100 palabras y una mirilla.

«Al otro lado de la mirilla», es el lema de la XVII edición del Premio de Microrrelatos, convocado por las Bibliotecas Municipales del Ayuntamiento de Madrid.

«Una mirilla no deja de ser una abertura que comunica dos espacios diferenciados. Probablemente la primera idea al leer la palabra nos lleve a la abertura en la puerta de casa que comunica con el descansillo. Lógico, pero con este tema queremos abrir las posibilidades, ese es nuestro objetivo: ampliar las miras y dejarnos llevar por una infinidad de aberturas que comunican mundos, espacios, emociones…»

100 palabras.

Hay tiempo hasta el 14 de abril

Las bases aquí.

205 palabras.

Intentar contar una historia en pocas palabras no es tarea fácil. 

Debe tener un inicio atrayente, una trama, un desenlace y un cierre que, si es impactante, mejor que mejor. Todo ello, de una brevedad extrema.

El Museo Del Prado y Escuela de Escritores retan, a todo aquel que se atreva, a escribir un microrrelato inspirado en una selección de obras que se exponen en el museo.

Hay cinco propuestas: 

Perro semihundido, de Francisco de Goya y Lucientes.

Una artista , de Aurelia Navarro Moreno. 

Hermafrodito, de Matteo Bonuccelli. 

Vista del jardín de la Villa Medici de Roma, de Diego Rodríguez de Silva y Velázquez. 

Sísifo, deVecellio di Gregorio Tiziano. 

Los microrrelatos seleccionados se imprimirán y se podrán leer en una cartela que se expondrá durante tres semanas junto a la obra que lo ha inspirado… en el Museo Del Prado. ¡Qué lujazo!

Podéis consultar las bases en este link. Hay tiempo de presentar los micros hasta el 19 de diciembre y se hace de forma sencilla desde el formulario del enlace.

205 palabras ( se conmemoran los 205 años del Museo) para contar una historia. ¿Os atrevéis?

Una mantita de ganchillo.

 

Me cobijo bajo la manta de ganchillo y cuento hasta tres. Uno, dos, tres. Ya he desaparecido. No estoy. Los que estaban conmigo levantarán la manta y no encontrarán nada. Solo quedará un espacio vacío. Una huella tibia de mi cuerpo marcada en el sofá, pero yo no estaré ahí.

Habrá unos minutos de desconcierto. Palparán los cojines del sofá. Incluso los sacarán, buscando un mecanismo oculto que explique cómo es posible que antes estuviera ahí y, ahora, ya no.

Ya no estoy. Cogerán la manta, que ya no es mía, y la sacudirán. Mirarán por debajo y por encima hasta que alguien confirme, con total certeza, que no estoy allí. Entonces, se desatará la histeria. Los que estaban conmigo quedarán marcados de por vida por el suceso inexplicable de “la mujer que desapareció bajo la manta”.

No importa. Me olvidarán. Lo superarán.

Mientras, yo salto de vida en vida. Una vida, otra vida, y otra, y otra… Ya es mi décima vez y sigo sin saber dónde estoy. Cuando me cobijo bajo la manta para desaparecer, me siento en una zona intermedia, entre la manta de ganchillo y la realidad. No sabría describirla. La única palabra que me viene a la mente es “aséptica”.

No sé cuánto tiempo estaré allí. En unos minutos, segundos, horas, días o años apareceré debajo de mi manta, en otro sofá, y en una casa desconocida. Nadie se preguntará quién soy ni qué hago allí. Convivirán conmigo, la mujer de la manta, como si hubiese estado en sus vidas toda la vida.

A veces aparezco como madre. Otras como amante, como niña, como suegra, como amiga. En cada lugar, desempeño un papel y me quedo un tiempo. Pero, tras unos meses y de forma inevitable, me aburro de esas personas que siempre son desconocidas para mí. Aunque me quieran, yo no los quiero a ellos. Así que me envuelvo en la manta de ganchillo y me voy a otro lugar.

Noto que estoy a punto de emerger de nuevo. Falta poco.

