Vendo mi voto.

vendo

Este texto lo escribí hace 11 años en este blog…

Vendo mi voto

Todo empezó tontamente. Una frase, un viral en Twitter: “Vendo mi voto”.
¿Quién iba a pagar por un voto? Los partidos políticos ya sabían cómo conseguirlos gratis: una mentirijilla por aquí, una promesa tentadora por allá, una amenaza de lo que vendría, muchas luces, colores y fanfarria, y, sobre todo, el hartazgo de la gente al saber que seguían tomándolos por tontos… Mira, se iba a votar o no, dependiendo de los planes de ese día. No era importante.

A los partidos poderosos ya les iba bien esta desafección. A mayor abstención, mayor reparto de beneficios; mientras, los pequeños partidos se veían condenados a la invisibilidad.

Pasó el tiempo y dejamos de votar, pero tampoco pasó nada, ya que, con los afiliados a los partidos poderosos, ya tenían cupo para seguir ocupando escaños. Pero, con los años, los “miembros del partido” fueron desapareciendo. Ley de vida.

Y, entonces, llegaron unas de esas Elecciones de Comunidades Mancomunadas Federadas Autónomas Co-Dependientes, y a uno se le ocurrió poner en venta su voto. Cuando publicó su tuit (con una foto arregladita en la que ponía “Vendo mi voto”), no sabía que a los partidos súper poderosos no les cuadraban los números y que tenían que conseguir un número concreto de votos para poder seguir en… política.

Como fue el primero, se forró. Tuvo sus momentos de duda y de pensamientos trascendentales acerca del valor moral de su voto, pero… el valor, traducido en euros, le daba para salir del agujero en el que estaba metido. La maldita crisis eterna…

La noticia se extendió y, de repente, la gente se dio cuenta de que poseía un “algo” (por no poner derecho u obligación) en desuso que tenía un valor real. Así que empezaron a vender sus votos…
Y, claro, hubo una “burbuja” del valor de los votos. Todos creían que su voto valía 1000; después, resultó que no les daban más de 30.
Esa burbuja fue la que permitió hacer los cambios y tomar las medidas necesarias que —si no es en situación de crisis— nadie se atreve a tomar.

Y, por fin, se cambió el sistema político y el sistema electoral… Y cambiaron los políticos…

El “Vendo mi voto” fue el principio de estos tiempos…

Hoy, nadie vende su voto. Ahora vale tanto que no existe dinero suficiente para comprarlo.

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Piedra, cincel y martillo.

En estos momentos, muchas de las cosas que pasan y pasarán en el mundo, dependen de un señor que firma actas pomposas y presidenciales, con unos rotuladores que, después , regala como souvenir.

Lo más curioso es que ese rotulador es un producto de la economía globalizada. Posiblemente lo ensamblaran 100% en su país, el de este señor, pero es casi inevitable que , participen muchos países, en la fabricación de ese y casi todos los productos que compramos cada día en el mundo.

La situación es paradójica.

El rotulador que se esgrime como arma de nacionalización y enfrentamiento , es un producto fruto de estos tiempos modernos en los que todo está interconectado.

Una solución adecuada, acertada y en consonancia con el mensaje sería una piedra , un cincel y un martillo. Todo materia prima del país. Se tardará más en firmar las actas, hasta es posible que durante este tiempo , se cambie de opinión y se prepare otra piedra para firmar otra cosa.

Y se hace ejercicio físico.

Todo ventajas.

Componentes de un rotulador.
Tintas/pigmento: Del país y otros químicos que pueden venir de China, Alemania o India.
Plásticos : Posiblemente de Asia, aunque moldeados en el país final.
Puntas (fibras): Posiblemente, de Japón o Corea.

El bosque.

Photo by Evgeni Evgeniev on Unsplash

Desde arriba, el bosque se ve precioso. Copas frondosas, árboles de todos los colores, un cielo azul al que le puedes dar un mordisco… Un espacio, desde el que, ni queriendo, puedes ver lo que hay abajo.

Photo by Casey Horner on Unsplash

Desde esa altitud privilegiada, se toman decisiones y se gestionan los recursos del bosque y de la gente que lo habita.

Photo by Tuce on Unsplash

Y, allí abajo, la gente hace malabarismos para cuidar su bosque.

Y, allí arriba, los árboles no dejan ver el bosque.

Llámalo bosque, llámalo mundo…

#Voluntarios

Hace unos días , escribía el post “Corred hacia la luz”, en el que intentaba describir las direcciones opuestas que ha emprendido la política versus la ciudadanía.

Tras las inundaciones en #Valencia, solo podemos constatar, desgraciada y dolorosamente, que , efectivamente, transitamos por carreteras diferentes.

En el “día después”, no se ha sabido actuar con la rapidez , la coordinación y la empatía que la situación requería. Y si no hay empatía , la velocidad en la respuesta de ayuda no era negociable.

El intervalo temporal en la toma de decisiones, ha sumado más dolor a una situación extremadamente frágil.

Y en este contexto, han aparecido ellos.

Los #voluntarios anónimos que son luz , en estos días oscuros.Es emocionante ver a la multitud que ha acudido con palas y rastrillos a sacar el barro de las calles, a llevar agua, medicamentos o comida. Son gente normal que transita en esa carretera solidaria.

Después de la rabia y el dolor, llegará la reflexión.

Mientras tanto, estamos en deuda con ellos, por empezar a andar hacia los que lo necesitan…ahora.

«Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo” . Eduardo Galeano.

“Corred hacia la luz”

Dos direcciones. No sé si diría “opuestas” pero sí que son diferentes.

