El verano , este año, me dice todo el rato: “Fotografíame”.

Es posible que me haya contagiado de esa percepción de inquietud (que no paran de divulgar todos los medios de comunicación y redes sociales) ante el incierto tiempo que viene y busque la terapia fotográfica como refugio.

Mientras voy con la cámara, solo pienso en la belleza y eso, crea una fortaleza inexpugnable a las malas vibraciones.

El farolillo de energía solar, colgado en una tomatera es para foto. Lo enfoco y ese momento, me lleva a pensar que todo irá mejor de lo que dicen.

De momento la terapia me funciona. Voy a seguir fotografiando el verano…


Ojalá los únicos disparos del mundo fueran los de las cámaras.