Mi abuela tejió esa manta para mí. La creó para protegerme de los monstruos y de la oscuridad. Según ella, solo debía envolverme en la deliciosa pieza tejida a ganchillo y los miedos desaparecerían. Y lo hacían. Me abrigué con ella muchas veces. Como decía la iaia, me relajaba y me hacía más valiente. Pero supongo que la usé demasiado porque un día, en lugar de desaparecer mis temores, la que desapareció fui yo.

La primera vez fue desconcertante. Dejé a mi familia y me encontré en otra. Quise volver, pero nada de lo que hacía me permitía retornar al punto de partida. Más tarde, descubrí que necesitaba estar rodeada de gente para que “el viaje” funcionara. Una vez entendido el mecanismo de activación, me concentré en cada viaje para recuperar mi vida y volver a mi sofá. Pero no lo consigo. Tal vez tenga que ver con lo que realmente deseo. Pienso en mi vida monótona, gris, y nunca me apetece volver.

Aparezco en un lugar desconocido, con gente que no sé quién es. Tras un tiempo, me voy.

Siento ese tirón que me lleva al exterior. Percibo el tenue perfume de mi manta de ganchillo. Estoy arrebujada bajo ella, confortada por su calor. De repente, mi cuerpo siente dolor: en los huesos, en las articulaciones. Oigo un ruido, un maullido. Me preparo para sacar la cabeza y observar, por primera vez, el lugar en el que me encuentro.

Reconozco la habitación. Es el salón de mi casa. Todo está polvoriento y descuidado. Abandonado. Apenas hay un par de muebles: una mesa, unas sillas y el sofá del que acabo de levantarme. Aquí no hay nadie. Nadie más que yo.

En la cocina, me sorprendo de mi desorganización. Los platos sucios se amontonan en el fregadero. En la nevera hay cuatro cosas que, si no han caducado, están a punto de hacerlo. Veo cajas de comida a domicilio: chino, japonés, turco, pizza… Oigo el maullido y dirijo la vista a mis pies. Un gato se frota contra mis pantorrillas, encantado de verme. Parece que me conoce. Después, veo otro. Y otro. Y otro.

Vuelvo al sofá y me envuelvo en mi manta de ganchillo, ahora llena de pelos de gato. Quiero irme, pero no pasa nada. No hay otras personas.

La manta no funciona. Aquí no hay nadie.

Nadie más que yo y estos gatos.

Esperadores Profesionales Ltd.


Los Esperadores Profesionales son un grupo organizado de personas especiales que se dedica a «esperar» profesionalmente. He dedicado muchas horas de investigación y he movido contactos importantes para poder conocer a uno de ellos. Es muy difícil acceder al grupo si no tienes una recomendación personal, pero finalmente, y como –favor- de- un- favor- por- otro- favor- de- un- amigo- de- un- amigo- de- mi- primo, el Esperador Profesional me ha visitado esta mañana.

He abierto la puerta a un hombre de unos treinta y cinco años, con aspecto cuidado pero anodino. Podría ser un vecino o cualquiera de las personas con las que me tropiezo en el autobús. Me esperaba algo más espectacular. No sé, un tipo con una capa roja y un escudo con las letras «EP» bordadas en el centro y, sí, confieso que en mis fabulaciones, he pensado que volaría, pero… el hombrecillo era normal. Totalmente normal. La única característica remarcable era la extraña mochila que colgaba de su espalda.

–Hola, soy el Esperador Profesional. ¿Es usted Bypils? –me saludó, tendiéndome la mano.

–Hola, Esperador. Sí, yo soy Bypils y lo estaba esperando. ¿Quiere pasar? –lo invité a sentarse en el sofá. –Siéntese, por favor.

Con un movimiento fluido, el hombre sacó la mochila del hombro, la agitó en sentido vertical y vi cómo se desplegaba, automáticamente, una confortable silla que plantó en el centro de mi salón. Ante mi mirada sorprendida, me explicó que los Esperadores Profesionales tienen su propia silla reglamentaria y que solo pueden esperar en ellas. Acto seguido, se sentó y me preguntó con una voz serena y paciente:

–¿Qué es lo que está esperando?