Una es la dirección de la ciudadanía. Con los problemas reales con los que se batalla día a día. Sanidad, Educación, Vivienda, Atención a los Mayores y a los Dependientes, etc., etc.. Son puntos comunes en los que nos encontramos todos.

Parece mentira que la Ley de la ELA fuera una excepción afortunada de este cruce de caminos , un acto meritorio, casi heroico cuando debería ser lo habitual : que se aprueben leyes que nos beneficien a todos, sin importar la ideología. Eso es la ciudadanía, el conjunto de todos , diferentes, pero con necesidades comunes que nos hacen uno.

La política , los políticos emprenden sendas diferentes a las que transitamos el resto. Se ven en los juzgados, gritan en el Congreso, han perdido la capacidad de parlamentar y, al final, van a lo suyo que no es lo nuestro. El problema es que , en ese camino que cada vez los aleja más del ciudadano , olvidan que su función, su objetivo y su deber es hacernos la vida más asequible, más sencilla e incluso más humana ( de humanidad).

La versión optimista es que hay equipos de gente preparada para gestionar de manera eficiente en la política. Deben estar escondidos o los tienen secuestrados porque es imposible aniquilar totalmente al talento. Tienen que estar en algún sitio.Es como el agua, al final encuentra por donde salir. En algún momento les veremos la cara, emergerán con fuerza y sustituirán a los que van en dirección contraria.

Si los veis o los detectáis, hay que conjurar un “Carol Anne” de Poltergeist . Hay que decirles : “Corred hacia la luz.”

Los estamos esperando…

NB : Esto es un “quejío” en toda regla pero con un tono de preocupación elevado porque pasa en mi país pero también en el mundo …

Estupidez humana.

He desenrollado una alfombra de yute que tenía guardada y las esquinas han quedado levantadas. Para evitar el tropiezo seguro, he ido a buscar cosas pesadas para ponerlas encima de las zonas rebeldes durante unas horas para aplanar la fibra. 

Cuando necesito algo que pese, voy a buscar mi bala de cañón.

Y es que tengo esta bola de hierro, que pesa más de 2 Kg y que cayó en la casa de mi familia, según decían los más mayores, durante la Guerra Carlista. No sé cuál porque, a falta de una, hubo tres guerras carlistas en diferentes períodos de 1833 a 1876.

Estas balas de hierro, a veces se ponían al rojo vivo para causar más destrozo. Hoy, estas bolas pesadas se han sustituido por armamento sofisticado. Las guerras continúan y las vemos en directo, igual que las muertes que conllevan.

Hace casi 200 años, eran estas balas de cañón, ahora son drones de última generación. 

Todo cambia, pero nada cambia.

Es la estupidez humana que se va haciendo más profunda y…sofisticada.

NB : La herramienta de IA de WordPress me sugiere estos títulos :

Bolas de cañón de la Guerra Carlista: Un legado familiar pesado

Este título destaca el peso histórico y familiar de las bolas de cañón, atrayendo a lectores interesados en historias familiares y reliquias históricas.

La evolución de la devastación: De las balas de cañón a los drones

Este título resalta la evolución tecnológica en la historia bélica, atrayendo a lectores interesados en la historia militar y los avances tecnológicos.

El legado de las balas de hierro: Reflexiones sobre el cambio y la continuidad

Este título resalta el contraste entre el pasado y el presente, atrayendo a lectores interesados en reflexiones sobre la evolución de la guerra y la sociedad.

Frágil.

Este mundo de hoy no es viable.

Tiritas.

Ya se me ha vuelto a caer. Ahí la veo, a mis pies.

Me pasa cada mañana y empieza a ser crónico.

Me despierto más o menos contenta ( eso depende del número de horas que he dormido y la calidad de esas horas), me preparo con un café con leche increíble que me espabila con el aroma y abro la puerta de casa para dirigirme al buzón.

Si todo ha ido bien (últimamente, los del reparto van un poco locos) tengo la prensa matinal, calentita o fresquita (depende de la estación). Mientras realizo todo este proceso matinal, aún no se me ha caído…

Me siento en la mesa de la cocina.. El olor a papel y tinta me reconforta…Si analizo la secuencia de acciones, puedo constatar que aún no se me ha caído.

Entonces, llega el momento. Me detengo en la portada .

Ya me está bajando hacia el estómago cuando llego a la sección de Internacional.  Las fotos de unos niños . Guerra. Guerras. Un bombardeo. Escudos humanos. Niños. Niños.

Siento como se desliza por mis piernas y llega a mis pies .

Siento que se me escapa…

Hace ese ¡Plof! atenuado y la veo.

Ahora mismo, no tengo alma. Se me ha caído a los pies…

Me agacho y la recojo.

Debo recordar comprar más tiritas aunque sé que no sirven de nada. Somos muchos , la mayoría, a los que se nos ha caído el alma a los pies pero parece que no nos ven. O no nos quieren ver.

Mientras tanto, la empresa que vende las tiritas se está haciendo de oro…

Las fotos que no quiero hacer.

He hecho muchas fotos de estos rincones verdes.

Cuando los veo, aunque ya sean viejos conocidos de décadas, siempre encuentro algo que cambia, algo diferente que me hace volver a fotografiarlos. Tonalidades, texturas, luces y sombras, …

Pero al mirar el campo esta vez, he pensado en esas lluvias que no llegan o que si llegan son escasas. Y que todo ese verde oxigenante, se irá secando y pasará a tonos ocres y marrones.

Esas fotos son las que no quiero hacer.