Tregua.

Y el jueves, el ruido diabólico de las obras casi cesó…No hay silencio, pero puedo volver a oír al petirrojo, que había desparecido de mi panorama visual. Ha vuelto a las zonas donde lo veía pararse.

El petirrojo también huyó de las obras estruendosas. Los dos, hemos sufrido una sobredosis de contaminación acústica de la que nos estamos recuperando.

Y no sé si es una tregua o volverán.

Ojalá pudiera volar como el petirrojo.

NB : Creo que está más gordito…

Silencio.

No sabía lo que me estaba afectando el ruido hasta que he llegado al silencio.

Me he ido, pero lo que hacía era huir.

De repente, mi cerebro se ha adaptado , a toda velocidad,  al trino de los pájaros, al susurro del viento . Ha sustituido las radiales , las sierras y los martillos neumáticos por una melodía sinuosa y, aunque parezca una contradicción, silenciosa…

Algún día, acabarán las obras y reformas vecinales y con ellas, el ruido constante. Mientras tanto, tendré que ir haciendo terapia de huida…

Algo bueno de aquello.

De aquellos primeros días de confinamiento, en pleno desconcierto y con el miedo en el cuerpo, hubo una cosa excepcionalmente positiva que echo de menos.

Hace un año, el silencio pasó de ser una presencia temerosa precisamente por su ausencia, a una bendición terapéutica cuando mi cerebro se adaptó a la situación pandémica.

Llegaba la primavera y los pájaros estaban especialmente activos. Sabían que los humanos estaban encerrados y su libertad se multiplicó exponencialmente. Los trinos y el cielo especialmente azul porque a la disminución de la contaminación acústica se le sumó la disminución de la contaminación atmosférica.

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Una maravilla. De las pocas cosas positivas que tenía el encierro…

Con el tiempo, los vecinos intrépidos , que conseguían materiales empezaron a “a hacer cosas”: pequeñas reformas, utilización de aspiradores de gran potencia, martilleos y sonidos metálicos al poner a punto las terrazas…

Un año después, hay algún vecino que aún está liado con sus cosas y progresando muy lentamente, los coches vuelven a circular, hay obras en la calle, camiones, aviones…

Y los pájaros se intentan hacer oír, como cada primavera.

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