Esperé la siguiente sesión con nervios. No era fácil decirle a Cupido que debía tomarse un descanso, y menos en vísperas de San Valentín. Su reacción me desconcertó. Lanzó las flechas y el arco a un rincón de … Sigue leyendo
Esperé la siguiente sesión con nervios. No era fácil decirle a Cupido que debía tomarse un descanso, y menos en vísperas de San Valentín. Su reacción me desconcertó. Lanzó las flechas y el arco a un rincón de … Sigue leyendo
El iPad tiene cincuenta minutos de grabación. Veo mi despacho. Mi silueta de espaldas. Un buen plano del diván y la estantería. Un escalofrío me recorre la espalda. Solo se escucha mi voz. Haciendo preguntas. A … Sigue leyendo
Miro al niño, sentado en el respaldo del diván, y aún no me lo creo. ¿Cupido? ¡Venga! ¡No me fastidies! Pero… Las alas son reales. Y el niño voló por la consulta hasta llegar al diván. Esto es así. … Sigue leyendo
Primero, pensé que estaba trabajando demasiado. El estrés puede provocar alucinaciones. También consideré la posibilidad de una relación de transferencia con ese paciente al que persiguen unos extraterrestres vaya donde vaya… Examiné mi café por si olía raro. ¿Alguna … Sigue leyendo

Primero, he oído aquel extraño aleteo. Raro, muy raro, teniendo en cuenta que estoy encerrada en un despacho minúsculo en el que no hay ventanas. Pero me ha pasado lo mismo que en las películas: cuando me giraba o levantaba la cabeza para mirar de donde procedía aquel sonido, el silencio era absoluto. A la que dirigía mi mirada a la pantalla del ordenador, ya estaba allí: flop, flop, flop…
“Mira, es lunes y estás muy estresada” eso es lo que he pensado, dándome ánimos (algo que ya viene siendo habitual en los últimos tiempos) pero, entonces, cuando ya estaba más calmada y centrada en aquel listado de costes, me cae una plumita blanca en el teclado. Flip…
Como está feo eso de decir tacos, no voy a volver a reproducir el ¡Joder! que me ha salido del alma. ¿Qué hace un pajarito blanco en mi despacho? – me he preguntado en un tono infantil y estúpido. Incrédulo…Y con un poco de susto porque, inmediatamente me ha asaltado la idea de que fuera una paloma y yo, les tengo terror a esas aves…
Cuando me he atrevido a mirar hacia arriba, lo que he visto me ha dejado paralizada. Un niño, de ricitos rubios y mejillas sonrosadas, tirando a gordito (se le hacían esas arruguitas tan graciosas en las rodillas) y…con un par de alas, de plumas blancas, sobresaliendo de su espalda. Estaba sentado en el aparato de aire acondicionado, y agarrado a los conductos, como si fuera a caerse.

Tras procesar esta información, “niño gordo con alas, sentado en mi aparato de aire acondicionado”, he mirado al niño con atención y he observado que llevaba un arco en la mano y aunque no he visto ni una sola flecha, me ha parecido que podía ser peligroso. He decidido gritar con todas mis fuerzas, pero, cuando ya iba a dejar que el aire rasgara mis cuerdas vocales, el niño me ha hecho una señal con la mano, poniéndose un dedo en la boca. Y supongo que por el hecho de que es un “niño”, he cerrado la boca. ¡Una broma! ¡Claro! Yo que soy la anti San Valentín de la oficina, la que celebra el día de los No Enamorados desde que me dejó aquel impresentable, soy la víctima de una bromita del Día de Marras. ¿Una cámara oculta?
Cuando miro al nene, pienso que se han pasado tres pueblos. ¡Angelito! ¿Cómo se han atrevido a colocarlo ahí? ¿Y si se cae? Este último pensamiento me ha permitido salir del estado de estupor que he sentido al descubrir a un querubín ubicado en mi pared y me he dirigido hacia él, dispuesta a socorrerlo. ¡Qué bestias, por Dios! Estoy segura de que es culpa de Martínez, el capullo graciosillo de contabilidad.
–Hola, cariño. No te asustes, te ayudaré a bajar de ahí.
–No me toques, humana. Ni te atrevas. Soy Cupido, ¿Acaso no me has reconocido?– el niño me habla con autoridad y una cierta mala leche. Aunque es una monada me parece muy repelente pero no me doy por vencida. Es un niño-Venga, precioso. Vamos a bajar, que la broma ya se ha acabado.
Otro flop, flop, flop y el niño, gordito y sonrosado, se mueve torpemente, moviendo sus alas con dificultad. Le veo el culete y los rizos de su pelo y…una flecha clavada en su espalda. Da un giro y deja de hacer flop para hacer plof.
