Turista en mi ciudad.

Hace unos días me preguntaron por la Sagrada Familia de Barcelona. Quienes lo hacían venían de otros países. Estaban aquí por motivos de trabajo y querían conocer esta maravilla arquitectónica.

La pregunta me hizo pensar: yo estuve en esta prodigiosa obra de Gaudí en visita escolar, hace muchísimos años. Recuerdo vagamente el interior. El exterior lo veo de uvas a peras, cuando paso por allí en coche. La vista siempre me sobrecoge, pero cuando el semáforo se pone en verde sigo adelante y la olvido.

Así que este fin de semana he ido a la Sagrada Familia. Con la cámara colgada al cuello, me he convertido en una turista en mi ciudad. ¿Cuántos de vosotros vivís en ciudades con lugares emblemáticos que habéis visitado una vez —normalmente en período escolar— y ya lo habéis dado por supuesto y tachado de la lista de “cosas que hay que ver”? ¿Cuántas colas habéis hecho, en viajes a otros países, para entrar en museos, catedrales y edificios históricos, y no lo habéis hecho donde vivís o tenéis cerca?

La experiencia me encantó.

Yo, que voy a la búsqueda de estrellas, pude deleitarme con la estrella de la Torre de la Virgen María. Gaudí la pensó con una coronación que no fuera de aguja o mosaicos. Quería una estructura de luz. La interpretación contemporánea de esta idea ha sido una estrella de doce puntas que corona la torre, a 138 metros de altura. Mide unos 7,5 metros, pesa 5,5 toneladas y combina acero inoxidable y vidrio texturizado hecho en Cataluña.

De día refleja el sol; de noche brilla desde dentro con LED blancos y se ve desde media Barcelona.

La estrella simboliza la luz que guía, la Estrella de Belén según Gaudí. Su colocación en 2021 marcó la primera torre terminada en décadas y anunció la recta final del templo, incluida la futura torre central de Jesús (2026) y la finalización total para 2033.

Es una estrella preciosa.

Y tiene un séquito de estrellas pequeñas girando a su alrededor..

I love postales.

¿Recordáis las viejas postales? Fijaos que digo viejas, aunque sería más apropiado decir esas postales en desuso, pero no puedo evitar pensar que ya son de otro tiempo, de otra forma de vivir.

El otro día vi a unas turistas , comprando postales . Ya me pareció raro verlas curioseando, emocionadas con lo que había en el expositor rotatorio: postales. Tras elegir unas cuantas, preguntaron dónde podían comprar sellos…

O sea: iban a escribir una postal y enviarla por correo.

Recuerdo aquellos viajes en los que uno se afanaba en la elección y en el texto. Aquella sensación triunfal de poder decir “Yo he estado aquí y me lo estoy pasando muy bien” (no existen muchas en las que se escriba lo contrario), y esas jugadas de Correos que permitían que tú llegaras mucho antes que la postal a su destino.

También me llega esa alegría al recibir las de los otros. Primero mirabas el remitente y te leías aquellas líneas. Después, le dabas la vuelta y admirabas esas imágenes de Florencia o de alguna playa caribeña.


Ahora te comunicas de otra forma. Haces una foto con tu iPhone y la envías por WhatsApp. Publicas en Instagram, Facebook o X, o actualizas tu blog, casi haciendo una crónica en directo del viaje. Todo es más fácil, más rápido.

La tecnología nos ha permitido entrar más en el detalle e, incluso, ampliar la lista de destinatarios. Pero en el camino, hemos perdido el ritual. Algo había que sacrificar…


Dejadme que lo idealice: pasas un buen rato eligiendo las imágenes que describen el paraíso en el que estás (en las postales, todo es muy bonito). Compras los sellos y te vas a un pequeño bar en la playa. Allí distribuyes las postales y escribes. Piensas lo que vas a poner y lo haces con cuidado, sin equivocarte. Cada una tiene un mensaje diferente, y es posible que en alguna incluyas un dibujito.

Piensas en las personas a las que se las vas a enviar y les dedicas tu tiempo y tu cariño.

Una vez las tienes preparadas, pones los sellos (si puedes, pedirás un vasito de agua para humedecerlos; sabemos que si los chupas, te queda un sabor desagradable en la lengua) y los vas colocando, sabiendo que harán su trabajo y las transportarán por esos mundos postales hasta llegar al lugar indicado.

Y sabes que quien la reciba detectará tu afecto en el momento en que vea esa firma enrevesada y ese:

“Nos lo estamos pasando muy bien. Esto es precioso”.


El ritual ha pasado a ser a golpe de clic y teclado táctil. Es lo que toca en este tiempo digital aunque, como pude ver el otro día, la postal se niega a desaparecer.

Decido que, en mi próximo viaje, reivindicaré la postal manuscrita. Ya verás qué sorpresa se llevan algunos.


✉️ ¿Y tú? ¿Cuándo fue la última vez que escribiste una postal?



