Mis problemas en la cocina vienen de lejos. Ya hace un tiempo, unos huevos se proclamaron en guerra contra mi persona , recibieron refuerzos de un pan de kilo y me acorralaron en una habitación… Tras esta experiencia traumática y sin más incidentes , supuse (erróneamente) que ya había puesto fin a mi problema pero…no ha sido así.
Debía haberme extrañado por la ausencia de sonidos. Los ruiditos… Esa vibración tenue de la nevera, el termostato de la cafetera cuando regula la temperatura, …Nada. Y me pareció escuchar esa sinfonía de rutinas cuando fui a abrir la puerta de la cocina pero, al entrar… Stop. Aquel profundo silencio… Tuve la misma sensación que en esa circunstancia en la que cuando tu entras en un lugar, la gente se calla…pero necesitaba mi café con leche de la mañana. El que me despierta del todo…
Abrí la nevera para coger la leche y me pareció ver algo extraño en el tetrabrik. Los huevos enamorados que se habían instalado en la nevera , tras la rebelión, seguían coqueteando. No había tenido fuerzas para tirarlos a la basura , junto con el resto de huevos y pensé que podían tener algo que ver pero seguían a lo suyo. Sin hacerme caso.
Una sombra redonda y oscura se movió por mi retaguardia y percibí por el rabillo del ojo que era una galleta que se estaba precipitando al vacío desde la nevera al suelo. Se hizo migas, con mi consiguiente disgusto ( no hay nada peor que tener que realizar actividades antes de mi café!). Recogí las miguitas, mientras oía unos débiles gemidos de dolor…
La etiqueta de la leche era extraña. ¿Estaría caducada? No quise tener problemas y abrí un nuevo tetrabrik, casi sin mirar.
Me preparé mi café con leche y me lo tomé con un suspiro de alivio. La cafeína se iba integrando en mis fluidos corporales, camino hacia el cerebro con el fin de despertarme del todo. Ese día, además, me estaba poniendo de buen humor. Muy buen humor…
Mientras sorbía y paladeaba, leía la prensa del día y en eso estaba cuando oí una voz profunda : Oye, guapa, ¿Te apetece ver algo increíble?. Del susto, solté el vaso y me levanté como impulsada por un resorte, buscando por la cocina al propietario de la voz varonil. Canela fina, chata. Venga, atrévete. Busqué y busqué, pero no había nadie en mi cocina. Ni en mi casa.
Te lo voy a enseñar…todo. Y después de esa frase, una carcajada… Ya con la espumadera en la mano y preparada para lo que fuera, abrí la nevera y le pregunté a los huevos enamorados ¿Sabéis de qué va esto? Y el huevo, apiadándose de mí , me dijo: Es tu vaso . Es un exhibicionista. Ayer, ya se lo hizo a mi huevo y, la verdad, fue muy desagradable. Yo de ti, lo tiraría a la basura.
Supe que era un nuevo episodio de mis Thrillers de Cocina.
Miré hacia la mesa y lo vi.
Un escalofrío me recorrió la columna vertebral : se había puesto un tanga de lunares…




