Esta semana, por primera vez, he tenido sensaciones negativas. Es curioso que, tras ocho semanas de confinamiento, estables emocionalmente y ante los buenos datos sanitarios que estamos teniendo en los últimos días , en vez de estar pensando que esto de la desescalada va en serio y vamos bien, me rodea una atmósfera extraña.
No es una cuestión de pánico. Mis miedos son moderados y no me han desestabilizado . Creo que , como todos, me estoy acostumbrando a salir a la calle con la mascarilla, a las medidas de seguridad y a todo ese nuevo estilo de vida que tenemos que adoptar obligatoriamente.
Lo de la “irrealidad” fue al principio. Y lo de la hiperactividad . Ya me he aposentado en esta realidad de ahora, pero con un cierto desasosiego. Y es que , para afrontar esto , necesito respuestas que , de momento, no existen.
No me quiero ni imaginar como se sentirán los que las están buscando, aunque con la presión por la magnitud de las preguntas y el tic tac del reloj, supongo que no tienen ni tiempo para dejar que les aceche un sentimiento frustrante.
Yo tampoco voy a dejar que me ronde. Por eso escribo este post: para que mi pesimismo extraño, se entere que ya lo he detectado .
Debe abandonar , de inmediato, esta fase de acercamiento.
No lo quiero.
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¿Por primera vez? Me quito el sombrero (y me corto el pelo al cero si hace falta).
Quizá sea porque llevo confinado con mi madre enferma de Alzheimer 60 días seguidos, pero a mí esto me ha cambiado la química cerebral, y no para bien.
Una auténtica putada.
La convivencia con esta enfermedad ya es de por sí muy difícil…No querría que te rapes el pelo , ni que te cambie la química cerebral y no sé cómo ayudarte. Pero si que sé que cuando esto pase, cuando hablemos de ello en pasado, cuando no estén los que están ahora, sentirás que estos días difíciles no han sido en vano.
Jorge, te envío un fuerte abrazo virtual (con la intención de cambiar químicas cerebrales. Ahí va!)
Te lo agradezco de corazón.
Otro abrazo de vuelta.