–Bueno, la verdad es que nada en concreto –le respondí–. Estoy documentándome para una novela sobre un escritor que no tenía historias sobre las que escribir, y he descubierto que hay un servicio de «espera» de… inspiración.

Se levantó de su silla reglamentaria y volvió a plegarla:

–Lo siento. Yo soy un Esperador Físico y usted necesita un Esperador Espiritual.

–¿Espiritual? –Mi frustración debe haber sido tan palpable que el hombre se compadeció de mí. Dedicó unos minutos a explicarme cómo funcionan los Esperadores Profesionales.

«Para ser un Esperador Profesional, se deben cumplir tres requisitos:

1) Disponer de todo el tiempo del mundo.
2) Poseer un gran autocontrol sobre las emociones y las sensaciones.
3) Tener una paciencia infinita para asumir la desesperación.

Al igual que en otras profesiones, a los candidatos se les somete a exámenes exhaustivos para verificar estas características imprescindibles y, si son confirmadas, se expide un certificado de ‘Personalidad Apta Para Esperador’ (PAPE).

Con la obtención del PAPE, se pasa a la segunda fase. En este período, el Esperador elige su especialización. Se puede optar a dos tipos de ‘espera’: 1) la física y 2) la espiritual.

Los que eligen la tipología física son entrenados para esperar a alguien en un lugar concreto, para esperar un mensaje (email, teléfono, correo) o para formar parte de una cola. Saben controlar las fases de la espera de una forma magistral. Superan la leve irritación de los largos tiempos de inmovilidad y controlan que esta crezca hasta convertirse en desesperación cuando los tiempos de espera se alargan considerablemente.

Los servicios del Esperador Profesional Físico son muy solicitados por aquellos a los que la espera los paraliza y bloquea cualquier tipo de actividad. Estos profesionales evitan que los que no posean sus habilidades se desesperen esperando. Se les requiere para conciertos y citas con Organismos Oficiales. Hay quien los deja delante de su dispositivo, de su buzón, en una sala… para que esperen la recepción de un mensaje, una citación judicial, el resultado de un examen o la recepción de una carta de una editorial con la respuesta al envío de un manuscrito… Ellos esperan y permiten que el cliente pueda seguir adelante con su vida, sin paralizarla por tener que esperar.

El Esperador Profesional Espiritual tiene una misión más compleja. Si se elige esta especialización, es necesario pasar por un segundo examen que confirme que se tienen habilidades de detección espirituales. El que espera la inspiración o el amor debe saber detectar el momento exacto en el que llega para comunicárselo a su cliente. No se sabe qué es lo que les confiere esta habilidad, pero son capaces de avisar al cliente del momento concreto en que llegará lo que esperan, para que puedan situarse en el lugar correcto y esperarlo sin desesperarse.

–¿Pero de verdad saben cuándo llega la inspiración o el amor? –estoy tan asombrada que no me salen las palabras.

El Esperador Profesional Físico, armado de paciencia, me respondió que sí y continuó con su disertación:

«En estos momentos solo hay tres Esperadores Espirituales en activo. Hay muy pocas personas en el planeta que puedan detectar que se acerca el amor de tu vida, por ejemplo. O la inspiración. O la felicidad… O la muerte.

De estos tres, solo hay uno libre en estos momentos. Si quieres contratar al que está libre, debes darte prisa. Corre el rumor de que una actriz de Hollywood que lleva esperando muchos años al amor de su vida le quiere hacer una oferta.

Se marchó a toda prisa. Taylor Swift está en la ciudad y le llueven las ofertas para esperar en la cola de entrada al Auditorio, pero… me dejó el e-mail del Esperador Profesional Espiritual disponible.

Y, mira, aunque yo misma me dé cuenta de que todo esto no es normal, tenía mucha curiosidad por saber qué hacía exactamente y qué cobraba un Esperador Profesional Espiritual, así que le envié un e-mail.

Desgraciadamente, la actriz famosa se me ha adelantado.


Premios literarios.

