The Equalizer.

Que le pregunten al petirrojo de mi casa. Ahí estoy yo, la protectora.

El alpiste del que le proveo está en un área sin fronteras. No hay forma de indicarles a otros pájaros que esa comida es para el petirrojo. Por allí se pasean gorriones y tórtolas. Estas últimas, enormes, comen compulsivamente y dejan el pequeño cuenco vacío en unos minutos. Pero son asustadizas y si intuyen una sombra o un leve movimiento desde la ventana, salen volando.

Así que el petirrojo ha encontrado la fórmula. Cuando estoy en la zona, se acerca a comer, sin temer mi presencia ni mi cercanía. Soy su Equalizer, sabe que no hay peligro ni visitas de otros pájaros. Nos miramos a los ojos con complicidad y él (o ella) come.

Cuando me voy, llegan las tórtolas…

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