La ausencia se ha convertido en presencia. Lo ha hecho de una forma lenta. Muy suave. Primero, se han aclarado los tonos. Después, la luz se ha ido tamizando y haciéndose más blanca. Más pura. Más luminosa si cabe.
Ahora, está en todos los lugares en los que al mirar, no está.
Ocupa los espacios sin ubicarse en ellos.
Y brilla.
La ausencia brilla salvajemente y con ese fulgor, se convierte en presencia.
Y brilla.
Preciosa y maravillosa reflexión. Besos a tu alma.
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