
Muy bonita, sí, pero cerrada. Lo intenté todo para abrirla. No era para menos.
¿No era esa la puerta cerrada de la que hablaba mi abuelo, quien lo había escuchado de mi bisabuelo, que a su vez lo supo por mi tatarabuelo? La puerta más famosa de mi familia. Aquella que, según la historia, guardaba el tesoro más fabuloso que un hombre pudiera imaginar. Todo parecía indicar que era esa puerta.
Los primeros años la visité con cerrajeros y ladrones expertos, convencido de que no había cerradura que se les resistiera. Después probé con palancas, sopletes y martillos; incluso la embestí con mi coche. Nada. La puerta seguía intacta. Siempre cerrada.
Con el tiempo, me convertí en un experto en puertas. Sabía de bisagras, maderas y anclajes. También memoricé todas las frases célebres sobre puertas que encontré. De forma inexplicable, esa puerta cerrada moldeó mi vida. Escribí libros, di conferencias, y fotografié puertas que luego expuse con éxito en las mejores galerías del mundo.
En una de esas exposiciones conocí a la persona que amo, con quien formé una familia y un proyecto de vida maravilloso.
Hoy estaba frente a la puerta cerrada cuando comprendí que, en realidad, esa puerta había sido el origen de una vida feliz. Me planté frente a aquel trozo de madera y, mirando la cerradura, le dije:
—Gracias.
Oí un crujido y luego el chirrido de los goznes. La puerta se abrió ante mis ojos.
Y sí, allí estaba el tesoro más fabuloso que un hombre pudiera imaginar.

La cerré y volví a casa.
Me gusta cenar con mis hijos y tengo que preparar la presentación de mi exposición sobre puertas andaluzas, que se inaugurará en el MOMA el mes que viene.

Esa puerta metafórica y mental tuvo las trancas necesarias para encontrarle entrada a la vida real, preciosa narrativa.. Sale desde recuerdos y abre el telón de realidades.
Me encanta tu interpretación. El mejor tesoro es que sea feliz con tu realidad.