Cae en la mesa de mi despacho, boca abajo, en una posición antinatural que me da miedo. De repente, lo oigo. Esa vocecilla cabreada…
–De verdad, estoy bien. No siento dolor. Esto se veía venir. Han sido los malditos recortes de presupuesto. Hace unos años, sólo nosotros podíamos salir a disparar flechas en un día como hoy, pero, el mundo ha cambiado y también los humanos. Se envían flechas amorosas, flores, corazones, mensajitos a través de las redes sociales y todas esas apps que crecen día a día… Y, claro, nos ha sustituido por plataformas digitales y algoritmos matemáticos y cada vez, menos dinero para Cupido y su ejército…
A estas alturas, estar hablando con un niño, con alas de ángel que dice ser Cupido y que está espachurrado en mi mesa, con una flecha clavada en su espalda, no me produce extrañeza. Tampoco que me esté hablando de recortes presupuestarios y revolución tecnológica. Charlo con él, como si tal cosa.
– Las flechas están caducadas y la penúltima que he disparado, ha realizado una trayectoria y ha acabado, clavada en mi espalda. Si me sacas la flecha, me desintegraré. Y ya está. Te dejaré en paz. Os dejaré en paz a todos…
– En todas las pelis que he visto, sacar una flecha es lo último que se debe hacer. Desgarra la carne. No voy a hacer eso. – Últimamente, he visto un montón de series y no hay truco policial o de supervivencia en una batalla que no me sepa.
– Confía en mí. Soy Cupido. ¿No me ves?
Miro sus rizos y ese culete gracioso. Es lo único que le veo, puesto así, boca abajo. No sé porque, pero le creo. Justo yo, la más escéptica con eso del Día de San Valentín…
– Vale. Te la sacaré. Pero, aunque yo no crea en ti, si al final eres Cupido, te desintegras y desapareces me haces responsable de una cosa muy gorda. Matar a Cupido. Eso es serio.
– No te preocupes. Me iré de aquí, a otro lugar que no conoces, pero… volveré. No tengas ninguna duda. No olvides que el amor, nunca muere. Y, mira, esto no deja de ser una acción de presión para que nos den más recursos. Venga, quítame la flecha que puede entrar alguien y encontrarme aquí con esta pinta.
– Lo haré– Cojo la flecha y cuando me dispongo a tirar, oigo su vocecilla.
– Ah! Una cosa más… Lo siento, pero, la última flecha que disparé… Espero que me perdones, humana.
Y oigo eso del “perdón” y me quedo perpleja.
Ya no hay flecha, ni niño muerto.
Creo que me voy a pedir una baja por estrés. Estoy mal, muy mal.
Llaman a la puerta. Veo que aún hay plumas blancas por la sala. Las recojo apresuradamente y le digo al que llama a mi puerta que puede pasar. Y ahí está Martínez, el de contabilidad, con cara de besugo y los ojos muy, muy brillantes. Sostiene un gran ramo de flores en su mano. Me lo entrega, junto con una postalita de un corazón ribeteado de blonda blanca. Horroroso, por cierto.
– Siempre he querido decirte que me gustas y que me gustaría que fuéramos a tomar una copa, para conocernos mejor. O a cenar, si lo prefieres.
Me quedo muda. ¿Martínez? Vaya con el niño gordinflón con la flecha en la espalda.
Si lo llego a saber, no se la saco…¿Martííínez? No me lo puedo creer…
NB : Una versión nueva del Cupido’s Killer
No puedo ser menos y no unirme a la masa, con corazones, Cupidos y amor. Esto se acerca y nos van a invadir por todas partes.




Y yo, contribuyendo… ; – )

– ¿Están todos en sus puestos y preparados?
– Sí, Señor. Todo está listo. Sólo esperamos su orden, Señor.
–No me acostumbro a que te dirijas a mí como “Señor” …
–Perdón, Señor. Ehh. Perdón… ¿Arquero jefe?
-Mmmm… Arquero jefe. Sí, me gusta. A ver, ¿Cuál es la situación de los objetivos?
– Los objetivos están localizados, Señor. ¡Uy! Otra vez lo de Señor. Perdón. Los objetivos están localizados, Arquero jefe. El contacto visual ha sido satisfactorio y nuestra unidad de Comunicación No Verbal está monitorizando todos los gestos. Estamos preparados para tirar, Arquero jefe.
-Esperad mi señal.