En estos últimos tiempos, me he presentado a varios certámenes literarios. Recibo el boletín de escritores.org y si hay algún relato o proyecto que se ajusta a alguno de los premios, lo presento. 

También me ha servido de catalizador. He leído las bases de muchas de estas convocatorias y, a veces, el tema al que se tiene que hacer referencia me activa para escribir algo nuevo.

Escojo solo los que permiten presentación on line. Imprimir, encuadernar y certificar el sobre del manuscrito me parece de otra época.

Foto de hannah grace en Unsplash

Una vez le das al enviar, allí va tu proyecto que suele estar escrito con ilusión y esperanza de éxito, pero, en muchas ocasiones, no sabes si está perdido en el mundo digital. Encuentro que los organizadores son poco empáticos con los concursantes. Cuando envías el relato, el cuento o la novela por mail, no te responden ni con un acuse de recibo. Solo sabes que tu gran obra ha llegado a destino si es por Certificado Digital, que suele ser en premios de Administraciones Públicas, tipo Ayuntamientos, etc. De seis certámenes a los que me he presentado, solo uno ha respondido con un mensaje de” Recibido.” Que los responsables le den una vuelta al tema igual que al tema del papel.

Dicho esto, escribir para estos eventos es altamente gratificante. Se pasa por un proceso realmente placentero en toda la ejecución. Mientras piensas, organizas, construyes y destruyes la trama. Decides los nombres de los personajes y los imaginas. Investigas sobre temas de referencia, lees y relees…

Si os gusta escribir y tenéis curiosidad, solo tenéis que entrar en escritores.org y dejar que una de las propuestas os haga crick-crick.

Y … a disfrutar escribiendo. 

Tierra y semillas.

Ante la imposibilidad económica de cursar “Licenciatura de la Felicidad”, decidí ser escritor.

Pasaron los años e, inexplicablemente, mi profesión me hizo feliz. Escribir me complacía y me permitía vivir decentemente. Formé una familia y fui feliz hasta que un día, los del Departamento de Intrusismo Profesional llamaron a mi puerta.

Ser feliz, sin la licenciatura correspondiente, se consideraba Intrusismo Profesional. Tuve que pagar una multa y dedicarme a escribir, camuflando lo mejor que podía, mi extraña felicidad intrusa.

Mientras la vida transcurría, la Licenciatura de Felicidad dejó de existir. Ya podía escribir y ser feliz sin esconderme pero el mundo, sin felicidad alguna, no me acompañaba.

Se declararon guerras entre países por acuerdos comerciales; entre civilizaciones, por creencias religiosas. Líderes estrambóticos empezaron a dominar nuestro destino. Lo peor, por eso, fue lo previsible. Lo anunciado pero no atendido.

Cuando yo era niño, se hablaba de la extinción de las abejas. Del incremento de la temperatura en la zona ártica, del descenso de krill en la Antártida , del peligro en el que se encontraban las cadenas tróficas tan bien diseñadas por la naturaleza para que el ecosistema subsistiera. Eran cosas pequeñas, que parecían insignificantes y no iban con nosotros. Pero ocurrió . La naturaleza se rebeló para intentar equilibrarse de nuevo: subió el nivel del mar, hubo terremotos, tsunamis, sequías, inundaciones, huracanes… La felicidad se secó, se ahogó, voló por los aires.

En mi vejez, veo a los jovenes buscando la felicidad. Una extraña felicidad. Su gran sueño es tener un pequeño campo dónde cultivar trigo o guisantes o cualquier planta comestible de las que se salvaron de la catástrofe climática en el planeta. No hay tiempo para leer o escribir. Hay que sobrevivir.

La felicidad , sí, se reduce a tener un trozo pequeño de tierra y unas cuantas semillas.

Y , por primera vez en mi vida, escribir esto no me hace feliz…

Vudú

Este es el relato que presenté a Relatos en Cadena con la frase de inicio “Estamos en paz”.

Íncipit

“Estamos en paz” superó al “En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme”. Fueron las primeras palabras que el secretario general de la ONU pronunció, emocionado, en un discurso histórico para la humanidad. Se habían acabado los conflictos armados. La frase se convirtió en el íncipit más famoso del mundo. Aunque la paz duró poco, era repetido sin cesar, invocando aquella realidad vivida. Deseando volver a ese instante, en el que era verdad.

