Desde que hemos visto esta miniserie de Netflix, veo Midas por todas partes.

Como serie, se apuesta por la calidad : actores ( advierto: yo soy muy fan de Luis Tosar), argumento y producción. He leído comentarios y críticas sobre el final ( aquí no hay spoilers, tranquilos) y me parece que esa es una de las mejores cosas de esta serie : el final.
De todas las series que comento con amigos serializados, está nos ha hecho “debatir” el significado del final. Y reflexionar sobre los posibles escenarios. Otras, se saldan con un “bien cerrado”, “decepcionante” o un “¿Aún no se ha acabado?” pero esta, Los favoritos de Midas, provoca que te hagas planteamientos.

Como se basa en un cuento de Jack London (The Minions of Midas),publicado hace 119 años, lo siguiente que he hecho es leérmelo. En mi esfera personal, no hay obra literaria que haya sido superada por su homóloga audiovisual. Y, además, me producía mucha curiosidad la adaptación de una obra de 1901 a nuestros tiempos. No sólo se adapta a nuestra contemporaneidad, la serie incorpora elementos que no recoge el relato y que , leyéndolo, aún se comprende más al guionista en pequeños detalles y su intención con el giro de los acontecimientos. Pero, como siempre, el “origen” lo supera. El cuento es genial, universal y atemporal. Y, como la serie, invita a la reflexión profunda.
Y eso es lo malo de reflexionar, partir de mi propia reflexión sobre lo que son Los Favoritos de Midas, los veo por todas partes. En noticias en los periódicos, en una comparecencia en el Congreso, en unas declaraciones políticas, en los medios de comunicación, en las macrooperaciones económicas, en los anuncios de las vacunas… En casa ya tenemos frase vehicular : esto es un Midas.
Acojonante.