Voló hacia las cámaras de observación y se cercioró que de los objetivos estuvieran en posición. Él era el único que podía acceder al centro de monitorización. Era uno de los privilegios de ser el Arquero Jefe. Esta vez, se habían decidido por un ataque masivo: personas de todas las edades y sexos. Según indicaban los Informes del Servicio de Inteligencia, serían millones, si la misión tenía éxito…. El Informe, también decía que la necesidad del ataque iba creciendo de forma exponencial. Cada vez había menos amor, menos empatía, menos comprensión, … Los datos eran alarmantes, así que se había decidido actuar de inmediato y abatir a los objetivos en una operación de asalto sin precedentes. Preparaos, humanos. –pensó mientras daba la orden.
–Atención. Operación en marcha. A la de tres.
Los querubines alados, tensaron sus arcos.
-Cupidos, preparados. ¡Una, dos y…tres!
Millones de flechas rojas salieron disparadas , directas al corazón de la humanidad…


Es el día del amor, de los enamorados.
Lo hemos simplificado al nivel del adjetivo ,“Que siente amor y atracción sexual por alguien(RAE), y se manifiesta entre parejas. Sus signos más visibles deben ser obligatoriamente del tipo de la felicidad, las sonrisas, las caricias, los corazones, la poesía, las flores, los regalos, etc… Lo dicho, muy simplificado.
En realidad, hoy es un día para muchos. No hace falta, ni tan siquiera, estar enamorado en tiempo real. Sirve, para la celebración, la rememoración de cualquier enamoramiento del pasado, aunque se manifieste ausente. También del enamoramiento del futuro, el que vendrá y hoy no es.
Y hay más posibilidades en la lista. “Sentir amor” tiene un significado ancho y profundo.
Puedes estar enamorado de una mujer, de un hombre, de tu familia, de tus amigos, de tu mascota, de una planta, de la lectura, de un blog, de Netflix, de George Clooney, de la risa y la carcajada, de un telescopio, de la luna, de un huerto, de la libertad, de una cámara fotográfica, del chocolate, de un equipo de fútbol, de un pueblo, de una almohada, de las mariposas, de una isla, de una cuchara de madera…
Hoy es el día y, para celebrarlo, sólo hay que estar enamorado de la vida.
Feliz día a todos. Cada día.

No me lo puedo creer…
Primero, he oído aquel extraño aleteo. Raro,muy raro, teniendo en cuenta que estoy encerrada en un despacho minúsculo, en el que no hay ventanas. Pero me ha pasado lo mismo que en las películas : cuando me giraba o levantaba la cabeza para mirar de donde procedía aquel sonido, el silencio era absoluto. A la que dirigía mi mirada a la pantalla del ordenador, ya estaba allí: flop, flop, flop…
“Mira, es lunes y estás muy estresada” eso es lo que he pensado, dándome ánimos a mí misma ( algo que ya viene siendo habitual en los últimos tiempos) pero, entonces, cuando ya estaba más calmada y centrada en aquel listado de costes, me cae una plumita blanca en el teclado.
Como está feo eso de decir tacos, no voy a volver a reproducir el ¡Joder! que me ha salido del alma. ¿Qué hace un pajarito blanco en mi despacho?– esto ya me lo he preguntado con un tono infantil y estúpido. Incrédulo…Y con un poco de susto porque , inmediatamente me ha asaltado la idea de que fuera una paloma y yo, les tengo terror a esas aves… Dejémoslo en un trauma infantil , que arrastro desde que mi abuelo me hacía poner, en medio de la Plaza Cataluña, con los brazos abiertos , llenas las manos de alpiste… Aquellos pájaros hambrientos, se lanzaban sobre mí. A lo bruto. Despiadadamente…Por lo menos, es así como yo lo recuerdo.
Cuando me he atrevido a mirar hacia arriba, lo que he visto me ha dejado paralizada. Un niño, de ricitos rubios y mejillas sonrosadas, tirando a gordito ( se le hacían esas arruguitas tan graciosas en las rodillas) y…con un par de alas, de plumas blancas, sobresaliendo de su espalda. Estaba sentado en el aparato de aire acondicionado, y agarrado a los conductos, como si fuera a caerse.
Tras procesar esta información, “ niño gordo con alas, sentado en mi aparato de aire acondicionado”, he mirado al niño con atención, he observado que llevaba un arco en la mano y aunque no he visto ni una sola flecha, me ha parecido que podía ser peligroso. He decidido gritar con todas mis fuerzas pero, cuando ya iba a dejar que el aire rasgara mis cuerdas vocales, el niño me ha hecho una señal con la mano, poniéndose un dedo en la boca. Y supongo que por el hecho de que es un “niño” , he cerrado la boca. ¡Una broma! ¡Claro! Yo que soy la anti San Valentín de la oficina, la que celebra el día de los No Enamorados desde que me dejó aquel cabrón , soy la víctima de una bromita del Día de Marras. ¿Una cámara oculta?
