Sentimientos encontrados.

Si me lo preguntara, le contestaría que no. No cogería una bolsa de una de mis tiendas favoritas que estaba allí, en el hueco de un árbol, como si alguien la hubiese olvidado.

Le diría que no me acerqué como por casualidad, y que no vi que la bolsa estaba nueva, nuevísima, y que dentro había un paquete, nuevo también, envuelto en un precioso papel violeta.

Afirmaría con contundencia que no la cogí tras asegurarme de que nadie me veía, y que no corrí a una velocidad vertiginosa hasta llegar a mi casa.

Negaría haber abierto el paquete.

Nunca confesaría que encontré esos sentimientos. Que los cogí, me los llevé y los escondí en casa.

Pero escúcheme, señor juez: si lo hubiese hecho, si tuviera conmigo ese odio, ese amor, esa alegría y esa tristeza, no podría acusarme de robo.

Son sentimientos que encontré…

Y ahora son míos.

Una cosa preciosa…

Es una cosa que me dijeron.

Una amiga me explicaba el proceso de su enfermedad. Sus palabras eran naturales, positivas, preciosas… Lo que me dijo, que es precioso, es que, si repitiera su vida, lo dejaría todo tal cual está ahora.

Y es que, en el ahora, es muy feliz.

Su travesía, en los momentos más difíciles, la hizo en compañía. Aparecieron los sentimientos más espontáneos y puros que unen a una familia. Y ese amor descomunal se ha hecho presente.

Pasan los años y cada uno empieza a hacer su vida. La familia es armónica y se reúne en los momentos decisivos: cumpleaños, bodas, bautizos, Navidad, en alguna comida familiar… y, de repente, le pasa algo a uno de sus miembros y lo que era esporádico se convierte en habitual.

La familia aparece. También los amigos. Los compañeros de trabajo…Se reciben altas dosis de cariño que compensan las dificultades. Reconoces el amor que te tienen y el tuyo hacia los demás, que también aparece como si fuera sólido. Casi se puede tocar.

Y es tan brutalmente precioso, que no cambiarías nada, ni siquiera lo más doloroso,  si la consecuencia es no tenerlo.

¿Es o no precioso?

Experiencia musico-mística.

Estoy reencontrándome con la música, gracias a unos cascos que me regalaron y que no había probado con profundidad por aquello del “aislamiento”.  Este último fin de semana, he practicado el encierro musical…

Una de las canciones que han aparecido entre esas miles que ya acumula mi iTunes, ha sido “Entre dos aguas” de Paco de Lucía. Me pilló, sentada en una butaca confortable, al aire libre, con el sol dándome en la cara, el cielo azul y la sensación de que el mundo, en ese instante, era yo y esa canción.

Mi padre nos dejó hace ya cinco años. Esta era su canción…

Hablo con él casi cada día, en esta extraña y preciosa comunicación que se establece entre los que estamos y los que ya no están… Y digo extraña porque aunque creas que es un monólogo, al final, hay respuestas. Cada uno las recibe de un modo diferente y las procesa, también de forma distinta pero, hay comunicación bidireccional entre almas.

Cuando empezaron los acordes de la guitarra del maestro Paco de Lucía, me sentí transportada a un lugar muy bonito, en el que no hay nada físico pero sí una gran superficie emocional. Con aquellos cascos, la música se adentró en mi espíritu y conectó con el de mi padre.

No sé si fue místico pero sí que fue espectacular. Unos minutos de paz, de regocijo, de placer, de amor…

Mi monólogo interior obtuvo su respuesta…