Los jerséis que tejía mi abuela, que estrenaba este mes, hoy en día, me provocarían un golpe de calor.
Es la misma fecha pero ya no es el mismo tiempo…
El cambio climático , que algunos aún niegan, ha provocado un desajuste estacional. Un embrollo. Habrá que cambiar el nombre a las lunas llenas y avisar a la cigarra. Esa querida acompañante que ha estado todo el verano haciendo ruido bajo mi ventana y que ya creí difunta o aletargada, sigue con su melodía, en este 22 de octubre. Se le está haciendo largo y no sabe que sufre de desajuste estacional.
Estoy sentada , mirando el bosque. Ya no hace el calor del pleno verano. Es más, la Tramuntana ya se está haciendo notar y creo que necesito ir a buscar un jersey. Y entonces la oigo.
Cric,cric,cric,cric,cric,cric…
Del silencio hemos pasado a la sinfonía crujiente que me ha acompañado el verano y que me ha irritado alguna de sus noches.
Debe ser ya, la última cigarra, porque solo oigo una, intentado encontrar pareja, ya desesperada porque se le acaba el tiempo.
Cric, cric, cric,cric,cric,cric,cric…
Una vez que emergen del suelo como adultos, las cigarras tienen un ciclo de vida relativamente corto (unas pocas semanas a meses), durante el cual su objetivo principal es aparearse. Si una cigarra no encuentra pareja, continúa cantando y buscando activamente, hasta el final.
Suelen morir al final del verano o principios del otoño, por el agotamiento, el clima más frío o la depredación por otros animales.
Cric, cric, cric y se calla. Espero un poco, porque a veces se interrumpe unos segundos y vuelve a empezar pero ya no.
La cigarra no suena. Parece que esto ya está.
Ese silencio decreta el fin del verano.
Espero que haya tenido suerte y que el cese de actividad sonora se deba a que ha encontrado pareja.