Gente que hace fotos de Navidad.

Foto de Sincerely Media en Unsplash

Comparto mis propias fotos en Unsplash, pero lo que de verdad disfruto es compartir las de otros. Me los imagino frente a la escena —o construyéndola—, cámara en mano, saboreando el instante y el resultado.

Esto es una muestra de gente que hace fotos inspiradas en la Navidad.

Foto de Laura Beth Snipes en Unsplash

Foto de Brigitta Schneiter en Unsplash

Foto de Jon Foster en Unsplash

Foto de Seoyeon Choi en Unsplash

Yo también he caído en la luz de LUX, de @rosalia

Rosalía no ha sido una artista que soliera aparecer en mis playlists, salvo por un par de temas —los más conocidos— que se colaron en mi música cuando preparé una lista para una fiesta y pedí a los asistentes que me dieran dos canciones cada uno. Y ahí apareció Rosalía.

La vi en una actuación en los Premios Goya de 2019, versionando “Me quedo contigo” de Los Chunguitos. Aquella interpretación me puso la piel de gallina y me hizo sentir una profunda admiración por la artista. Aun así, su música seguía sin ocupar espacio en mis listas habituales.

Y va y publica “LUX”.
Y todo el mundo habla de “LUX”.
Veo el vídeo de “Berghain” y, como soy curiosa y me apasiona la música, escucho “LUX” de principio a fin. Luego lo vuelvo a escuchar. Y me encuentro con esa Rosalía de los Goya, pero llevada al máximo nivel de madurez artística y optimización sonora. Y me encanta.

Soy lo más alejado de su público objetivo y, aun así, “LUX” me ha proporcionado momentos de auténtica enajenación musical. No me quedo con todas las canciones, pero me gustan casi todas.

Las voces expertas dicen que “LUX” es luz.
Yo solo me guío por lo que he sentido mientras esa música luminosa me llegaba a los oídos y de ahí al hemisferio derecho del cerebro:
placer.

Gràcies, @rosalia.vt

Tesoro de boj.

Son cucharas de boj, talladas por manos temblorosas hace ya más de diez años. También conservo espátulas. Me hizo muchas y, aunque cada una que me regalaba era una ocasión única, uso unas para cocinar y otras las convertí en cuadros para rendir homenaje a esas manos que ya no están.

Este es un cuadro reciclado, sencillo y de un solo tono, pero con pequeños destellos: el brillo del tesoro que guarda.

Magnífica sencillez.

J1

He descubierto a este ilustrador malagueño:  Jesuso Ortiz.

j2

Magnífica sencillez.

j3

Ha sido un placer contemplar sus ilustraciones, tan simples y tan bellas, a partir de flores y objetos sencillos.

j4

¿A qué no sabéis cual elegir?

j5

 

j6

Su Instagram.

Turista en mi ciudad.

Hace unos días me preguntaron por la Sagrada Familia de Barcelona. Quienes lo hacían venían de otros países. Estaban aquí por motivos de trabajo y querían conocer esta maravilla arquitectónica.

La pregunta me hizo pensar: yo estuve en esta prodigiosa obra de Gaudí en visita escolar, hace muchísimos años. Recuerdo vagamente el interior. El exterior lo veo de uvas a peras, cuando paso por allí en coche. La vista siempre me sobrecoge, pero cuando el semáforo se pone en verde sigo adelante y la olvido.

Así que este fin de semana he ido a la Sagrada Familia. Con la cámara colgada al cuello, me he convertido en una turista en mi ciudad. ¿Cuántos de vosotros vivís en ciudades con lugares emblemáticos que habéis visitado una vez —normalmente en período escolar— y ya lo habéis dado por supuesto y tachado de la lista de “cosas que hay que ver”? ¿Cuántas colas habéis hecho, en viajes a otros países, para entrar en museos, catedrales y edificios históricos, y no lo habéis hecho donde vivís o tenéis cerca?

La experiencia me encantó.

