Este es el séptimo ejercicio del Curso .
Debes escribir un relato de un máximo de 600 palabras que termine con la siguiente frase:
Y se murió.
Photo by Florian Klauer on Unsplash
310720191955
-. Recibimos un listado con el número de serie. No hay un criterio definido. Los números se generan de forma aleatoria con un sistema de algoritmos que nadie conoce.
-. ¿Y quién creo ese algoritmo?
-. Yo no sé quién o qué lo creó. Yo inserto el número de serie en el óvulo fecundado. Nada más.
-. Una última pregunta, por favor. Yo tengo 40 años, ¿me puede decir cuál es mi número de serie?
-. Está totalmente prohibido. Me juego este puesto de trabajo en el que estoy integrado desde la eternidad y sin derecho a ninguna compensación si me despiden.
Se oyó un chasquido. La imagen de aquella silueta negra, que parecía un hombre, desapareció de la pantalla.
Silvia cerró los ojos. Había visto aquella grabación más de mil veces. Estaba agotada. Cuando empezó su investigación sobre la Obsolescencia Programada, no pensó que llegaría tan lejos. Desde el principio, se había mostrado incrédula y su objetivo prioritario era desmontar aquel rumor mundial que circulaba por la red: los seres humanos ya vienen programados con una fecha de defunción.
La creación de aparatos con fecha de caducidad programada era un hecho constatado, pero… ¿En seres humanos? Eso era imposible…
Pensó en Alex. Cuando le conoció, algo profundo despertó en ella y se enamoró de él. Sabía que era un error involucrarse emocionalmente con una de sus fuentes directas y más fiables, pero fue incapaz de controlar sus emociones.
Silvia había contactado con él, ya que era una de las personas que más ruido mediático estaba haciendo con el tema de la “Obsolescencia Programada” en seres humanos. Tras detectarle una lesión cerebral, Alex tuvo que realizarse unas pruebas en una máquina de resonancia magnética de última generación de “Disgregación molecular”. Cuando le dieron el alta médica, repasó todas las piezas del informe del neurólogo y, en una de las disgregaciones moleculares, pudo ver un número de serie insertado en el esfenoides.
310720191955
La imagen era difusa y desapareció con el tiempo, pero él memorizó la cifra. Después, tirando del hilo, llegó a la Deep Web y, de ahí, a la entrevista con el holograma con apariencia humana que ella acababa de visionar una vez más.
Según los médicos, Alex sufría delirio paranoide producido por su lesión. Su única misión, era averiguar quién o qué creaba esos hipotéticos algoritmos para poder modificar el suyo y salvar su vida. Era una locura.
La secuencia de números indicaba una fecha y una hora: 31 de julio de 2019 a las 19:55.
Si sobrepasaba aquella fecha, Alex podía tener una opción de curación. La Silvia más racional, se autoconvencía que así sería, pero… la que estaba enamorada de Álex, no podía evitar sentir miedo.
Miró su reloj y decidió que ya era hora de volver a casa.
Era el día que marcaba aquella extraña cifra. Alex le había insistido que fuera a trabajar y continuara investigando hasta el último minuto. Él también lo haría.
Cuando abrió la puerta, tuvo una extraña sensación. Alex estaba sentado en el sofá, con una copa en las manos. Había otra esperándola en la mesa.
-. No hemos llegado a tiempo. Hoy es 31 de julio del 2019 y son las 17:00. Me quedan dos hora y cincuenta y cinco minutos. Aprovechémoslas.
Silvia le dijo, como hacía siempre, que no iba a pasar nada a las 19:55. Lo abrazó y le hizo el amor con urgencia, fusionándose, sin querer, con la atmósfera de despedida. Después, más relajados, brindaron y saborearon el vino que guardaban para una ocasión especial.
Alex había activado el cronómetro de su teléfono.
Silvia no podía dejar de mirarlo, angustiada.
Él le cogió la mano.
19:55.
El teléfono empezó a emitir aquel terrible sonido de alarma.
Álex sonrió.
Y se murió.