Símbolo.

Fin de la emergencia mundial por pandemia de COVID según la OMS.

Ordenando mis armarios, encontré la sección “Virus”: mascarillas, gel hidroalcohólico y un par de test que, afortunadamente, ya no hemos tenido que utilizar en los últimos tiempos. 

Las mascarillas están clasificadas en tres tipos: las higiénicas y las FFP2 que aún me pongo en los centros médicos, hospitalarios y farmacias. También tengo de tela: flores, estrellas y con logos de empresas. Fueron las protagonistas en un momento en que no había mascarillas. Me doy cuenta de lo rápido que olvidamos y, también, de la facilidad con la que nos adaptamos a los cambios que iba generando la pandemia en nuestras vidas. Con esas mascarillas de tela, había una “proto-mascarilla”. Esa sí que me ha avivado recuerdos y sensaciones.

Fue en esos primeros días, en los que ya había la certeza que el virus era particularmente agresivo con las personas mayores. Además, ya se apuntaba al contagio por el aire, pero no había nada seguro. Mi madre, enseguida se encerró en casa. Yo iba a comprar y a la farmacia y le llevaba lo que necesitaba. Recuerdo que cuando abría la puerta de su casa, se ponía a dos metros de distancia… No había mascarillas, pero ya intuíamos que era importante cubrirse boca y nariz. Las primeras veces que fui a verla, me tapaba con un foulard. Descubrí que los antifaces que te dan en los vuelos transoceánicos podían funcionar y, me los ponía debajo del pañuelo. 

Después, me dediqué a buscar en casa con qué hacer algo similar a una mascarilla, cosa ya difícil si se tiene en cuenta mi poca habilidad en costura. Pero encontré unos calcetines de los que llaman patucos y en catalán, peücs. También tenía un trozo de goma elástica (qué no sé porque ni cómo llegó a la caja de costura que casi nunca abro) así que confeccioné mi primera “proto-mascarilla” que quedó como un churro, pero cumplió su función, por lo menos como placebo para mí. Era la mascarilla de la incertidumbre, la del temor. Teníamos miedo, un miedo ya olvidado.

Es fea, lo sé, pero me la he guardado como símbolo de resistencia y esperanza. 

Nota : Además, puse el calcetín al revés… : – (

Un pensamiento en “Símbolo.

  1. Me siento muy identificado con lo dicho y la manera en la que lo has expresado. Sigo llevando una en el bolsillo y dos o tres en mi bolsa viajera. :)
    He sido capaz de volver a felicitar a gente por cosas con un buen abrazo e incluso dar un par de besos, tan nuestro cuando vemos a alguien lejano en el tiempo… Y me he quedado muy a gusto, me he dado cuenta de la falta que eso me hacía.
    Sobre las mascarillas hechas «a mano», tengo una vecina, muy mañosa ella, que se las hacía a juego con sus trajes, era espectacular, siempre bien conjuntada y con estilo propio.

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