Yo, que voy a la búsqueda de estrellas, pude deleitarme con la estrella de la Torre de la Virgen María. Gaudí la pensó con una coronación que no fuera de aguja o mosaicos. Quería una estructura de luz. La interpretación contemporánea de esta idea ha sido una estrella de doce puntas que corona la torre, a 138 metros de altura. Mide unos 7,5 metros, pesa 5,5 toneladas y combina acero inoxidable y vidrio texturizado hecho en Cataluña.

De día refleja el sol; de noche brilla desde dentro con LED blancos y se ve desde media Barcelona.

La estrella simboliza la luz que guía, la Estrella de Belén según Gaudí. Su colocación en 2021 marcó la primera torre terminada en décadas y anunció la recta final del templo, incluida la futura torre central de Jesús (2026) y la finalización total para 2033.

Es una estrella preciosa.

Y tiene un séquito de estrellas pequeñas girando a su alrededor..

Los Objetos Imposibles

 

sofaEs la casa. Creo.
¿Será la casa la que convierte los objetos?…
¿Qué les pasa a estos muebles?
El sofá se me sube por las paredes.
Una silla se me pone en plan obsceno… ¿O me hace una peineta? No sé.

sillapata

La blanca, de lamas,  me intenta agredir cada vez que me acerco.

silla hieero

Y la silla de la cocina, esa silla…Se desploma cada vez que voy a sentarme.

silladesplomada

Los cubiertos han mutado…

cuchara-tenedor-cuchillo

Durante semanas he estado buscando información en la Biblioteca Municipal. He investigado todo: fecha de construcción, reformas, censo de propietarios e inquilinos, estado del terreno antes de edificar…
A mí me marcó Poltergeist y, cuando empezaron estos episodios, pensé: “Ya está, cementerio, tierra sagrada”. Reconforta tener una explicación, aunque no encaje. Pero no: ni tierra sagrada ni rinconcito místico—eran campos de patatas.

La casa —un bajo esquinero adosado— se levantó en 2003, en una urbanización de alto standing con piscina comunitaria. Hablé con los antiguos dueños: nada raro.
Aquí, además, nunca pasa nada… “Es todo muy tranquilo” —dicen los vecinos—.
Salvo una novedad: han inaugurado, a pocos kilómetros, un gran outlet de mobiliario.

Desde entonces, mis muebles y el menaje, están a la defensiva. Se mueven, gruñen, posan. No es poltergeist: es una revolución.
Han oído lo de “renovar por menos” y no quieren acabar sustituidos por madera hueca y barniz de oferta.
Algunos, incluso, han empezado a imitar a los objetos imposibles de Jacques Carelman, como si la rareza les garantizara el puesto.

 

Les he propuesto un trato: se quedan si firman la paz. Nada de trepar paredes ni peinetas. A cambio, prometo no meter nada del outlet. Creo que están dispuestos a negociar.

 

Buscador de setas.

Todo empezó un fin de semana del mes de noviembre. Hace un año, ya…

Recuerdo que las lluvias habían propiciado la aparición de hongos por doquier y yo, buscador de setas profesional, no podía dejar pasar la oportunidad.

Los micólogos habían predicho que se iban a reproducir en los bosques multitud de especies distintas. Las condiciones climatológicas de los últimos quince días del mes de octubre habían sido perfectas. Con mi equipo habitual —que, principalmente, se componía de un cestillo de mimbre y un útil que había heredado de mi abuelo, con forma de pequeña hoz del tamaño de un cuchillo— me adentré en el bosque mediterráneo que había seleccionado para mi salida.

