Estos días, estamos viendo en televisión, imágenes de aglomeraciones. Primero, los espacios de paseo y deporte, con un exceso de personas. Después, terrazas llenas, jóvenes indomables de botellón y, finalmente, la manifestación/cacerolada/oloquesea en un barrio de Madrid , que también se quiere convocar en otras ciudades españolas .
Todos estos episodios me han hecho alucinar en colores, pero , esto último ha sido la gota que colma el vaso. En otra situación, y no la de emergencia sanitaria que estamos viviendo, que cada uno se manifieste como quiera, pero, en este mes de mayo del 2020 hay que ser muy lerdo, muy ignorante e irresponsable para incumplir las normas básicas que detienen el contagio del virus que está jodiendo a todo el planeta : distancia social que quiere decir “física”- por si esta gente no lo ha entendido bien- y nada de aglomeraciones.
United Nations COVID-19 Response
Lo que les falta es creatividad : que hagan piruetas en sus balcones, que cuelguen pancartas, que hagan una sinfonía con las cacerolas o una coreografía desde las terrazas con la canción que más les guste, que se pongan todos las banderas ( las que sean) como capa y estén ondeándolas durante una hora, que lo hagan todo por redes sociales, como quieran pero sin apelotonarse en la calle y , por favor, que no sea a las ocho de la tarde .
A las ocho, aplaudimos a los profesionales de la sanidad . A ese colectivo sobrepasado por la situación que, en caso de que estos irresponsables se contagien y contagien y vayan contagiando a los demás, son los que velaran por su salud.
Es mi país , formo parte de esos 47 millones de personas que lo conformamos y me da vergüenza ajena.
La vergüenza ajena era un concepto que hasta hace poco se conocía a un nivel teórico, como se pueden conocer los agujeros negros o los entresijos de la mecánica cuántica. Una de las cosas buenas de la crisis coronavirus es que ha ampliado notablemente nuestro horizonte léxico y, en especial, nos ha ayudado a comprender en profundidad esta interesante expresión. Esta mañana, sin ir más lejos, logro sacar a mi madre a la calle después de más de 60 días confinados. Mascarilla, advertencias, amenazas de infierno dantesco si no las cumple, su brazo bien agarrado por mi mano… Tras 40 minutos de paseo nos adelanta una pareja formada por dos hombres. El de mayor edad, quizá septuagenario, tose con fuerza. Entonces se baja la mascarilla quirúrgica por debajo de la barbilla y vuelve a toser vigorosamente, esta vez al aire. Sí, señor. Como debe ser.
Ah, vergüenza ajena…
El concepto “incredulidad” también ha alcanzado otra magnitud. Y, paradójicamente, el adjetivo “increíble”… Hay muchas cosas difíciles de creer hasta que te dan de frente ( y sin mascarilla).Lo mejor de tu comentario, es saber que has podido pasear con tu madre. Besos!