El otro día , mi nariz detectó el aroma del clásico jabón «Heno de Pravia» y algo se activó en mi zona de recuerdos. Un niño, una bici , una higuera y la merienda.
Con «Moussel de Legrain», me trasladé al Club de Tenis de mi infancia y a las duchas ,tras una jornada de juegos y piscina.
La potencia evocadora de un aroma es tal que nos permite reproducir, visualmente , la escena al completo. Detallada, con todas sus texturas y sentimientos asociados.
Y, todo lo bueno que tienen esos aromas de las cosas buenas, también lo tienen de malo, los de las cosas malas. Un perfume te puede llevar a revivir una situación dramática …
Estos , los aromas buenos y malos que hemos registrado en nuestro cerebro prodigioso, forman parte de nuestra identidad. Son maletas de equipaje que se van llenando desde el inicio de nuestras vidas. Cada cual la suya…
Y crees que sabes que perfumes llevas en ella, porque los has recordado en uno de esos asaltos olfativos o porque fueron tan determinantes que nunca los has olvidado…Lo que no sabes es que , en cualquier momento, te llegara otro impacto y descubrirás que hay más, muchos más…La maleta tiene una capacidad increíble…
Pan recién horneado del pueblo, el primer perfume que te compraste, el café con leche que te hacía tu madre por las mañanas, el olor de la casa de tu abuela, cuando los domingos tu padre cortaba la hierba, el aroma ahumado de la chimenea de aquel refugio en la montaña, …
De los «malos», gracias a Dios, siempre hay menos. Yo, en especial, odio el olor de los cirios que se ponen en las Iglesias. De niña, entré en una sala del colegio ,equivocándome de puerta, y me dí de narices -nunca mejor dicho- con el cuerpo difunto de una monjita anciana que me pareció muy brillante y amarilla… Estaba rodeada de esos cirios y velas… Y aún es hoy que puedo reproducir en mi mente, toda la parafernalia funeraria y a la hermana con una de detalles que asusta.
Es más, la estoy viendo ahora mismo…
El galán de noche en Sevilla, la Ginesta, las algarrobas, el perfume de una suite nupcial, de coche nuevo, fresas, sábanas recién planchadas, after-sun, chocolate, cortar albhaca…
Los olores son evocadores sutiles de recuerdos. A mí me encanta el olor al jabón Magno de la Toja, que me trae recuerdos rurales de la infancia.
Lo recuerdo! Me llega el aroma ahora mismo…
Me ha gustado mucho tu entrada. Eso que relatas es lo de la «Magdalena de Proust»
https://goo.gl/OfLF8C
Tengo el jabonera del cuarto de baño un cachito de jabón Heno de Pravia. De vez en cuando lo huelo y me transporto a mi infancia.
Saludos
Hola María, no sabía lo de la Magdalena! He aprendido una cosa más y me encanta ese pasaje…
Gracias!
Hay aromas que nos trasladan a un escenario y a un momento aunque sean lejanos.
Un Abrazo Bypils :) .
Su potencia, deslumbra.Imagínate vivir sin olfato.Qué complicado!
Me ha encantado esta entrada, a mi también me transportan los olores a situaciones vividas.
Gracias por compartir⚘