Cuando miro al nene, pienso que se han pasado tres pueblos. ¡Angelito!. ¿Cómo se han atrevido a colocarlo ahí? ¿Y si se cae?. Este último pensamiento me ha permitido salir del estado de estupor que he sentido , al descubrir a un querubín ubicado en mi pared, y me he dirigido hacia él, dispuesta a socorrerlo. ¡Qué bestias, por Dios!. Estoy segura que es culpa de Martínez , el capullo graciosillo de contabilidad.
-Hola, cariño. No te asustes, te ayudaré a bajar de ahí.
-No me toques, humana. Ni te atrevas. Soy Cupido, ¿Acaso no me has reconocido?
-Venga, precioso. Vamos a bajar, que la broma ya se ha acabado.
-No puedo bajar. Estoy herido…Creo que me estoy muriendo.
-¿Herido? No me asustes. Voy a llamar al 061. No! a los Bomberos o …mejor a la Policía. Este Martínez ha ido demasiado lejos.
-No podrán hacer nada. Nadie puede hacer nada. Esto se acaba,lo noto.
-No digas tonterías. Dame la mano y yo…
Entonces, otro flop, flop, flop y el niño, gordito y sonrosado, se mueve torpemente, moviendo sus alas con dificultad. Le veo el culete y los rizos de su pelo y…una flecha clavada en su espalda.
Da un giro antinatural y deja de hacer flop para hacer plof.
Cae en la mesa de mi despacho, boca abajo, en una posición anti natural que me da miedo.
-No te preocupes por mí. Parece más de lo que es y supongo que a un ser humano le impacta más que a nosotros. Además, se les ocurrió darme esta forma de niño gordinflón que os deja arrobados.
-Pero…
-De verdad, estoy bien. Ha sido el maldito espíritu comercial, que me ha pillado desprevenido.
-¿El espíritu comercial, dices?- A estas alturas, estar hablando con un niño, con alas de ángel que dice ser Cupido y que está espachurrado en mi mesa, con una flecha clavada en su espalda, no me produce extrañeza. Charlo con él, como si tal cosa. Es raro, lo sé. Ya lo he dicho antes.
-Sí. Es un tipo que lleva una capa negra .Se me ha copiado el arma, el muy idiota.
-¡Eh! No digas palabrotas…er..niño.
-Lo reconocerás porque lleva bordados de diferentes anagramas en la capa : VISA, El Corte Inglés, el símbolo del dólar, vales regalo. Está patrocinado y le han proporcionado más recursos. Me ha pillado desprevenido.
– Ya. Y… ¿Qué se supone que debo hacer yo con un niño- vi que me torcía el gesto-perdona, con un Cupido muerto en mi mesa?
– Nada. Nadie me verá. Me sacas la flecha y me desintegraré. Ya está.
– En todas las pelis que he visto, sacar una flecha es lo último que se debe hacer. Desgarra la carne. No voy a hacer eso.
– Confía en mí. Soy Cupido. ¿No me ves?
Miro sus rizos y ese culete gracioso. Es lo único que le veo, puesto así, boca abajo. No sé porque, pero le creo. Justo yo, la más escéptica con eso del Día de San Valentín…
– Vale. Te la sacaré. Pero…si te desintegras; desapareces y me lo crea o no, se supone que eres Cupido. Es una gran responsabilidad.
– Me iré de aquí, a otro lugar que no conoces pero… volveré. No tengas ninguna duda. No olvides que el amor, nunca muere. Venga, quítame la flecha que puede entrar alguien y encontrarme aquí, con esta pinta y derrotado por el malvado “Espíritu Comercial”.
– Lo haré- Cojo la flecha y cuando me dispongo a tirar , oigo su vocecilla.
– Ah! Una cosa más… Lo siento pero, la última flecha que disparé… Espero que me perdones, humana.
Y oigo eso del “perdón” y me quedo perpleja.
Ya no hay flecha, ni niño muerto.
Creo que me voy a pedir una baja por estrés. Estoy mal, muy mal.
Llaman a la puerta. Veo que aún hay plumas blancas por la sala. Las recojo apresuradamente y le digo al que llama a mi puerta que puede pasar.Y ahí está Martínez, el de contabilidad, con cara de besugo y los ojos muy, muy brillantes. Sostiene un gran ramo de flores en su mano . Me lo entrega, junto con una postalita de un corazón ribeteado de blonda blanca. Horrososo, por cierto.
– Siempre he querido decirte que me gustas y que me gustaría que fuéramos a tomar una copa, para conocernos mejor. O a cenar, si lo prefieres.
Me quedo muda. Esto es peor que el niño gordinflón con la flecha en la espalda.
No me lo puedo creer…