Primero, pensé que era un pimiento introvertido. Encerrado en sí mismo, recogido. Tímido…
Como suele pasar, las primeras impresiones no suelen ser las acertadas. Había que conocer más al pimiento. Podía ser el protagonista de la frase “Me importa un pimiento” sufriendo una involución. O un pimiento yogui, un asceta que sigue la filosofía del yoga…
Al final, he creído que el pimiento era un narcisista. Se había enamorado de sí mismo, pero… otra vez, he juzgado demasiado deprisa.
El pimiento vive una bonita historia de amor. No hay que pensar en el pimiento como un pimiento. Es una entidad con partes personalizadas e independientes: pedúnculo, cáliz, hombro, exocarpio, etc.
El pedúnculo y el ápice de este pimiento se han enamorado locamente.
Y se abrazan…
No seré yo la que se coma este amor…A ver quién es el que se atreve a decírselo al pedúnculo y al ápice…
ja ja ENORME AMOR el de tu pimiento! Buena semana
Aún está en la nevera.No he sido capaz de cortarlo…;-(
Amor propio, diría yo.
Saludos
Y tan propio! Este pimiento no necesita a nadie…
y es que antes de quererte a ti (quien quiera que seas) debo quererme primero a mi
Por supuesto! Aunque esto va de pimientos…;-)