El camino de Murphy.

Esto es una producción de los Estudios PILSXAR, con imágenes generadas con IA.

Tras semanas de preparación, comprando todos los elementos que se indican en foros y webs especializadas habidos y por haber para hacer el Camino De Santiago y, sobre todo, “domando” el calzado que íbamos a llevar para no caer en el error de estrenarlo el día del inicio, hacemos las maletas.

En las “maletas” se genera el primer “Murphy” del Camino. No nos cabe todo en dos maletas de cabina aunque me insistan en dejar algo en casa pero, de verdad, consideré que todo era imprescindible así que , llevamos una maleta grande para facturar e ir en la bodega del avión. Si podéis, siempre en cabina.

Nunca había perdido una maleta y he viajado lo mío pero… esta fue mi primera vez. Una maleta equipada para el Camino. No para unos días de playa , no. Botas y zapatillas de deporte (importante y repito : “ya domadas”) , cortavientos, chubasqueros, mochilas, bastones de senderismo, ropa técnica de deporte, etc, etc.… Todo lo que un urbanita que anda pero hace poco senderismo, se compra para ir al Camino…

En fin , un ratito en el aeropuerto para reclamar la maleta y la perspectiva de que la íbamos a tener en 2,3 o 4 días. Incierto.

Y, entonces, para acabar de rematar, decide llover mucho y acompañar la lluvia con viento… Y, si no, niebla. Con previsión de cuatro días así.

Murphy total.

Desistimos de la gesta y como “Al mal tiempo , buena cara”, nos dedicamos a hacer turismo sin el caminar…Disfrutamos de la gastronomía, el paisaje y la buena gente de la terra galega.

La maleta llegó el día que volvíamos…

Ahí está todo el equipo, intacto.

Lo guardaré porque se ha vuelto a generar un pendiente en la “Agenda de Cosas que Quiero Hacer”.

Pues eso, El camino de Murphy : – )

Roma diversa.

No es mi primera vez en Roma y, aun así, no ha dejado de sorprenderme su belleza de piedra y esa triste decadencia que, a la velocidad que va, puede ser su perdición. La Ciudad Eterna será la del pasado, la del presente está sucia, desordenada, dejada y duele en el alma. Pero es tal su potencial que, entre basura, gente durmiendo en la calle, obras y caos circulatorio, pervive esa magnífica vivencia inmersiva en el arte y la historia. Es fascinante en su contradicción. 

Éramos multitud recorriendo el Trastevere, el Coliseum, el Vaticano, La Via del Corso o Condotti arriba y abajo, Piazza di Espagna, la Fontana di Trevi… Todo lo que es mito turístico que sí, es turístico, pero también mítico. Me llevé la cámara de fotos y me encontré a muchos como yo, pero minoría entre smartphones y palos de selfie. Tengo en mi fototeca las fotos más típicas, pero como ya son millones y millones las que se han hecho del mismo sitio, en el mismo plano y mejores que las de esta aficionada, voy a publicar otras fotos.

Esta foto es de la pared que da, frontalmente, a la Fontana di Trevi y anuncia la temática del comercio que acoge: “Tipografía”.

La puerta al viejo taller de impresión está en el lateral. Ese día, estaba abierta de par en par y se veía a dos ancianos, que hablaban tranquilamente sin reparar en los turistas que pasaban por ahí, sentados ante un viejo escritorio, casi desaparecido bajo montones de papeles, pero en la que destacaban dos tazas de café. Al fondo, las también viejas máquinas de impresión, que parecían de la época de Gutenberg. En el escaparate, con una pátina de polvo, un vasto ejemplo de invitaciones de boda, menús, tarjetas… 

Esta foto os la tenéis que imaginar. No la hice por respeto a esa conversación íntima, que trasmitía cercanía y sencillez, tan contradictoria con la riada humana que pasaba por delante en dirección a la famosa fuente.

Aquí un modesto y minúsculo negocio de take away

Take & vai.

Ese “vai “fantástico de Gino…

Póngame una de verano del 66…

Imaginad ( en estos tiempos pandémicos, hay que  imaginárselo mucho) que estáis en Jersey City. Exactamente en la 373 4th Street . Es el hogar de la perfumería “I hate perfume” y el laboratorio de aromas CB Olfactory Design.

Cuando entras allí, debes olvidarte del perfume tradicional. De los Tesoro, Euforia, Eternidad, cualquier-cosa “noir”,  Eau’s ( de todo), etc, etc… Estás en un lugar en el que “se odia” la perfumería industrial de alta gama. En este lugar, a su creador no le gustan los olores estereotipados  y concentra su creatividad en crear sutiles fragancias que identifiquen sensaciones.