A las pocas horas, mi cesto estaba repleto de suculentas variedades comestibles, de aspecto lozano y con un fresco olor a bosque. Ya me disponía a clausurar la jornada y estaba descendiendo por una pequeña ladera cuando noté un leve cambio a mi alrededor… Una niebla densa, pero con un dulce olor a violeta, se extendió en torno a mí. El cielo, apenas visible entre las ramas de los pinos, se tornó de color rojizo. Bajo mis pies, la hierba se hizo densa y mullida, y adquirió un suave tono dorado. A lo lejos, vi que había algo que brillaba con intensidad. Su resplandor casi me cegaba…

Por si tiene alguna duda —y como sé que me lo preguntará cuando acabe mi relato— le diré que no había ingerido ninguna sustancia estupefaciente, que no había probado ninguna seta (lo digo por descartar el tema de las setas alucinógenas) y que no sé si aquella niebla podría contener algún tipo de psicotrópico. En ningún momento sentí una alteración de mi conciencia.

Dejé el cestillo en el suelo y avancé con mi cuchillo-hoz en la mano hasta encontrar la fuente de tan inusual destello: una seta de un precioso color plateado.

Mi instinto de buscador de setas profesional se impuso y corté el tallo de la seta prodigiosa. En ese instante, el mundo volvió a disponer de sus colores y texturas habituales, pero yo, con la seta plateada en la mano, oí una voz susurrante que dijo:

Con ella, la certeza tendrás.

Busqué con la mirada a quien había pronunciado aquellas palabras, pero allí no había nadie más que yo…

En mi cesto, repleto de setas, la que más llamaba la atención era aquella hermosura de color plateado. Emanaba un suave aroma que te hacía pensar en un bocado sabroso, pero no tenía ninguna evidencia de que aquel magnífico ejemplar fuera comestible. Es más, podía ser potencialmente letal.

No encontré ninguna información sobre aquella variedad, y los días iban pasando… La seta iba perdiendo frescura. Tenía que tomar una decisión: comérmela o tirarla. Supongo que ya estaba programado genéticamente para sucumbir al deseo, pero, de verdad, créame: su perfume era delicioso. Me hechizó. Cometí uno de los errores más graves que puede cometer un buscador de setas.

No pude evitarlo. La salteé en la plancha y la salpimenté levemente. Apenas unas gotitas de aceite de oliva y… me comí la seta.

No sé si ese instante de puro placer compensa el infierno que ahora estoy viviendo, pero confirmo que la seta era un manjar.
¿Venenosa? No.
¿Tóxica? Sí.
Soy la prueba viviente.

Hubiese sido una experiencia gastronómica gratificante si no hubiese tenido efectos secundarios. Eso la ha convertido en una verdadera pesadilla.

Pasaron varios días hasta que me di cuenta de que era poseedor de la verdad absoluta. Como lo oye: la verdad absoluta.

Sí, ahora viene cuando abre los ojos como platos durante un segundo. Lo está haciendo ahora mismo. Cree que mi afirmación confirma su teoría de que sufro un trastorno mental y que por eso estoy aquí.

Desde que me comí la dichosa seta, soy poseedor de certeza. Ya me lo advirtió aquella voz en el bosque: «La certeza tendrás». Y le puedo asegurar que la tengo.

Ante cualquier pregunta que se me haga, me llega la respuesta con la verdad absoluta, al instante. No tengo ninguna incertidumbre en mi vida. Ni hay incertidumbre de otros que para mí lo sea. Ya sé que es difícil de creer, pero usted misma, doctora, puede hacer una prueba. De esas empíricas que le gustan tanto.

Seguro que hay alguna incertidumbre en su vida. Algo que le genera dudas. Si me plantea la cuestión, yo le responderé con una certeza absoluta que el tiempo demostrará. No provoco acontecimientos, solo transmito información. ¿Quiere probarlo? Pregúnteme lo que quiera, que yo resolveré sus dudas.

Sí, ya sé que da un poco de miedo. Supongo que habrá hablado con sus colegas. Ya les advertí que debían ser preguntas cómodas, pero algunos no me hicieron caso. Recuerdo a aquel joven psiquiatra de pelo engominado. Me han dicho que se ha divorciado. Pero claro, de no tener la certeza de que tu pareja te está siendo infiel a tenerla… marca la diferencia. Ya le digo yo que se piense bien la pregunta.

