Cuando empecé a interesarme por la pintura ya de mayor y más por sus efectos terapéuticos que por mi destreza (que hoy en día sigue siendo nula) , me dio por el realismo . Intenté dibujar unas flores y aún recuerdo las risas de mi padre cuando vio aquella cosa que parecía un ramo de Ágata Ruiz de la Prada, pero dibujado por un niño. Entendí que la única forma de evolucionar ( si esa es la palabra para esto mío con la pintura) era ir a lo abstracto. A los colores y a las texturas.
Sigo con mi padre (al que le fascinaba cualquier manifestación artística si provenía de su hija) : él me animó y me estimuló a escribir, me inscribía a premios, me ayudaba con los relatos. Cuando me dio por comprar el caballete, los lienzos y los acrílicos, tampoco desistió de su actitud motivadora, aun sabiendo que las Bellas Artes no era lo mío. Él, siempre animoso, me propuso empezar poco a poco, en un lienzo pequeño y aprendiendo a mezclar colores. Me hizo inspirarme en un paisaje familiar y conocido.
Y salió esto.
Ha aparecido en el bloque de lienzos antiguos que hay en el trastero. Es pequeñito y me da mucha paz.
Es mi padre diciéndome : ánimo y sigue.
Y, así, en la vida…
Cuánto bien nos hacen las personas que nos animan de corazón.
A mi me parece muy chulo el cuadro, y la actitud de tu padre es aleccionadora para todos.