Experiencias. Momentos. Estallido de sensación vía un aroma complejo, lleno de matices. Lo que se llaman las memorias perfumísticas…

En este peculiar lugar, puedes elegir entre muchas de esas fragancias sensoriales : Verano 1966 ( basada en notas olfativas del mítico bronceador Coppertone ) , Tarta de Cumpleaños, La experiencia de ver una flor, Recogiendo manzanas, En la Biblioteca…

Además, estos “verdaderos perfumes”  se elaboran con sustancias naturales que interaccionan con cada piel de forma diferente por lo que , de cada aroma, cada uno de nosotros, crea una versión propia, única y distintiva.

Su fundador, Christopher Brosius, es un perfumista de gran prestigio que ha desarrollado una fórmula de negocio “artesanal”, muy provocadora en el tradicional mundo de los perfumes. Trabaja, en su laboratorio cerrado al público, en el último piso de este mismo edificio, en el que está la tienda. Lo consideran un gran genio de los aromas . Es muy hermético  y no asiste a ningún acto público ni publicitario. Ha trabajado con el New York Times en la creación de un perfume “invisible”, es decir, que no moleste a nuestra impronta perfumística natural, del que se sabe que lleva : hibiscos, jazmín, sándalo y ámbar natural…Quien huele sus propuestas, se deja convencer.

Dicen que son exquisitas….

Aquí dejo las notas «olfativas» de En La Biblioteca, descritas por su creador.

In the Library (En la Biblioteca) es una mezcla cálida de Novela Inglesa, encuadernaciones de cuero de Rusia y Marruecos, ropa desgastada y un toque de Cera para madera.

La nota más importante de este aroma fue copiado de unas de mis novelas originalmente publicada en 1927. Ocurrió que encontré en Londres una inmaculada primera edición, hace muchos años. Entusiasmado era poco decir sobre cómo me sentía, ya que, para empezar, existían solamente unos cien ejemplares de aquel libro. Desprendía un maravilloso y cálido aroma, un olor un poco dulce e inmediatamente decidí poner ese aroma dentro de una botella.
Christopher Brosius, creador perfumista

Dicen que si entras en esa tienda, no sales con las manos vacías… Igual te llevas un poco de hierba recién cortada, o el perfume de las sábanas limpias…O el verano,  las vacaciones, las manzanas al sol…

Todo es posible en el lugar en el que ,odian tanto el perfume ,que lo subliman.

N.B : Para la Agenda Post-Covid ; – )

La Ruta de la Camelia.

La camelia va cambiando.

Siguen cayendo las flores y las que van creciendo, con su peso, hacen que las ramas desciendan. Es un arbusto que sirve para cerramientos. ¡Qué bonita tiene que ser una valla de camelias!

Galicia es el lugar preferido de esta flor en España y allí se puede hacer “La Ruta de la Camelia”.

“Propone un recorrido por auténticos paraísos botánicos de As Rías Baixas que permiten descubrir a quienes lo emprenden imponentes castillos, hermosos pazos y parques naturales. Cuatro de estos recintos han sido declarados Jardín de Excelencia Internacional en Camelia por la Sociedad Internacional de la Camelia.”

Una de las paradas es el Castelo de Soutomaior, con más de medio millar de camelias.

Otra es el Pazo de Rubianes , con más de cien especies diferentes de camelias. Y hay más…

“La Ruta” ya está en mi agenda post-covid. Mientras tanto, me conformaré con mirar mi maceta.

NB : Más info de la Ruta de la Camelia, aquí.

Los narcisos.

Me pareció precioso. Una semana antes de la Maratón de Boston, aparecieron los narcisos amarillos: en las calles, en las tiendas, en las ventanas, en las escaleras… El amarillo , salpicaba la ciudad bajo el lema #BostonStrong

Desde el atentado, en 2013, los narcisos acompañan el recorrido de la Boston Marathon. Estas flores simbolizan  la esperanza …

“A sign of Spring. A symbol of hope”

Boston.

Boston , material para unos posts…

 

Boston es una ciudad agradable. Llena de mitos made in USA, como el Bar de Cheers, que me atraen de forma irremediable. Pero, sobre todo, un lugar habitado por gente amable.

Las personas, al final, son las que dan la experiencia de calidad …

Genios…

No pensaba encontrarme con tanto genio, paseando por #Barcelona…

Primero, a Dalí.

Y en una calle cercana- ¡sorpresa!- el maestro Picasso en la puerta de la tienda «El ingenio».

Ante tal reclamo , y lo que se adivinaba desde la puerta, no puede evitar entrar … ; – )

(Continuará)

 

Café y flores en Seúl.

Me han traído una tarjeta de un pequeño café en Seúl : Café Saru

 

La tarjetita es de un papel transparente en el que se adivinan unos pétalos de flores.

Si abres la solapa, el aroma es embriagador. Floral, pero con un toque de menta muy fresco.

Me dicen que debo plantar los pétalos para tener flores nuevas…

En el café, el techo está lleno de flores y cada bebida que sirven la acompañan con un precioso ramo …

 

Un lugar al que ir cuando visite la ciudad…