Un honor.

Nos avisan de que en la casa del pueblo hay dos enjambres. El primero, en lo alto , entre la fachada y el interior: el tejado vibra con un ir y venir de abejas. Hace tiempo que vemos el trasiego pero como nunca han accedido a la vivienda y están en las alturas, nos acostumbramos a verlas. Este año, han llamado la atención de los que van un par de semanas al pueblo. El segundo enjambre ocupa el pequeño granero que, en los últimos años, se convirtió en taller de cucharas y utensilios de boj. Allí no podemos entrar.

El pueblo está aislado; quienes quedan han movido hilos, pero ya no hay nadie cerca que pueda sacar los enjambres. Tras varias llamadas, doy con una asociación de apicultores. A los dos días me telefonea un joven: me sugiere que, si el de lo alto no molesta, no lo toque. «Déjalas. Es un honor tenerlas en casa», dice. Me pide que le envíe un vídeo del granero para intentar salvar y trasladar el otro.

Quien se ocupaba del taller —apicultor aficionado— le habría gustado esa opción. Pienso en él y en los mayores que nos han dejado. Entendían la naturaleza y el pueblo, y cuidaban ambas cosas. Tenían un acuerdo entre amigos con un vecino que tenía caballos: dejaban que los caballos estuvieran en uno de los campos, porque así se limpiaba el terreno de rastrojos y maleza. Cuando los herederos empezaron a gestionar todos aquellos asuntos desde Madrid, Bilbao, Zaragoza y Barcelona, pensaron que era una buena opción alquilarle el campo al vecino de los caballos. Él apeló a su acuerdo con los abuelos, pero no hubo consenso y se llevaron los animales a otro campo. Ahora nosotros, urbanitas de despacho, tenemos que ocuparnos de que alguien desbroce las eras para minimizar el riesgo de incendio.

En el grupo de WhatsApp de la familia les explico mi conversación con el joven apicultor: las abejas del tejado no nos van a molestar. Y es un honor.

Llegan las respuestas.

Me temo que ocurrirá como con los caballos…

Ver crecer unas lechugas…

Angel Martín presentador del programa de La Sexta  SLQH, ha anunciado que deja el programa .

Me sabe mal , porque he seguido las andanzas de SLQH casi desde el principio y me gusta, espcialmente, el humor de Angel Martín. En el tono que marca el programa, el casi ex-presentador , ha dicho que lo hace por cansancio y  aburrimiento y porque quiere ver crecer las lechugas de un huerto que va a plantar…

Y me he visto como él, con un huertecito donde ver crecer mis lechugas y me ha dado una envidia de esas enormes pero…sana ( y más, que con lo de la lechuga , casi que es envidia-eco).

Es el «dejar de trabajar para poder vivir la vida , con la  única responsabilidad de  que las lechugas crezcan hermosas» . Escrito así, parece nada pero es muy grande lo que simboliza la lechuga…

Si eso se puede hacer sin tener dependencias económicas y / o familiares, entonces , se convierte en la máxima expresión del «dolce far niente- eco».

Y me da envidia, porque me encantaría vivir en un lugar con un huerto y la posibilidad de parar durante unos instantes de vida para centrarme, reubicarme y cuidar de las lechugas.

Eso sí,  con conexión a Internet!!! ; – )