Oí en un programa de radio sobre nuevas tecnologías, que las videollamadas han descendido de forma drástica. Sigue aumentado el uso de chats pero sin imagen. WhatsApp en formato mensaje (escribiendo o en nota de voz) tira millas…
En el principio del confinamiento, empezamos a hacer videollamadas como locos. Con un interlocutor o con un grupo. No había problema. Normalmente estaban programadas (sobre todo las del trabajo) pero también había de las que denominaremos “espontáneas” …
Estas llamadas se producen en un momento en el que, visualmente, no estás presentable. Y las cámaras de los dispositivos, la verdad, no ayudan a mejorar ese aspecto. Son las que te pillan con cara de sueño, la barba despeinada y el pelo loco, con una mascarilla de arcilla verde cubriendo el rostro , haciendo deporte, acabando de hacer deporte, recién salido de la ducha, o simplemente, con pocas ganas de videollamadas.
También se da la incomodidad física. Mi madre se cansa de tener el teléfono sostenido a la altura de la cara y, hay un momento que dialogas con un escote o un primer plano de algún objeto indefinido. “Se me cansa la mano”, me dice y tiene toda la razón.
Es posible que, tras la apertura de las peluquerías, se vuelva a incrementar el uso… ; – )