Cuando el terapeuta abandona la habitación 216, siempre le invade una extraña inquietud. Recuerda la sonrisa del paciente, su serenidad…El buen rollo….
“Aquí se está muy bien. No tengo que preocuparme por nada: tengo ropa limpia, cada día. Tomo un buen desayuno y después, paseo por el jardín. A veces, me siento en el banco que está más al sur y pinto. Me gustan los árboles que se ven en la lejanía. Ya he hecho varias series de cuadros de esos árboles… Por la tarde, me siento en el sofá (que es comodísimo, por cierto) y leo un libro o veo la televisión o…hago una segunda caminata por el sendero de las flores. Me encanta ese camino: está plagado de geranios, rosas y margaritas…
Los lunes y viernes tengo la terapia. También me gusta. Es una gran oportunidad para hablar con alguien interesante y mi terapeuta, lo es.
No entiendo porque me dicen que, si recupero el equilibrio, saldré pronto. ¿Por qué voy a querer salir? Pero… ¿Qué más da?
Si salgo, ahí fuera hay un mundo bellísimo… “
Si, es extraño tener que hacer terapia a una persona tan optimista…
NB: El exceso de optimismo, se denomina “optimismo tóxico”. Oh!…Como todo lo que nos rodea y con lo interaccionamos, en exceso, es negativo. No nos permite desarrollar una conducta adaptada . Las expectativas que nos creamos son irreales y bajamos la guardia ante los peligros y amenazas del entorno. Personalmente, me cuesta creer que ese “exceso” es perjudicial. ¿Ser muy optimista es malo? Un ejemplo práctico me lo aclara de inmediato: El enfermo que cree que se pondrá bien sin necesidad de tratamiento médico…
Así que, hay que practicar el optimismo-sin-pasarse pero…
Siempre , siempre, practicar… ; – )
Ya no entiendo nada…. entonces me quedo depresiva? Saluditos BY
Ni uno , ni lo otro.Ni alegría máxima, ni tristeza máxima…Ese puto «equilibrio» es el verdadero tesoro( emocional).
Besos demoníacos!