bella historia que se había deslizado a través de los tiempos en las tradiciones del lugar.

La leyenda de Ses Portes era simple. Si buscabas el amor, lo podías encontrar detrás de una de esas puertas. Una, sólo una, te conducía hacia la felicidad. Había que escogerla y abrirla. Sólo podías hacerlo una vez en la vida y no errar en la elección.

puerta azul

Cada día pasaba por delante de las puertas y aunque no se creyera la leyenda, cada día las observaba pensado en cual elegiría. Aquel azul intenso le atraía irremediablemente…

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Pasaron los años y la isla se convirtió en su hogar. Vivía solo, enfrascado en una vida de trabajo y rutina.

Cada día pasaba por delante de las puertas- ¿La verde, tal vez? ¿La azul plomizo? – pero cada día continuaba su camino, pasando por delante de las puertas y dejándolas atrás.

Aquella mañana, por eso, algo lo perturbó profundamente. En una de las puertas, alguien había dibujado un corazón. Se detuvo a observarlo y al hacerlo, un vecino se detuvo a su lado dispuesto a entablar conversación. ¿Quién habrá dibujado ese corazón? -preguntó al lugareño.

-. ¿Qué corazón? –respondió el hombre mirándolo con extrañeza.

-. El que hay en la puerta– señaló con el dedo aquella forma de color rosa que tanto se asemejaba a un corazón.

-. ¿En la puerta? Esa puerta es de color azul, como siempre. ¿Qué te pasa? ¿Te encuentras bien?

Bien. Estaba bien. Un poco preocupado por ese corazón inexistente que sólo él veía en la puerta azul.

Entró en un bar cercano y pidió un café bien cargado. Al poner el azúcar se dio cuenta que le temblaba la mano. Removía el café, absorto en el tintinear de la cucharilla cuando su vista se dirigió al cuadro que había colgado en la pared. Parecía llevar allí muchos años

Era una frase escrita en una bella tipografía de rasgos retro y enmarcada en un sólido marco de caoba oscuro.

Cuando debemos hacer una elección y no la hacemos, esto es ya una elección.

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NB 1 : La frase es de William James filósofo estadounidense , fundador de la piscología funcional con una larga y brillante carrera en la Universidad de Harvard, donde fue profesor.

NB 2 : Las puertas son de Formentera

NB 3 : La leyenda me la acabo de inventar. ; – )

Unos vinilos…

Unos vinilos por aquí…

Unos vinilos por allá…

 

Abrir la puerta.

Hace un tiempo que me dio por hacer fotos de puertas. La culpa la tiene esta puerta azul. Con ella empezó todo…

pazulTras esta puerta, llegaron otras puertas.

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Y hablando del Rey de Roma, (que ya sabéis por dónde asoma) estas son las de este año.

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Acabo con esta viñeta de Mafalda. Un clásico ( con puerta).

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Urbanita (con cámara de fotos) en el pueblo.

Una de las cosas que más me delatan como urbanita , es lo de las fotos.

Después de varios años de entrenamiento, he conseguido llevar la ropa adecuada. A mi poca experiencia en pueblos, le sumabas mi naturaleza mediterránea y me podías encontrar con lino y sandalias en el Pirineo…; – ).

Ahora bien, es verdad que salgo de casa con la cámara colgada al cuello y flipando, cada año, con lo que ven mis ojos…En eso no he cambiado. Esta vez, además, llevaba dos cámaras. En plan guiri. Los más veteranos, aún se preguntan por qué fotografío al asno ( o cualquier animal que me sorprende que no sea perro o gato). ¿Por qué?… ¿Un asno? ¿?

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¿Por qué me da por hacer fotos a cualquier botijo, maceta o puerta que se me ponga por delante, aunque la puerta sea tan vieja…?

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El día de la lluvia de Gemínidas, hice caso a los que saben y esperé a que escampara la tormenta. A las dos de la madrugada, vi un espectáculo maravilloso que no voy a olvidar…Cuando lo relaté al día siguiente, los nativos me contestaron que , en verano, allí es habitual ver estrellas fugaces y aquella bóveda celeste, preñada de puntos luminosos que parecía absorberte , también. Casi cada noche.

Así que cuando me preguntan ¿Qué le veo a ese banco (en el que no se sienta nadie porque el de la puerta del horno es mucho más fresco)?, yo les respondo que son unos privilegiados porque están acostumbrados a esa belleza…

Y no necesitan fotografiarla.

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Cosas que he visto…

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Puertas.

 

No sé por qué, cada cierto tiempo, me da por fotografiar puertas.

Puertas…

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Podría darle semiótica-psicológica a esta “fijación” y decir que “La puerta simboliza el lugar de paso entre dos estados, entre dos mundos, entre lo conocido y lo desconocido, la luz y las tinieblas, el tesoro y la necesidad. La puerta se abre a un misterio. No solamente indica un pasaje, sino que invita a atravesarlo. Es la invitación al viaje…” pero, honestamente, creo que simplemente me gustan las puertas…

una puerta

La puerta es tan antigua como las primeras construcciones. Durante el Imperio Romano , cuando se  fundaba una nueva ciudad, se procedía a trazar su perímetro mediante un surco portando un arado .El surco trazado era inviolable (menos por la zona de la puerta!). Debido a que la gente debía poder entrar y salir, era necesario dejar segmentos del perímetro sin trazar, para lo cual se portaba el arado unos metros para determinar el acceso a la ciudad. Posteriormente, al erguirse los muros perimetrales de las ciudades, el segmento en el cual se había alzado el arado adquiría las características de lo que hoy llamamos puerta.

Con el desarrollo de las primeras hachas de hierro que permitían la tala de árboles y su manipulación para conseguir trozos de madera a medida, comenzó la era de las puertas tal y como ahora las concebimos. Las hachas primitivas fueron encontradas en Palestina en el 700 a. de C.

Ahí no es nada.

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Las ciudades chinas tenían cuatro puertas cardinales. Por ellas se expulsaban las malas influencias, se acogían las buenas, se recibía a los huéspedes y se regulaban las horas del día.

Los pórticos de las iglesias y los templos son la abertura del peregrinaje sagrado. Resumen el simbolismo del propio santuario que es la puerta del cielo.

Hay muchísimas puertas maravillosas por ahí…

puertas2(lo de los gatitos era inevitable pero…están en una puerta)

Y acabo con la típica cita célebre de la puerta:

Cuando una puerta se cierra, otra se abre, pero a menudo vemos tanto tiempo y con tanta tristeza la puerta que se cierra

que no notamos otra que se ha abierto para nosotros.

(Alexander Graham Bell)