Sentimientos encontrados.

Si me lo preguntara, le contestaría que no. No cogería una bolsa de una de mis tiendas favoritas que estaba allí, en el hueco de un árbol, como si alguien la hubiese olvidado.

Le diría que no me acerqué como por casualidad, y que no vi que la bolsa estaba nueva, nuevísima, y que dentro había un paquete, nuevo también, envuelto en un precioso papel violeta.

Afirmaría con contundencia que no la cogí tras asegurarme de que nadie me veía, y que no corrí a una velocidad vertiginosa hasta llegar a mi casa.

Negaría haber abierto el paquete.

Nunca confesaría que encontré esos sentimientos. Que los cogí, me los llevé y los escondí en casa.

Pero escúcheme, señor juez: si lo hubiese hecho, si tuviera conmigo ese odio, ese amor, esa alegría y esa tristeza, no podría acusarme de robo.

Son sentimientos que encontré…

Y ahora son míos.

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