Supongo que querrá reflexionar sobre mi caso, revisar las pruebas toxicológicas, buscar información de la seta, hablar con los otros terapeutas que me han atendido… pero dese prisa, doctora.

Me gustaría que se publicaran mis ilustraciones y la descripción de la Seta de la Certeza. He pensado que su nombre científico podría ser Boletus certitudo y que se debería incluir en las guías de variedades peligrosas. Es lo único que puedo hacer para evitar que más personas se infecten del virus de la certeza total. No se puede vivir así.

Lo malo de esto mío, de no tener incertidumbre, es que me hice la pregunta trascendental de cuándo iba a morir… y ya tengo la fecha.

Con certeza absoluta.

Le recomiendo que no tarde más de quince días en volver a visitarme. Es necesario que publique mi trabajo. Hay que alertar a los que buscan setas. Es importante. Sé que usted me ayudará.


Paró el visionado de la grabación de la última sesión de terapia. Ya no habría más.

Miró el calendario: habían pasado dieciséis días desde la fecha de la sesión. El paciente, por una de esas siniestras casualidades de la vida, había muerto de un paro cardíaco hacía veinticuatro horas.

Cerró la carpeta del caso del buscador de setas y archivó el expediente en la sección de Defunciones. Nadie notaría que faltaban las ilustraciones y los textos descriptivos de la extraña seta. No tenía la certeza de que aquello no fuera nada más que la fábula de un paciente, pero tenía un amigo en el Instituto Nacional de Micología.

No perdía nada por probar…

Cosas Horrorosas, de vuelta.

Volvemos con otro capítulo de Cosas Horrorosas. Lo sé: suena duro, pero es la etiqueta que mejor encaja con estas piezas desafortunadas que encuentro por ahí.

Este retrovisor que sostiene la mano de un esqueleto. Igual se le ocurrió para Halloween.

Unos zapatos barefoot, literales y holgados.

No hablo solo de fealdad; hablo de objetos que, por diseño, materiales o intención, producen un pequeño escalofrío estético. Por lo menos desde mi mirada subjetiva.

El cojín de ganchillo da para un a película de terror.

Aun así, entiendo que habrá quien disfrute de su rareza o su humor involuntario. Me ha pasado un poco con esta lámpara gallina. El concepto es feo pero me ha hecho sonreír…

Me olvidaba de este gato de la suerte, que por el tamaño de su pata-brazo, se ha utilizado sin descanso.

Piedras que vuelan.

Esta no es una idea original. Una amiga me envío un vídeo con unos cuadros muy bonitos y muy bien ejecutados con piedras de playa.

Ella sabe que me gusta pegar cosas en los bastidores. También que vivo cerca de la playa y acumulo piedras y cristales pulidos en botes de vidrio.

Me quedé prendada de la idea pero, por cosas de mudanza, no encontraba la caja con mis piedras.

Hasta el otro día.

Y no me pude resistir…

Arte abstracto, dirían los pájaros…

Ladrillo en flor.

Pobre ladrillo. Lo odié durante las reformas: ladrillos, ruido, polvo.

Pero, al final, empecé a mirarlo de otro modo. Esos agujeros ordenados son muy estéticos, aunque sea un ladrillo… Busqué por qué están ahí: aligeran y ahorran material, permiten una cocción más uniforme, crean cámaras de aire que aíslan y, además, dan agarre y resistencia.

Cuando por fin terminó la obra, me enseñaron los que habían sobrado. Al verlos, amontonados y olvidados, decidí llevarme uno como recuerdo, como celebración de que ya se había acabado el ruido y el polvo.

Lo pinté, le pegué una pieza circular y coloqué ramas de plantas aromáticas en sus huecos. Ahora es un secadero natural de romero, tomillo, lavanda y menta.

Un homenaje al ladrillo: empezamos mal, hemos acabado bien…