La frase de inicio de los Relatos En Cadena de esta próxima semana es : Me está encantando clavarle agujas a este muñeco.

Seguimos.

El arcón frigorífico.

Este año he vuelto a participar en Relatos en Cadena organizado por la Cadena SER y la Escuela de Escritores.

El objetivo es crear un relato de 100 palabras, a partir de una frase de inicio. Cada semana, esta frase será la última del relato seleccionado como ganador.

La primera semana que he participado (ya llevan dos) había que empezar con la frase “Darse una vuelta con él “.

Envié el relato que viene a continuación: 

Foto de Eder Pozo Pérez en Unsplash

El arcón frigorífico

Darse una vuelta con él fue un error. Cuando denuncié la desaparición de mi marido, enviaron a un policía. Todo fue bien hasta que entró en el garaje y vio el maldito arcón frigorífico. Me preguntó si era el del bar de Manolo. 

Ni idea. Lo compré hace tres meses, mientras trazaba mi plan. 

Lo acarició con cariño.

—¡Si aún funciona! Mis hijos lo habrán abierto mil veces para elegir un helado. 

Sonrió y se dio la vuelta, alejándose. No sé qué le alertó, pero, de repente, se giró y dijo: 

— Si me lo permite, voy a abrir el arcón de Manolo.

Ganó Secretos de cuna, de David Garduño Navarro, cuyo relato y el de los finalistas podéis leer aquí (se publican semanalmente). 

David acaba su estupendo relato con la frase: “Su padre es un tal José Luis” 

Y aquí nace otro relato, otra semana.

Seguiré informando…

Una trampita…

Casi todas las historias que se me ocurren se concretan en relatos cortos. No me da para más. Tengo uno empezado que se titula “Empezar de cero” ( valga la redundancia ) que está fluyendo bastante bien, aunque me supone dedicar un tiempo a investigar sobre los algoritmos y la IA. Pensé -como cada año por estas fechas- “¿Y si lo convierto en novela?” y en eso estaba cuando entré en mi carpeta de “Restos Olvidados” y me encontré con la novela corta ( esta vez sí) de casi 100 páginas bastante bien construidas que se me quedo muerta en la mano en el 2019. Sin continuidad ni final.

Zapatos de tacón del 46.

Estos días me la he releído y he valorado el tiempo que invertí en saber más de los tiempos de la República, de la Guerra Civil, de los “Usos amorosos de la postguerra española” de Carmen Martín Gaite, de los Crossdressers . Y lo más alucinante es que me inspiró mi abuelo (QEPD): el zapatero que hacía zapatos para las vedettes de El Molino ( y, también para algún crossdresser) en la pre y postguerra española.

Así que voy a hacer una trampita al NaNoWriMo y no voy a empezar nada.  Voy a intentar acabar la de los zapatos porque merece tener un final. Sea para trasladarla de carpeta en mi PC, sea porque lo de mi abuelo me tira…

Photo by Raoul Ortega on Unsplash

#NaNoWriMo , again.

Ya vamos tarde.

Empezó el día 1 de Noviembre: el mes del #NaNoWrimo.

El reto: escribir una novela, esbozo de novela o lo que más se le parezca,  en un mes.

50.000 palabras.

Solo he tenido un #NaNoWrimo exitoso con “Te voy a llevar al huerto”. El resto, se convirtieron en relatos largos o novelas cortas o en ideas que fueron avanzando, pero se quedaron en punto muerto  ( 32.560 palabras . Ops! ). Están en una carpeta de Proyectos Olvidados.

Como no paran de llegarme mails del NaNoWriMo, han vuelto a hacer que me pique el gusanillo. Que me entren ganas .Es por eso, que nunca me he dado de baja de ese portal. Porque en el fondo sé, que una vez al año,  alguien me va a recordar lo mucho que me gusta escribir.

Y aquí estoy, pensando si este año, podría…