No sabía lo que me estaba afectando el ruido hasta que he llegado al silencio.
Me he ido, pero lo que hacía era huir.
De repente, mi cerebro se ha adaptado , a toda velocidad, al trino de los pájaros, al susurro del viento . Ha sustituido las radiales , las sierras y los martillos neumáticos por una melodía sinuosa y, aunque parezca una contradicción, silenciosa…
Algún día, acabarán las obras y reformas vecinales y con ellas, el ruido constante. Mientras tanto, tendré que ir haciendo terapia de huida…
Este no es país para oidos sensibles, mencionas las sierras y los martillos neumáticos. Yo maldigo además especialmente a las motos ruidosas (las no ruidosas me caen bien) y sobre todo los soplahojas que además de ser a menudo poco útiles son un caso claro para obligar a que sean eléctricos, silenciosos, que ya existen.
Me has hecho recordar a un jardinero fantástico, el Sr.Rafael, que iba a casa de mis padres en una bici azul celeste ( ahora estaría súper de moda 😉) y barría la pinaza con una escoba enorme, que yo oía desde mi habitación…